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Elías González, rodeado por Alberto Baños y Manuel Martínez. J. E. C.
De Granada a la Antártida, en busca de los antibióticos del futuro

De Granada a la Antártida, en busca de los antibióticos del futuro

Elías González, de la UGR, pasará un mes en la Base Artigas, dentro de la misión internacional MicroAntartic

Jueves, 29 de diciembre 2022, 00:48

El jaleo en el Decathlon es el propio de las fechas. Elías González (Granada, 1993) muestra unos pantalones a un dependiente y este, de carrerilla, le pregunta que si son para regalo. Él dice que no, que son para él. ¿Y para qué los necesita?, sigue el de la tienda, como si estuviera leyendo un guion predefinido. «Para ir a la Antártida». La respuesta hace que los ojos del dependiente salgan de sus cuencas entre signos de admiración: «¿Para qué ha dicho usted?».

La pregunta la repite el periodista, horas después, entre las pipetas y los microscopios del laboratorio. «El 6 de enero viajo a la Antártida para, básicamente, buscar bacterias que puedan ser productoras de nuevos antibióticos». González es doctorando del departamento de Microbiología de la Universidad de Granada y forma parte del grupo Bio160, codirigido por Alberto Baños y Manuel Martínez, ambos presentes en la sala. Ellos son la parte granadina de MicroAntartic, un proyecto desarrollado junto a la Universidad de la República de Uruguay. «Estaré un mes en la Base Artigas, en la Isla Rey Jorge… Y pensar que todo empezó el día que mis padres me regalaron el libro 'Shackleton, el indomable'. Fue leerlo y surgió este proyecto».

Elías González. J. E. C.

Un dato para comprender de qué va esto: según la Organización Mundial de la Salud, la pérdida de eficacia de los antibióticos será la principal amenaza sanitaria de la humanidad en los próximos años. Para el año 2050 se prevé que las infecciones bacterianas sean la principal causa de mortalidad a nivel mundial, superando al cáncer. Por ello, resulta primordial conseguir nuevos antibióticos y moléculas eficaces para combatir a las cada vez más frecuentes bacterias resistentes.

«Esas cepas se pueden usar para nutrición, para conservar alimentos, para crear biosensores… o, claro, como antibióticos»

Alberto Baños

Doctor en Microbiología

Curiosamente, en los ambientes más extremos del planeta hay una gran diversidad de microorganismos que presentan propiedades biotecnológicas muy interesantes para originar nuevos antibióticos. «Empezamos con un proyecto con la Universidad de Kémerovo, en Rusia. La idea era crear un modelo similar a la estepa siberiana en Sierra Nevada. Aislamos diferentes cepas y obtuvimos resultados muy interesantes», explica Martínez. Así, el grupo está explorando ahora la posibilidad de transformar una de esas cepas en un probiótico para peces. «Esas cepas se pueden usar para nutrición, para conservar alimentos, para crear biosensores… o, claro, como antibióticos», añade Baños.

Pero para llegar a esos resultados primero hay que remangarse o, mejor dicho, abrigarse muy bien. «Por eso voy a la Antártida, para hacer la ciencia básica», dice Elías González.

Seis años

J. E. C.

El viaje es el fruto de seis años de trabajo, junto a la doctora Verónica Saravia, de la Universidad de la República de Uruguay. «Es lo más parecido a ir a otro planeta», bromea el investigador. Allí recogerá muestras de agua y de guano (excremento) de pingüino con los que hará una primera siembra. El objetivo es traer miles de cepas para su estudio aquí, en los laboratorios de la UGR, y todos los resultados serán compartidos con la comunidad científica internacional. «Aunque allí, en la base, cada día te indican de qué tarea te encargas ese día: limpieza, cocina… Es lo que se conoce como espíritu antártico, al no ser de ningún país todos nos ayudamos entre todos».

«Si encontramos enzimas que funcionen bien en frío, podría usarse en detergentes y rebajar la tarifa energética»

Manuel Martínez

Catedrático de Microbiología

La intención es que esta sea una misión de avanzadilla y que, en los próximos años, otros miembros del grupo puedan ir también a la Base Artigas. «Lo que traiga Elías –apunta Martínez– son años de trabajo. Esas muestras son tesoros que no sabemos cuál será su uso potencial. Y tampoco hay que descartar las enzimas que funcionan en frío, enormemente interesantes. Por ejemplo, en detergentes: los que usamos llevan enzimas que funcionan a temperaturas de 40 o 50 grados para eliminar las manchas. Si encontramos enzimas que funcionen bien en frío, podría rebajar la tarifa energética considerablemente». Baños, a su lado, asiente: «En la ciencia hay un punto de suerte. Pero si no vamos, nunca vamos a encontrar un buen resultado».

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