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Las abejas actúan como rastreadores de contaminación ambiental en el radio de 8 kilómetros de su colmena.
Universidad de Almería | Un estudio de la UAL halla por primera vez microplásticos en abejas

Un estudio de la UAL halla por primera vez microplásticos en abejas

En una muestra de 4.000 abejas obreras se identificaron un total de 13 tipos de microplásticos como el polietileno o el acetato de polivinilo

Julia Milán

Almería

Martes, 23 de marzo 2021, 22:46

La degradación del plástico derivado de la actividad humana genera residuos del tamaño de un micrómetro aproximadamente, el equivalente a la punta de un cabello. Estos polímeros tienen un impacto ambiental en función de los niveles de concentración que alcancen.

Las partículas son tan diminutas que el viento las transporta constantemente, motivo por el que están presentes en suspensión en la atmosfera, pudiendo alcanzar flores o animales. Es esta la manera por la cual las abejas pueden, tras su absorción, transportarlas a la colmena.

Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Almería, la Universidad de Alcalá de Henares y la Asociación de Apicultores de Dinamarca, en 4.000 abejas obreras, ha establecido por primera vez la presencia de microplásticos en el cuerpo de las abejas.

De este modo, los microplásticos acaban en la colmena donde se pueden monitorizar. Su presencia en la miel es muy improbable debido a las características físico químicas de la miel y estos microplásticos, que impiden su presencia.

Amadeo Fernández-Alba ha explicado que «hay que conseguir un mayor control en la contaminación de plásticos es vital para reducir este efecto». «Hay que recordar que en este caso no es un proceso de contaminación originado por Gran la industria, sino nosotros con nuestros hábitos sociales» y el cambio en esos hábitos «es una responsabilidad de todos, las cosas pueden ir a mejor».

Las abejas actúan como rastreadores de contaminación ambiental en un radio de 8 kilómetros desde sus colmenas mediante la captación de los diminutos polímeros. El investigador de la UAL, que lleva unos 7 años trabajando con la disminución de abejas en el planeta y otros proyectos relacionados con estos insectos, ha añadido que «pueden ser radares de contaminación» y ha explicado que existe un proyecto insignia europeo en relación a este tema. Las abejas «nos dan mucho servicio, es útil, relativamente barato» y una colmena «se puede poner en cualquier sitio».

En el estudio titulado 'Honeybees as active samplers for microplastic' publicado en Science of total enviroment, los expertos del grupo Residuos de plaguicidas han analizado 19 colmenas situadas en Copenhague (Dinamarca) y sus alrededores, donde recogieron los cuerpos sin vida de 4.187 abejas.

Grupo de investigación de la UAL.

Los expertos identificaron en ellas 13 tipos distintos de microplásticos como el polietileno, que contienen utensilios cotidianos como las botellas o los cables; resina epoxi, ampliamente utilizada como recubrimiento de sistemas eléctricos y como acabado para proteger pinturas; o acetato de polivinilo, presente en pegamentos y adhesivos.

«Contactamos con asociaciones de apicultores para que nos dieran muestras o partes de la colmena. Con su colaboración, comprobamos que las abejas eran indicadores eficaces tanto en áreas urbanas como rurales y que la presencia de microplásticos es similar en ambas zonas. Tendríamos que realizar el estudio en otros países para comprobar si este dato se repite o varía», añade Amadeo Fernández-Alba.

Los expertos resaltan que la presencia de residuos en zonas rurales y urbanas es muy similar en Dinamarca y explican dos posibles causas. La primera es que las ciudades se encuentren dentro del rango de búsqueda de las abejas y ellas arrastren los polímeros hasta una colmena que se encuentre en un área rural. La segunda, que el viento arrastre los microplásticos de los grandes núcleos urbanos hasta el campo.

La investigación se situó en Dinamarca debido a la elevada conciencia ambiental de esta sociedad que la hace un buen ejemplo de este estudio, siendo la asociación de apicultores Danmarks Biavlerforening, la que aportó las muestras para el estudio. «Los apicultores locales querían saber el nivel de contaminación en las zonas en las que se mueven sus abejas y cómo afecta a la producción de miel. De momento, solo hemos podido indicarles qué residuos transportan hasta la colmena y las zonas con mayor contaminación», explica Fernández-Alba.

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