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Familias enteras huyeron buscando evitar las represalias del nuevo régimen. IDEAL
Marzo de 1939: salen los últimos barcos con exiliados de la guerra

Marzo de 1939: salen los últimos barcos con exiliados de la guerra

Historias de Almería ·

En el último mes del conflicto, partidarios de la República se afanaron en buscar una salida a otro país para sobrevivir

VÍCTOR HERNÁNDEZ BRU

ALMERÍA

Domingo, 5 de noviembre 2017, 01:01

Era la agonía, la búsqueda desesperada de una salida que les condujera a la supervivencia. Hacía meses que la Guerra Civil estaba perdida para la República, prácticamente desde la derrota en la Batalla del Ebro y la entrada de las tropas sublevadas en Cataluña, pero muchos de ellos siguieron en sus puestos y defendiendo una causa ya entregada hasta prácticamente el final.

El mes de marzo era el último de la contienda. Ya por entonces, el gobierno republicano había abandonado, sus miembros habían empezado a exilarse y las instituciones republicanas se empezaban a repartir entre diferentes países de exilio.

Sin embargo, en el interior del país y en las ciudades que aún no habían sido conquistadas -liberadas en la terminología franquista-, permanecían muchos republicanos cuyo futuro sólo encontraba dos opciones: la huida a otro país o la represión y el riesgo de muerte.

Buscando pasaje

Algunos almerienses buscaban su suerte en barcos que salían de los puertos de Cartagena y Alicante diversos barcos con dirección a las costas de Argelia y en concreto Orán.

Mayoritariamente se trata de barcos de la flota, muchos de los cuales habían sido requisados por la Armada Republicana durante el conflicto bélico, siendo utilizados como guardacostas o dragaminas.

El puerto de Mers El Kébir, muy próximo a Orán, es el puerto de destino de muchos de ellos y entre los ocupantes, también muchos son mujeres y niños que han logrado encontrar un pasaje hacia el futuro, lejos de la represión que les esperaba en la nueva España franquista.

Cartagena se convierte, en esos días de marzo de 1939, en el punto de confluencia de embarcaciones que llegan de diferentes ciudades, incluyendo Almería, para partir desde allí hacia el Norte de África. Es el caso del guardacostas V-31, que llega a Cartagena con 94 almerienses afortunados, que tras denodados esfuerzos han encontrado pasaje hacia la vida. En ese barco viaja José María Galán, así como el gobernador civil de Murcia, así como oficiales de la Armada. Uno de los últimos navíos que llega a Beni-Saf procedente de Almería es el guardacostas V-31, que atraca en el puerto argelino el día 31, después de que el 28 de marzo hayan salido de Almería las últimas autoridades republicanas y que ese mismo día hayan comenzado a entrar en la ciudad las tropas franquistas.

El último buque partió desde Cartagena con el último jefe de Policía escondido en la bodega

Oficialmente, el último buque que parte de territorio español es el petrolero Campilo, con 423 personas a bordo. Lo hace desde la base naval de Cartagena y en sus bodegas viaja el último jefe de Policía cartagenero de la República.

Quienes no encontraron la suerte de poder subir a uno de aquellos barcos, vivieron la realidad de lo que iban a ser las siguientes décadas de dictadura represiva y las consecuencias de una Guerra Civil que había enfrentado a familias y que, una vez concluida, se iba a prolongar en forma de persecuciones, ausencia de garantías judiciales, condenas extra-judiciales y venganzas políticas y personales.

La suya, fue una lucha por conseguir un futuro, una supervivencia aunque fuera lejos de su país. Muchos de ellos ya no volverían, jamás verían de nuevo a sus familiares, a sus amigos, a su ciudad. Otros lograron regresar tras el final de la dictadura del general Franco e incluso hubo quienes lo hicieron antes. Por delante les esperaban duros exilios, en la mayoría de los casos, en Francia, países del Norte de África, México y, sobre todo, en Suramérica, donde países como Argentina, Venezuela o Colombia fueron de acogida para almerienses y para el resto de los exilados de toda España. La Guerra Civil no sólo rompió vidas y familias durante su desarrollo. El final de la misma también supuso el adiós a su vida cotidiana.

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