![Tres chicas se hacen un 'selfie' en la portada del recinto ferial.](https://s2.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/201906/22/media/cortadas/_DSC0814-kipD-U805836877017RF-624x385@Ideal.jpg)
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ÁNGELA MORÁN
Granada
Sábado, 22 de junio 2019, 02:08
Ayer no solo fue viernes, es la semana del Corpus y Granada dio el último empujón antes de despedir su gran fiesta. Los taxistas se frotan las manos, están haciendo su particular agosto y aunque dicen tener miedo a los borrachos por algún indispuesto que ... hace de las suyas en el coche, también celebran el Corpus. Es una ocasión especial y los trajes, como no podía ser de otra manera, son de gala. En la era de los 'selfies', la calle principal, la Zambra, la que luce su portada de luces con postín, se ha convertido en el paseo de la fama de los 'influencers', esos que utilizan la red social Instagram para darse a conocer y presentar sus modelitos más estudiados. Vestidos de faralaes, pantalones remangados y trajes de chaqueta son el conjunto estrella, aunque los que han elegido este último pasaron algo de calor, ayer hizo más de 30 grados en el recinto ferial del Almanjáyar pero hay que estar elegantes para la ocasión, «que el Corpus sólo se celebra una vez al año». «¡Desde abajo! ¡Más atrás! «Espera a que pase este y la haces», se escucha en el 'photocall' más famoso de la feria. Cómo si eso fuera posible. Después de 'este' vendrán cuatro más y el fotógrafo de turno aguantará el tipo como pueda. Es viernes de Corpus y es día de celebrar, no de discutir. Ya tenemos la foto y nos adentramos en la ciudad de las luces y los farolillos. Las casetas están abarrotadas pero no es excusa para no entrar, todas tienen un 'hueco' para los recién llegados y es que si hay palito de ron, manzanilla, rebujito o cerveza, «cualquier caseta es buena», dicen unos chaveas que llegan en autobús.
Hace calor y la gente tira de abanicos, algunos cuidadosamente elegidos para que hagan de complemento perfecto para el vestido, otros de publicidad pero hacen la misma función. Sevillanas, reggaeton, pop, rock y un sinfin de estilos musicales suenan en los altavoces de las casetas, y a estos, se une el himno del Granada. Es la fiesta del ensalzamiento granadino y no olvidemos que el Granada es de Primera, y la Primera se baila mucho. Desde niños a mayores la sevillana también se práctica. «Cojo la manzana, la muerdo y la tiro», y aunque no siempre sale bien, con echarle arte y gracia se resuelve la papeleta.
La Zambra, Los Caseteros, La Caña, La Reja, El Polo, Verdiales, cualquier calle es buena para comer, que no todo va a ser beber. El ferial desprende aroma a paella que, además, es motivo de concurso. Los 17 montan una cata de este plato y la gente no duda en acercarse a la improvisada barra. Las componentes del jurado lucen orgullosas sus mantillas colgadas de peinetas de cartón «pero muy resistentes, llevamos treinta años de peineta», explican las mujeres. Pero no sólo arroz; carne en salsa, patatas asadas, perritos o bocadillos se cocinan en los 'fogones' del recinto ferial. Los carros de caballos adornados con pompones, florituras y cascabeles pasearon por las calles como los verdaderos reyes de la fiesta pero ojo, siempre respetando las señales que se han colocado para regular el 'tráfico' a cuatro patas. Tras la vuelta oficial es hora de descansar y observan, con algo de vergüenza ajena, como los humanos intentaban seguir el ritmo de las canciones. El ferial está lleno de color y lunares, todo un despliegue de 'postureo' perfectamente estudiado porque no sólo los granadinos son los que se visten para la ocasión, La Pedrería y la Polvarea, La Rebotica, Viva la Pepa, La Casa de Motril, la Montera, Caja Rural o la Malafollá, entre otras muchas, aportan esencia a la feria con sus sillas de colores, flores, Fajalauza y estampas toreras. Incluso las muñecas de las niñas se quisieron ambientar. Ellas paseaban con sus 'bebés' cogidos en brazos vestidos de volantes y con clavel en la cabeza –pegado con cinta aislante, estos todavía no tienen pelo–. Entre todo el jolgorio se escuchó un llanto. Era un niño que había perdido su globo, echó a volar y su madre intentaba consolarle señalando un puesto de juguetes. Es Corpus y si hay que gastar un poco más de dinero en que los niños sean felices no existe mejor ocasión, El Ratón Vacilón, el Barco Vikingo, el Tren de la Bruja, Alcatraz o el Gran Prix están para eso aunque este año, igual que el anterior, la noria ha faltado a la cita. El que no quiso perderse la celebración fue el nuevo alcalde. Luis Salvador acudió a la caseta La Bien Pagá para comer y, entre saludo cordial y abrazo espontáneo, también hubo alguna foto, nadie quería irse sin su retrato con el nuevo edil.
Pasan las horas y comienzan a aparecer ciertos matices que, a pesar de no ser tan bonitos, son característicos de esta fiesta. Es el olor de los baños, sí, es una realidad que no se puede obviar. Las colas a cierta hora de la tarde empiezan a ser interminables y el suelo de las casetas empieza a coger parecido con un barrizal. Asimismo, esta imagen se completa con un par de sombreros tirados en el suelo que también son un complemento de lo más recurrente para los señores en estas fechas. Mucho sol y caballos, factores determinantes para elegir atuendos imprescindibles.
Llega la noche y los porteros de las casetas sacan pecho y empiezan a descartar a los que «se han pasado bebiendo». Las luces se encienden y aparecen los cubatas, ya habían tenido protagonismo durante la tarde pero ahora se han coronado. A seis euros de media entonan las sonrisas que caracterizan la feria. Quedan muchas horas por delante de fiesta y al volver a casa «nos iremos en taxi», sostienen la mayoría de asistentes. Esto nos lleva al principio de la crónica, los taxistas. Ellos resolveran el círculo que empezó a mediodía y se alargó hasta la madrugada. Una feria redonda para los granadinos que año tras año, saca lo mejor de sí misma.
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