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Un grupo de mujeres con vestidos de gitana, ayer por la Carrera de la Virgen. Pepe Marín
El Corpus que nunca fue

El Corpus que nunca fue

En condiciones normales, unos estarían ya para el arrastre, roncos y ojerosos, después de amanecer en el Real de la Feria

Jesús Lens

Granada

Miércoles, 10 de junio 2020, 01:31

En este año de tiempo suspendido, volvemos a no celebrar unas fechas señaladas, entre la extrañeza y la estupefacción. El Corpus, sin ir más lejos. En condiciones normales, unos estarían ya para el arrastre, roncos y ojerosos, después de amanecer en el Real de la Feria. Otros estaríamos de lo más ilusionados, planeando una escapada a la playa, a la Alpujarra o al Geoparque. Cuestión de gustos.

Pero, miren ustedes por donde, como este año no hay Corpus, lo estoy echando de menos. No. No es ironía. Es completamente cierto. Veo las fotos de esos guisos caseteros y salivo sin contención. ¡Si es que hasta fresquito hace estos días! Que no me digan si no es malafollá. Leo a quienes debían ser los protagonistas de las fiestas y me solidarizo con ellos: qué rabia da poner cariño, trabajo e ilusión en un proyecto y ver que, por razones de fuerza mayor, no sale adelante.

Echo de menos el colorido de los vestidos de gitana, los claveles y las mantillas. Los botos y los coches de caballos por mitad de mi Avenida de Cádiz, tintineando, los cascos chocando contra el asfalto. ¿Se puede echar de menos algo que, por lo general, te da igual y te trae sin cuidado? Sí. Se puede.

Este año sería capaz de subirme en alguno de esos cacharros que siempre he considerado instrumentos de tortura surgidos de lo más profundo del averno, tan miedica como soy. Compraría boletos para una rifa y trataría de encestar los balones de baloncesto en esos aros diminutos para llevarme un peluche. Me tomaría un vino dulce de caravana nómada, subiría en los coches de choque y saludaría a la peña por las casetas. Me dejaría caer por Las Titas, a mediodía o después del anochecer. «¿Dónde están mis amigos?», se preguntaba Robe Iniesta. «Todavía confinados, pero con motivo»; cabría responder.

Va terminando esta primavera sin Semana Santa, sin baloncesto y casi, casi sin alergias. La primavera más extraña de nuestras vidas. Una primavera sin Tarasca, cabezones ni carocas de nuevo cuño. Una primavera en la que, al escuchar la palabra Corpus, pensamos más en el corpus delicti que en el Corpus de toda la vida.

Ansiamos lo que no tenemos, lo que nos parece inaccesible. Echamos de menos lo que perdimos, lo que dejamos escapar y no supimos valorar en su momento. Ya falta menos para la primavera del 2021. Corpus incluido.

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