Viernes, 6 de septiembre 2019, 00:37
¿Sería posible viajar en barco desde la vega de Granada hasta las playas de Salobreña? La respuesta habría sido positiva hace 20 millones de años, pero en la era del hombre no es más que un sueño imposible, sobre todo si se pretende ... llenar el cauce con el agua procedente de las lagunas glaciares de Sierra Nevada. Es uno de los proyectos, evidentemente no llevado a cabo, que Manuel Titos Martínez, historiador y presidente del Consejo Asesor de Sierra Nevada, ha reflejado en una investigación sobre los atentados ambientales que han sufrido las lagunas de la sierra a lo largo de la historia, o al menos del periodo de tiempo del que existen referencias documentales.
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En un artículo científico publicado en la Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, titulado 'Los trabajos de desagüe de las lagunas de Sierra Nevada: un largo despropósito medioambiental', Titos recoge que a lo largo de los siglos los lagos glaciares han sido objeto de verdaderos disparates que han puesto en grave riesgo el frágil equilibrio de los ecosistemas que forman las lagunas de la alta montaña nevadense, algunos de ellos tan recientes y conocidos para todos como la semidestrucción de la laguna de las Yeguas para convertirla en un embalse para abastecer la estación de esquí, la canalización de borreguiles para generar lagunas artificiales que alimenten los cañones de nieve y los casos históricos reflejados e investigados por Manuel Titos como los de la laguna del Caballo, Laguna Larga, la laguna Cuadrada, Chica y otras cubetas referenciadas por escritores e investigadores hace más de dos siglos.
El caso más significativo es el del desagüe de la laguna del Caballo, del que recientemente los investigadores Antonio Castillo Martín y Cristina Maldonado descubrieron el misterio que encerraba el canal que se había construido para llevar agua, al constatar documentalmente que había sido el primer caso de la historia de paralización de obras por motivos de protección ambiental y para no expoliar los recursos hídricos de la sierra. Titos confirma que el canal que, desde siempre, deja escapar el agua que acumula la laguna cuando llega a la altura del drenaje, fue realizado con la intención de llevar agua a los agricultores y cortijos de la ladera de Lanjarón, sin tener en cuenta que mermaban de forma considerable las filtraciones de agua a los acuíferos y los arroyos que desde esa zona llenan ríos como el Dúrcal.
«El 12 de febrero de 2016 me entrevisté con un agricultor, Francisco Pozo, que nació y vivió gran parte de su vida en el cortijo Ballesteros, en la parte alta del valle del Lanjarón. Aproveché la ocasión para preguntarle por el rebaje de la laguna a alguien que había vivido mucho tiempo en aquellos parajes. En mis papeles realicé aquel día la siguiente anotación: 'dice que, según él ha oído de toda la vida, la zanja la hicieron unos que llamaban los Candiles, que labraban un haza en Los Llanos, en el límite de Lanjarón y Cañar, a donde llevaban el agua por una acequia que se llamaba Mezquerina. Según él, la hicieron después de la Guerra (Civil), en un año de mucha sequía, pero no la llegaron a terminar porque antes de hacerlo subió gente de Dúrcal y les paró el trabajo porque el desagüe secaría las fuentes de su río. No sabe ni quiénes, ni cuántos ni con qué autoridad subieron», cuenta el historiador, que refleja en su trabajo las investigaciones de Castillo y Maldonado en las que se indica que fue en 1875 y no tras la Guerra Civil, cuando se hicieron los trabajos y que el gobernador civil de Granada ordenó la paralización de las obras. Este drenaje aún es perfectamente visible, y según los datos recabados por Manuel Titos, supuso reducir en 13.200 metros cúbicos la capacidad de almacenamiento de agua de la laguna y la reducción de casi la mitad de la superficie de la cubeta, que perdió algo más de 4.000 metros cuadrados de superficie.
Los disparates ejecutados sobre las lagunas de la Sierra ya fueron referenciados a principios del siglo XIX por Simón rojas Clemente y Rubio, que el 10 de agosto de 1804, a lo largo de sus viajes científicos en Sierra Nevada, describió que las lagunas de Hoyos Altos, Chica y las Chorreras Negras, tenían desagües realizados al mismo tiempo para regar las tierras de la dehesa de Dílar. Indicaba también que en esa misma época se abrieron canales en las de Cobatillas y el Panderón, que vierten en el río de Hoyas y Güéjar.
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El científico decimonónico señalaba que en la falda del cerro del Caballo hay otras dos grandes lagunas que miran a Lanjarón, la de Tajos Altos y la del Caballo. Titos comenta que con la denominación Tajos Altos puede referirse a Laguna Cuadrada que también tiene un antiguo canal atorado sobre el que discurre un sendero. «Es interesante comprobar que la de Hoyos Altos, que seguramente era la denominación de la de las Yeguas, también denominada Pozo Alto en el siglo XVIII, tuvo su desagüe para aprovechar sus aguas estancadas. La laguna Chica podría ser la actual laguna de la Gabata. Se hace referencia, además, a los drenajes de la laguna Cuadrada y los intentos de hacerlo con la Larga, en la cara norte de la sierra».
Toda una serie de actuaciones, unas conocidas y otras muchas que pudieron ser realizadas con anterioridad y no existen referencias documentales, señalan que el uso del agua de Sierra Nevada ha formado parte siempre de la actividad antrópica de la alta montaña granadina, pero no siempre han sido actuaciones con un mínimo grado de sostenibilidad. Ya en la segunda mitad del siglo XX la reconversión de la laguna de Las Yeguas en un embalse demuestra que el uso de los recursos no ha sido lo respetuoso que un espacio de alto valor ecológico como la sierra merecía.
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En el Archivo General de Simancas se conserva la documentación de «una propuesta de 1746, que no llega a ser ni siquiera un proyecto», dice Manuel Titos, en la que el ingeniero Juan de Medrano, plantea la posibilidad de construir un canal navegable entre Granada y Salobreña «aprovechando las aguas de los ríos que bajan desde Sierra Nevada y el agua que almacenan las lagunas de sus cimas». Este canal de unión entre la ciudad de Granada y el Mediterráneo fue entregado al marqués de Pozoblanco que lo remitió al marqués de Ensenada, que era ministro de Hacienda, Marina, Guerra e Indias, con dos planos detallados que muestran las lagunas y el recorrido del canal. Para salvar los 700 metros de desnivel se hacía a base de dársenas y exclusas, la primera en la ciudad junto al Genil, donde se dejaría ir parte del agua para regar la Vega y Loja; la siguiente en el río Tablate, que aportará sus aguas y las de la laguna de Bacares. Otra exclusa en el Valle, en el río que llama Lecrín, (podría referirse a Dúrcal e Ízbor) para continuar hacia la zona de Órgiva y confluir con el Guadalfeo, donde habría otra exclusa, y así hasta Salobreña, donde el canal termina a la izquierda del peñón y no en la desembocadura del Guadalfeo. Todo ello con el agua de las lagunas y los ríos de la sierra. Los responsables del ministerio calificaron la propuesta de descabellada, pero quedó reflejada en los archivos y hoy forma parte de la historia.
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