![Aguas limpias para el futuro](https://s1.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/201807/02/media/cortadas/azud-velez-1-k2aH-U602244234403XC-624x385@Ideal.jpg)
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Los prados de alta montaña, las turberas glaciares de Sierra Nevada, mantienen sustratos encharcados entre los que crecen pequeñas plantas que aprovechan el escaso periodo entre la retirada de la nieve y la llegada del fuerte calor del verano para crecer y reproducirse. Forman parte de la flora endémica de las altas cumbres, especies únicas que junto a una legión de invertebrados, aves y mamíferos, aprovechan las primeras aguas del deshielo, llevan a cabo el primer uso del agua que cada año baja desde las montañas a través de arroyos y escorrentías, de filtraciones que llenan acuíferos subterráneos, de cauces que discurren hacia el valle y logran llenar los pantanos que darán agua a pueblos y ciudades, agua que cubre las acequias y aporta lo necesario para convertirlas en verdaderos ejes ecológicos de conexión entre ecosistemas y territorios.
Todos somos conscientes de que el agua es fundamental para la supervivencia de la biodiversidad, incluido el ser humano, pero es fácil olvidar que su cuidado, mantenimiento y calidad depende del uso que se haga de ese bien básico aportado por la naturaleza. El deshielo de las cumbres aporta las primeras gotas y su primer uso, es el inicio del ciclo integral del agua, pero ¿En qué consiste, por qué es necesario respetarlo? El agua en la naturaleza llega a través de la lluvia, que en territorios fríos cae en forma de nieve y con el deshielo se convierte en agua que buscará las cotas más bajas, intentará llegar al mar, pero en ese camino que recorre en forma de arroyos, humedales, ríos y acuíferos, se evapora y vuelve a caer, se esconde bajo la tierra y aflora en mil y un manantiales, riega los ecosistemas y alimenta a la biodiversidad que vive en ellos. En ocasiones su pureza es alterada por la erosión, descomposición orgánica, paso entre minerales, y otros muchos factores, pero la naturaleza aplica sistemas de filtrajes y limpieza, de generación extra de oxígeno a través de organismos vivos y flora acuática, utiliza hongos y bacterias para su limpieza y que pueda volver a ser utilizada por otros seres situados aguas abajo, hasta llegar a su destino final en las mejores condiciones posibles.
Emular la naturaleza es la esencia del ciclo integral del agua, de ese concepto tan difundido pero, a la vez, escasamente comprendido. El agua para el consumo humano, agrícola, ganadero, industrial y energético, parte de los manantiales, ríos y acuíferos. El primer paso es su captación que ha de realizarse con criterios de sostenibilidad y permitir su uso por parte de la naturaleza. El agua captada es conducida a plantas de potabilización donde se decanta y prepara para consumo humano. Y tras los pueblos y ciudades, los usos domésticos, el agua ha de volver a conducciones que la llevan hacia plantas de depuración, el lugar donde se intenta recuperar lo mejor posible la calidad del agua, y derivarla hacia usos no tan exigentes con su pureza, como riegos tanto urbanos como agrícola, e incluso industriales. Aguas que tras su utilización han de volver a sistemas de filtraje y depuración antes de volver a los ríos o directamente al mar a través de emisarios submarinos, de manera que el agua, al fusionarse con el mar, volverá a formar parte de los sistemas naturales de evaporación, condensación y de nuevo, la lluvia.
No es posible cumplir con una rigurosa gestión integral del agua si los ciudadanos no son conscientes de que también depende del uso doméstico, particular, que realice cada uno de los habitantes un territorio. Los efectos del cambio climático no se hacen esperar, y aunque se producen años especialmente lluviosos como ha sido el invierno y la primavera de 2018, esos altos índices de pluviosidad no deben extender un velo sobre la realidad climática del siglo XXI. La sequía no se mide por parámetros inmediatos, sino que es la consecuencia de un ciclo. Hay que verlo de una forma más global, y bajo la perspectiva de que en momentos como éste no debe preocuparnos tanto la falta de agua, como el mal uso que hagamos de ella.
Los datos del Ministerio para la Transición Ecológica, a través de la Fundación Biodiversidad, son concluyentes: «La situación de nuestras reservas hídricas continúa siendo preocupante a pesar de las precipitaciones. El último año hidrológico, comprendido entre el 1 de octubre 2016 y el 30 de septiembre de 2017, ha sido según AEMET el octavo más seco desde 1981. En el año hidrológico en curso, las precipitaciones acumuladas desde el 1 de octubre hasta el 31 de diciembre fueron un 43 % inferiores a los valores normales de este periodo. En lo que se refiere a años naturales (enero-diciembre), el 2017 se cerró como el segundo más seco desde 1965. Y hay que tener en cuenta, además, que algunas zonas de España afrontan ya el quinto año consecutivo de sequía».
Hacer un buen uso de los recursos hídricos es la base para su conservación, y sobre todo para no esquilmar los recursos que la naturaleza aporta. Un uso racional del agua doméstica permitiría ahorrar más de la mitad del consumo anual de un hogar. Si a ello se le suma la mejora de las infraestructuras de abastecimiento, el uso racional por parte de la agricultura, la depuración adecuada, e incluso el aprovechamientos tan poco usuales como reconducir las aguas de lluvia en las ciudades para ayudar a sus necesidades, sistemas de riegos, e incluso devolverla a los acuíferos, habremos conseguido alargar la supervivencia de los ecosistemas, y con ellos el bienestar de la especie.
Hacer llegar a los ciudadanos la necesidad de cuidar el recurso natural más importante para nuestra supervivencia y la de los ecosistemas que pueblan el planeta, es una de las obligaciones que deben mantener las instituciones responsables de velar por el equilibrio ecológico y la sostenibilidad. «El agua nos da la vida. Cuidémosla» es el eslogan de la campaña para concienciar sobre la necesidad de ahorrar agua, realizando el mejor uso posible de este recurso escaso y valioso, mantiene desde el inicio de 2018 el Ministerio para la Transición Ecológica a través de la Fundación Biodiversidad, con el objetivo de mejorar y mantener nuestros recursos hídricos. La campaña apela a la responsabilidad de la ciudadanía para ahorrar agua, respetando al máximo este recurso y colaborando con pequeños gestos en sus hábitos cotidianos, ya que «#cadagotasuma».
Desde instituciones encargadas de la gestión de agua se pretende despertar la conciencia de que ahorrar agua es tarea de todos. Ya que, por ejemplo, cerrar el grifo mientras nos lavamos los dientes o mientras nos enjabonamos en la ducha, supone un ahorro para cada usuario y para nuestros embalses. Poner la lavadora siempre llena puede hacernos ahorrar más de 3.000 litros al mes. Un grifo que pierde agua puede hacer que en un solo día derrochemos hasta 30 litros. Tener en cuenta estos datos nos haces más eficientes en el consumo de un bien escaso; y, por ello, la campaña busca recordar que el agua nos da la vida y debemos cuidarla. Algo que es posible con sencillos cambios de hábitos.
La campaña 'El agua es fuente de vida, cuidémosla', del Ministerio para la Transición Ecológica, a través de la Fundación Biodiversidad, recomienda medidas para ahorrar agua en los hogares. Éstas son diez consejos a tener en cuenta
1 Ducha en lugar de baño. Para ahorrar más del 50% de agua, ya que una ducha diaria de 5 minutos reduce el consumo personal en 3.500 litros.
2 Agua fría. No tires el agua mientras esperas a que salga caliente. Recójela para usarla como riego, lavado de platos, fregar el suelo, etc..
3 Lavavajillas y lavadora. Llena los electrodomésticos para utilizarlos, no lo hagas con su capacidad a medias, así ahorras hasta 3.700 litros al mes.
4 Botellas en la cisterna. Introduce botellas o brik en la cisterna. Ahorraras la misma cantidad que tengan esas botellas cada vez que tires de la cadena.
5 Lavar el coche. Utiliza cubo y bayeta, gastarás diez veces menos de agua que si lo hicieses con manguera.
6 No enjuagues con el grifo abierto. Cuando laves los alimentos no lo hagas con el grifo abierto. Llena un recipiente para enjuagarlos. Ahorrarás 10 litros.
7 Cierra al lavarte los dientes. No dejes el agua correr al cepillarte los dientes. Ahorrarás 10 litros cada vez y 10.000 al año.
8 Reductores. Coloca algún sistema de control de consumo en los grifos. Solo con los aireadores se ahorra un 50%.
9 Fugas. Un inodoro cuya cisterna pierde agua, supone un gasto de 200.000 litros al año. El goteo de un grifo con alrededor de 30 litros al día. Repara las fugas.
10 El wáter no es una papelera. Coloca una papelera para depositar papeles, servilletas, limpiadores de maquillaje... y otros tisúes de baño y no los tires al inodoro, lo que supone vaciar la cisterna cada vez.
Entubar, cementar y ocultar los cauces tradicionales es provocar la muerte de los ecosistemas
El agua discurre a través de viejos cauces formados por piedras de pizarra y arcillas. Se filtra e incluso rebosa e momentos de bonanza hídrica e inunda las tierras situadas más bajo, entre las laderas sobre las que camina la antigua acequia, hasta formar prados en los que el ganado se alimenta y bebe hundiendo su cara en la tierra, un gesto que da nombre a las acequias de careo, un tipo de conducción agroganadera ancestral que ha vuelto a ponerse en valor en espacios de alta y media montaña, donde se ha visto la necesidad de recuperar usos tradicionales para lograr la sostenibilidad de los territorios, donde seguir aprovechando los beneficios que aportan los ecosistemas.
Desde que los efectos del cambio climático, al que en este caso se le suma la antropización, se han hecho patentes, es imprescindible eliminar sistemas de regadíos y aprovechamientos hídricos que suponen un enorme despilfarro, como riegos intensivos en zonas de secano, introducción de cultivos foráneos en territorios de alto valor ecológico y ambiental, y las concentraciones de balsas que acumulan el agua sin dejarla correr hacia sus cauces naturales y que cumpla con su efecto en la naturaleza y los cultivos sostenibles. Y entre esas malas prácticas, el entubamiento e impermeabilización de acequias, ha supuesto alterar el equilibrio ecosistémico. Si una acequia no deja filtrar parte de su caudal, si no rebosa, incluso si no circula al aire, hay zonas que no reciben ni el agua ni la humedad suficiente para la supervivencia de fauna y flora. Si la acequia es ocultada bajo tierra, no puede ejercer su función de corredor verde. La vida muere.
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
Inés Gallastegui | Granada
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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