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TRIBUNA

Juan Segura Rubira, testigo de la fe

JOSÉ SÁNCHEZ SÁNCHEZ

Domingo, 2 de septiembre 2007, 04:45

E L pasado 6 de agosto, se cumplieron 71 años de la violenta e injusta muerte de don Juan Segura Rubira, que formó parte de aquel insigne grupo de pedagogos que preparó don Andrés Manjón y Manjón, con los ya beatos don Diego Ventaja Milán, obispo de Almería, y don Manuel Medina Olmos, obispo de Guadix (Granada).

Don Juan Segura, antes de trasladarse a Madrid para dirigir las Escuelas del Ave María allí fundadas, ya había empezado a dar clases en tres habitaciones-cueva que estaban encima del llamado Barranco de Bolas, en el popular barrio del Quemadero, a grupos de desarrapados chiquillos de esta zona almeriense.

Don Juan, que permaneció en Madrid hasta que quemaron 'sus' Escuelas del Ave María, se distinguió por su especial vocación para la enseñanza y su afán de propagar el conocimiento de la fe cristiana, así como su dedicación a la formación y dirección de la vida cristiana de las personas que acogían sus sabios consejos.

Fue hombre de fe. Cultivaba la vida interior, fiel a su vocación sacerdotal que vivía con intensidad y plenitud. Consciente de los peligros que corría, a causa de la dura y cruel persecución religiosa, no admitió que ninguna persona se expusiera a sufrir daño por él. Por eso, y en un primer momento, buscó refugio fuera de Madrid, junto a otro sacerdote amigo, siendo sorprendidos ambos y asesinados en aquel lugar.

Vivió la persecución con confianza en Dios y dio ejemplo de paciencia y amor. Quienes le conocieron personalmente le tenían por hombre santo, y consideraron su martirio como la coronación de su vida en santidad, hecha de entrega generosa al servicio de la propagación, maduración y crecimiento de la fe cristiana.

Como testimonio del cuidado y celo por la formación de sacerdotes que anunciara el evangelio, y viendo que la persecución arreciaba, e intuyendo la proximidad de su martirio, hizo entrega a una profesora de las Escuelas Ave María de Madrid, doña Emilia Fernández Herreros, de los ahorros que tenía, con el encargo de que ésta, cuando terminara la contienda, fundara una beca en el Seminario diocesano de Almería, a favor de los alumnos que pudieran necesitarla.

Terminada la Guerra Civil, doña Emilia se desplazó a Almería y dio cumplimiento a la voluntad de don Juan Segura, fundando la beca que se denominó 'Martirio'. ¿Por qué el interés de don Juan en que fuese en Almería la cuna de la beca por él fundada? Porque él era almeriense de pro.

El Siervo de Dios nació en 21 de septiembre de 1881, en Purchena, provincia de Almería, (Registro Civil de Purchena, sección 1ª, tomo 8, folio 99, volumen VIII, p 6.244), en casa de su abuela materna que había quedado viuda. Fueron sus padres, don Luis Segura Yáñez, maestro de instrucción pública, y doña Narcisa Rubira Martínez, que habían contraído matrimonio en el Sagrario de la catedral de Almería. De ese matrimonio nació también una hija, a la que llamaron Estrella.

El día 26 de septiembre de 1881 fue bautizado en la parroquia de San Ginés, de Purchena, siendo su padrino un hermano de la madre, don Manuel Rubira Martínez, quien le puso el nombre de Juan José.

De 1893 a 1896 cursó tres años de Latín y Humanidades. El 27 de septiembre de 1898 hizo su ingreso en la Escuela de Magisterio almeriense, donde en el curso 98-99 obtuvo la calificación de sobresaliente, en todas las asignaturas.

Tras muchos años de profesorado recibió la tonsura clerical y las órdenes menores, el 28 de junio de 1921, administrados por don Vicente Casanova, obispo de Almería y ya preconizado arzobispo de Granada. Al año siguiente, 1922, el 11 de marzo, fue ordenado de subdiácono; el 15 de abril de diácono, y el 10 de junio fue ordenado de presbítero, por el obispo Fray Fernando.

El 2 de noviembre de 1923, año de la muerte de don Andrés Manjón, realizó el depósito para la convalidación y obtención del título de maestro de 1ª enseñanza elemental, que había obtenido el día 5 de julio de 1900. El 12 de noviembre de 1929, al convalidar el título, ya lo usa como Director de las Escuelas del Ave María de la Dehesa de la Villa de Madrid, a donde llegó con el sacerdocio recién estrenado.

En 1936, en Madrid, junto a la quema de iglesias y conventos, fueron quemadas también las Escuelas del Ave María. Don Juan se refugió en el dominio de doña Emilia Fernández, maestra de las Escuelas, en Alcázar del Rey (Cuenca), pero esta familia era continuamente amenazada, por lo que el celoso sacerdote Juan Segura decidió refugiarse en el campo con el cura ecónomo de Alcázar del Rey, don Miguel Gómez Muñoz, que estaba oculto en el Albergue del Santo.

Al finalizar la guerra fueron exhumados los cadáveres de los mártires. Doña Emilia fue a reconocer el cadáver del siervo de Dios, que sorprendentemente apareció sin cabeza. El día 14 de julio de 1939 fueron trasladados sus restos por un grupo de antiguos alumnos avemarianos a la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel de Belinchón (Cuenca), siendo inhumados en el cementerio de dicha localidad, en donde existe una tumba con una lápida, en la que está escrito el nombre y fecha de la muerte de nuestro sacerdote y Director.

Al ensalzar y recordar la figura de don Juan Segura Rubira no nos mueve ninguna reivindicación histórica, como puede parecer. Nuestro interés se basa en que el próximo 28 de octubre se van a beatificar 498 Mártires del siglo XX y está en nuestro deseo recordar que hay otros muchos que no están incluidos en esa lista y es el caso de la figura de don Juan Segura, que dio testimonio de su fe y que está presente en nuestras vidas.

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