

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
María Dolores Tortosa
Domingo, 29 de noviembre 2020, 00:49
La noche electoral del día 2 de diciembre de 2018 la sede del PP andaluz en Sevilla lo fue también de una escena paradójica aunque no insólita. Su candidato, Juanma Moreno, había cosechado uno de los peores resultados de su partido en décadas, pero iba a ser presidente de la Junta de Andalucía, el primero de su partido en esta comunidad. Sus 26 diputados, unidos a los 21 de Cs y los 12 de Vox, sumaban la mayoría absoluta necesaria para desalojar al PSOE del Gobierno de la Junta tras 36 años y siete meses de presidencias (40 años si se tiene en cuenta la Junta preautonómica). El vuelco político comenzó a gestarse en la madrugada del día 3, cuando Moreno llamó al candidato de Cs, Juan Marín. «Tenemos que hablar», le dijo. Tres semanas después el acuerdo a dos bandas, el de PP y Cs para formar gobierno; y el de PP, Cs y Vox para la constitución del Parlamento y la investidura del presidente, estaba encarrilado.
La misma noche electoral, el desconcierto reinó en el hotel sevillano en el que Susana Díaz lloró su victoria insuficiente de 33 escaños (también el peor resultado en la historia socialista en Andalucía) para seguir gobernando. La candidata del PSOE tuvo el arrebato de dimitir esa misma noche, pero el círculo cercano, en el que estaba el luego defenestrado portavoz parlamentario Mario Jiménez, le disuadió. Recompuesta tardó en digerir que alguien del PP o Cs de Madrid no parase el pacto con la extrema derecha de Vox, que se estrenaba en una cámara de diputados. Y aún tardó en asumir que la alianza de las tres derechas no solo no quebraría sino que se afianzaría con el tiempo. Aún hoy, en su entorno opinan que perdió la Presidencia por solo un diputado, el que le hubiera hecho falta al PSOE o Ciudadanos para sumar mayoría absoluta.
Dos años después, en el ecuador de la legislatura, el acuerdo del pasado día 18 de noviembre para el tercer Presupuesto de las derechas afianza no solo la estabilidad de su fórmula de gobierno, con PP y Cs al mando y Vox como aliado parlamentario. También garantiza al bipartito agotar la legislatura aunque no vuelva a negociar con Vox las cuentas de 2022. Las tres derechas han conseguido su propósito de encapsular el proyecto andaluz con una argamasa compacta en lo esencial pese a las fricciones. Son «vaivenes», según el consejero de Presidencia y Portavoz del Gobierno, Elías Bendodo, para quien después de dos años del cambio, «Andalucía funciona mejor que nunca en el peor momento».
Y es que la pandemia de coronavirus será, contra todo pronóstico, la que marque esta legislatura. La pandemia dejará la alternancia o el histórico cambio político en un segundo plano. También ha trastocado la hoja de ruta marcada por el bipartito PP-Cs en un acuerdo de gobierno para transformar Andalucía, sacarla de la cola en empleo, potenciando sus industrias con innovación, atrayendo inversores y con una «reforma razonable» de la administración pública con otro enfoque a los servicios e infraestructuras en los que la iniciativa privada participe más. La bajada de impuestos, la colaboración público privada, la supresión de trabas administrativas a las empresas, más relieve a la concertada en educación y la austeridad en el gasto público eran proyectos sobre la mesa para atraer a inversores y residentes con rentas medias y altas.
El rodaje se inició en medio de una gran expectación por cómo iba a irrumpir el cambio de las derechas, pero frente a los augurios de «viene el lobo» de las izquierdas, fue «tranquilo», como prometió el presidente, Juanma Moreno, en su discurso de investidura en enero de 2019, además de «prudente» y «continuista», como le habían aconsejado desde la patronal andaluza, como su paisano el malagueño Javier González de Lara.
Se trataba de ir con tiento al principio y promover las grandes reformas en la segunda mitad de la legislatura, no sin gestos bien visibles de que había otra manera de gobernar, como la casi supresión del impuesto de sucesiones y la bajada del de todas las rentas solo cinco meses después de entrar en San Telmo. Las previsiones económicas acompañaban. El crecimiento de la economía, y con ello el empleo, ya daba números positivos desde dos años antes y aunque también había avisos de ralentización cara a 2020, las expectativas eran buenas a finales de 2019. Ese año la Junta de Andalucía cumple por primera vez todas las reglas de gasto, como déficit y deuda, de lo que PP y Cs sacan pecho.
Todas estas expectativas se fueron al traste con la pandemia, sobre todo desde el estado de alarma decretado en marzo. Las circunstancias tan excepcionales han hecho que todos los gobiernos aparquen sus programas y se centren en frenar la pandemia y ya no solo con refuerzos en sanidad y educación, sino también en amortiguar la recesión económica por los cierres y restricciones de movilidad. Si en enero de 2019 se trabajaba con un crecimiento por encima del 2% del PIB e incluso rozando el 3%, ahora la caída se aventura por encima del 10% en el mejor de los casos y con un paro rondando el 30% de la población activa. El objetivo del déficit no se cumplirá ni este ni el próximo año y solo la llegada de los fondos europeos y las ayudas 'Covid' estatales y los ERTE permitirán destensar las arcas autonómicas.
El bipartito de PP-Cs asume que sus previsiones serán difíciles de cumplir y ha tenido que aparcar o ralentizar su agenda de reformas legislativas, pese a lo cual ha buscado mantener el tipo dando cabida en los consejos de gobierno casi monográficos sobre pandemia otros asuntos de la hoja de ruta. La aprobación de un decreto en marzo para suprimir trabas administrativas a los inversores supuso la modificación de 21 textos legislativos. Otra novedad ha sido la puesta en marcha de la unidad aceleradora de proyectos de interés estratégico, con 20 agentes responsables de su seguimiento. También sigue su curso la reforma de la Ley del Suelo y se han iniciado trámites de otras leyes relacionadas con recursos hídricos y administración pública. Todas son iniciativas pensadas ahora para la recuperación económica y social tras la pandemia.
En lo político, el gobierno del cambio consigue quedarse al margen de la quema nacional de los dirigentes. A ello contribuye el que Juanma Moreno se sitúe en el bando de 'barones' centristas del PP aún gobernando con el apoyo de Vox. En ello coinciden distintas fuentes consultadas. Con una impronta de «moderación y temple» no se ha desgastado. «No enfada al público», admite el senador y exportavoz del Gobierno socialista Miguel Ángel Vázquez, para quien este salvarse de la quema tiene mérito cuando, en su opinión, su gestión se caracteriza por «sobrevolarlo todo» y la «inacción absoluta» como se ha visto con la posibilidad de que Abengoa deje Andalucía.
«El PP no se esperaba aquel 2 de diciembre que podía gobernar en Andalucía. Empezó sin experiencia ninguna y menos tenía Cs, pero creo que lo han hecho bien. Tras estos dos años no hay mala opinión pública. Incluso con el desbarajuste de la pandemia en Andalucía no se han llevado mal las cosas», opina el periodista Juan Ojeda, exdirigente del PP andaluz en los noventa.
«Este primer gobierno de la derecha ha demostrado tener estabilidad y normalidad dentro de la excepcionalidad, ese es su éxito», analiza la politóloga y profesora de la Universidad de Granada Carmen Ortega.
A esta percepción de no haberse quemado pese a la gran crisis sanitaria, ser novatos y gobernar en minoría contribuye, en opinión de los consultados, una oposición desunida y «dormida» y un aliado parlamentario como Vox muy pragmático, pendiente de su papel de llave de gobierno para salir en titulares. Un rol sin erosión pese a que su candidato, Francisco Serrano, luego expulsado, sea el único dirigente de esta legislatura investigado por supuesta corrupción.
La desunión de la izquierda se ha visto con la guerra civil en Adelante Andalucía, que primero dejó fuera un portavoz de alto nivel como Antonio Maíllo y luego expulsa a la gran 'influencer' en redes Teresa Rodríguez. También con que el PSOE tenga sin resolver su liderazgo cara a las elecciones de 2022. «Después de 37 años en el gobierno es difícil hacer oposición y con el mismo equipo es imposible», apunta Vázquez, excolaborador de Susana Díaz ahora en el sector crítico. Díaz, sin embargo, ha logrado mantener gran visibilidad mediática y cuenta en redes sociales con más seguidores que el presidente. Sigue siendo la más conocida por los electores.
¿Y en los dos años que quedan? Las maquinarias de los partidos comienzan ya a trabajar en modo elecciones. La guerra civil de Podemos-IU con Teresa Rodríguez es un movimiento en este sentido, como también la campaña que ha iniciado el vicepresidente Juan Marín esta semana entre los cuadros de su partido para ganarse la candidatura. Las primarias socialistas arrancarán en cuanto se apruebe en el Congreso los presupuestos del Estado.
Las encuestas del Centro de Estudios Andaluces (CENTRA) apuntan a un casi empate entre PSOE y PP, mientras desciende Cs y los partidos de Adelante, y Vox se mantiene. Para la especialista en demoscopia Carmen Ortega, sin elecciones a la vista y con la pandemia de fondo la intención de voto es «voluble» y «alterable», pero advierte de que todas las encuestas andaluzas mantienen la misma variable, la de que la opción ideológica mayoritaria «son las izquierdas» y esta tendencia «no se ha alterado» con el cambio político. Otra cosa es que, como en las elecciones del 2 de diciembre de 2018, la desmovilización del voto de izquierdas haga ganar a las derechas.
Todo parece de nuevo abierto. «Si la vacuna funciona para verano y vuelve la normalidad, es previsible que haya un repunte importante de la economía y eso beneficiará al que está gobernando», anota Juan Ojeda.
El bipartito de PP-Cs es consciente de que parte de su caladero de votos está en los pequeños y medianos autónomos, comerciantes y sector de la hostelería y turismo, el más castigado por las restricciones y cierres por la pandemia. De ahí el esfuerzo de los 700 millones de euros en ayudas a estos colectivos. «Hace dos años vinimos a hacer reformas y las estamos haciendo (...) para ayudar a los que generan empleo, a las pymes y empresas (...) No hemos dejado a nadie en las cunetas», arengaba Juan Marín este viernes en un acto de su partido en Jerez.
Ese pacto de 700 millones de euros con la patronal se fraguó de manera precipitada en víspera del acuerdo con Vox, partido que también ha cogido la bandera de los autónomos. Tan precipitada que se dejó fuera a las dos grandes centrales sindicales, CC OO y UGT, y que en opinión de sus dirigentes desdibuja el gran logro personal de Moreno de erigirse en un presidente del diálogo con todos. «Moreno Bonilla empezó intentando gobernar para todos y lo hizo como un presidente moderado; pero de un tiempo a esta parte ha abandonado esa equidistancia y se ha olvidado de los trabajadores, que también lo pasan mal en esta pandemia», afirma la secretaria general de CC OO-A, Nuria López, quien lamenta que la Junta haya roto el diálogo social. La legislatura pasa el ecuador con tambores de movilizaciones sindicales.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.