Pedro Sánchez y sus ministros tienen ya cara de pisar moqueta, utilizar coche oficial y firmar en el Boletín Oficial del Estado. Es parte de lo bueno que tiene tocar y ejercer el poder. La mayoría de ellos buscan adaptarse a la nueva realidad personal ... y profesional que viven. En tan poco tiempo se han dado cuenta de que la transparencia y la fugacidad forman parte consustancial del ejercicio de su cargo. Y si no que se lo pregunten a Màxim Huerta. Lo peor es que tienen que poner la cara, a veces de circunstancias y otras de poema, como la de Pedro Sánchez el viernes por la noche en Tarragona, en el palco durante la inauguración de los Juegos de Mediterráneo. Hizo de tripas corazón entre el Rey Felipe VI y el presidente catalán. Desconozco si Quim Torra le pidió algún tipo de explicación a Sánchez por haberle llamado el Le Pen español, racista y supremacista que ahoga a la mitad de la sociedad. No tuvo que ser un rato agradable ni para el monarca ni para el socialista aguantar al independentista, pero a los tres les tocaba poner el rostro. Ya saben que en eso hay quienes van tan de victimistas sobrados que se lo pisan.
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