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Ángel Mengíbar
Martes, 6 de junio 2023, 21:50
El olor de los buñuelos recién fritos, el crujiente de las garrapiñadas o la sensación del algodón de azúcar deshaciéndose en la boca. Pequeños placeres de Corpus que jamás pasarán de moda. La feria de Granada no pasa sin sus delicias particulares que encandilan por ... igual a pequeños y grandes. Algunas con más historia que los propios feriantes que las cocinan y las venden tras su barraca.
En el paseo previo a alcanzar la portada, varios puestos dan la bienvenida a la feria. No hay granadino al que no se le vayan los ojos detrás por su colorido y los olores que desprenden al exterior. Varios de ellos pertenecen a Antonio y Asunción. Bajo el nombre comercial de Los Mellizos su familia lleva toda una vida vendiendo dulces en ferias. Por supuesto, la del Corpus no iba a ser una excepción.
«Fíjate si llevo años en esto que empecé a vender con mi padre desde que era in crío. Entonces la feria estaba en el Violón», reconoce Antonio Ramírez a IDEAL. Tiene 65 años y se define orgulloso como feriante, oficio que lleva en la sangre por tradición familiar. No ha faltado a ningún Corpus en el recinto de Almanjáyar, donde despacha las delicatessen de toda la vida. «Algodón dulce, turrón, rosetas, regaliz, manzanas caramelizadas... pero lo que se lleva la palma son las barretas de feria. Nunca fallan», aclara.
Conocido en otros lugares como guirlache, son tabletas compactadas de diversos frutos secos. La receta es simple: almendras, garrapiñadas o piñones fritos con azúcar y miel. Una combinación deliciosa que nunca falta en las ferias. «Lo aprendí de mis abuelos. El truco está en detectar el punto ideal en la sartén. Tiene su miga», puntualiza Antonio. En su puesto también hay hueco para las patatas fritas, saladitos de queso u otros snacks. «A la gente también le tira lo salado. Al final te tienes que actualizar y ofrecérselo», concluye.
El rosa, el azul, el verde o el amarillo adornan el quiosco de Patri y Sandra. Esta madre e hija procedentes de La Zubia no paran de despachar el otro producto estrella, si no el que más, del Corpus granadino: el algodón de azúcar. «Los colores vivos llaman mucho la atención de la gente. Hay que elegir bien el colorante y procurar que salga un buen palo de algodón», reconoce Patri Vargas. La parte superior de su puesto está llena de pequeños cubos que atraen a niños, padres y abuelos. El dulce no lo rige el DNI.
A sus 52 años no se ha dedicado a otra cosa salvo a vender en ferias. «Esto es una profesión a la que te dedicas desde pequeña y porque te la enseña tu familia. De tanto años se le coge cariño. La feria tiene sus cosas buenas», añade. Entre barracas se ha criado desde pequeña y entre barracas seguirán vendiendo hasta que llegue el momento de dar un paso al lado. Su hija se ha desviado por otro camino, pero aprovecha su tiempo libre para ayudar en el negocio familiar. Una dulce dedicación que alegra los paladares del Corpus de Granada.
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