Cohetes en Granada
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Cohetes en Granada
La ciencia de volar una lataQuedan cinco minutos para las nueve de la mañana. Bajo los toldos del Club de Aeromodelismo Ciudad de la Alhambra, en Atarfe, hay cerca de 200 adolescentes trasteando todo tipo de cacharros. El bullicio es absoluto y el reloj manda: hay que estar listos en cuestión de minutos. El lugar parece el puerto espacial de Tatooine, el de 'Star Wars', por el calor desértico y, sobre todo, por la cantidad de idiomas que se hablan en pocos metros. Hay 26 equipos de 26 nacionalidades distintas. Y todos, sin excepción, están esperando el momento en que su cohete despegue al cielo.
«¡Buenos días!», saluda en inglés Miguel Cabrerizo, coordinador loca de la actividad y director de Producciones Científicas y Técnicas, una empresa spin-off de la Universidad de Granada. «Por seguridad, no lanzaremos ningún cohete si hay alguien fuera de la pista. La integración del CanSat se hará bajo la lona verde, por turnos. Y, por favor, cuando despegue, no perdáis de vista el cohete en ningún momento». CanSat es un juego de palabras que viene a ser algo así como 'satélite en lata'.
Y esta es la gran final europea que congrega a los mejores equipos del continente. ¿Cuál es el reto? La Agencia Espacial Europea (ESA) desafió a miles de estudiantes a diseñar, construir y programar un mini satélite del tamaño de una lata de refresco. Esas latas, lanzadas al cielo en cohetes, deben cumplir una doble misión: una general, de recogida de datos; y una original.
Los equipos que han llegado a Atarfe ganaron previamente los encuentros regionales y nacionales, abriéndose paso hasta la gran final, cuyo ganador se descubrirá mañana. «¿Todo listo? ¡Empezamos!».
El proceso es tan sencillo como espectacular: cada cohete va cargado con cuatro latas satélite. Una vez que cada equipo verifica que se han instalado correctamente, los cohetes se colocan en la zona de lanzamiento y, tras la cuenta atrás, despegan. El cohete asciende casi a un kilómetro de alto, donde se activa un paracaídas principal para que el dispositivo regrese sano y salvo a tierra. En ese momento, las latas, que pesan entre 300 y 350 gramos, se despliegan por el cielo con sus propios paracaídas y, en lo que dura la bajada –a una velocidad de 7 metros por segundo–, deben tomar los datos necesarios para cumplir las misiones.
El representante español de la competición es el IES Francisca de Pedraza, de Alcalá de Henares, Madrid. «Nos hemos complicado para dejar el listón de España lo más alto posible», dice Javier Burgos, profesor del centro que acompaña al grupo, con estudiantes de 3º y 4º de ESO. «Si te fijas, los nuestros son los más jóvenes de los participantes. ¡El resto les sacan medio metro!». La misión secundaria de los madrileños es diagnosticar la vida en otros planetas, capturando datos de CO2, rayos ultravioleta, presión, temperatura... Marcos y Eric se encargan del control de sensores y, además, desarrollaron la antena. Pablo programó el software y gestiona la información que reciben en los monitores. José diseñó la estructura del CanSat y se encargó de la impresión 3D. Iker está un poco en todo y es, también, el jefe de comunicación. Y Alba es la responsable del paracaídas y de la campaña en redes sociales.
«Es muy guay estar aquí –cuenta Alba–. Estoy sorprendida, pensé que habría menos chicas... ¡pero hay muchas! Lo mejor de todo esto es aprender. Nadie imaginaba que estuviéramos aquí hoy, con tanta gente de otros países con la misma pasión que nosotros. Es súper guay, muy inspirador». En ese momento, cerca de la mesa de Alba aparece Elsa Sánchez, coordinadora de programas educativos de la ESA. «Es inspirador ver a tantas chicas aquí –sonríe–. Las chicas hemos perdido el miedo y es bueno el cambio. Es increíble todo esto».
Porque Sánchez, que desarrolla su carrera profesional con brillantez en la ESA, es granadina y licenciada en Física por la UGR. «Esto es bonito porque es una actividad que inspira a los chavales a pensar que pueden hacer lo que se propongan. Ponemos en sus manos un proyecto real, son ingenieros y cumplen roles específicos. El resultado es apasionante», termina, mirando al cielo abierto de Granada.
«¡Preparados para el primer lanzamiento!», advierte Cabrerizo a su equipo mientras colocan el primer cohete en la pista. Los chavales observan alucinados cada movimiento, expectantes ante lo que está a punto de ocurrir. Entre el público está camuflado Luis Alcalá, director del Parque de las Ciencias de Granada, una parte fundamental de este proyecto. «El Parque tiene la oficina de recursos educativos de la ESA en España y es, para nuestro orgullo, la oficina más dinámica de Europa. De España, en CanSat, han participado más de 7.000 escolares. Es un privilegio traer aquí esta gran final».
Sobre la actividad, Alcalá confiesa su «envidia retroactiva». «Ojalá hubiera tenido yo algo así en mis tiempos... Es realmente increíble a nivel educativo. Demuestra que hay esperanza de futuro, que tenemos una juventud fantástica y unos profesores muy motivados».
Los ojos del aeródromo se clavan en el cohete. Todos hacen la cuenta atrás, apretando los puños. Tres, dos, uno... ¡Bum! El cohete vuela alto, nadie parpadea, los paracaídas se despliegan y los equipos aplauden. La misión ha sido un éxito.
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