La capital granadina nunca ha sido carnavalera, de hecho, las fiestas de máscaras de cada febrero casi siempre han pasado sin pena ni gloria por la ciudad. Pero eso sí, hubo un momento en el que el recinto ferial de Almanjáyar se convertía en el mejor escenario para los bailes de disfraces y los pasacalles más festivos, sacando el Corpus la vena carnavalera más escondida de la ciudad.
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La culpa de esta original costumbre, que tan popular se hizo en los años ochenta y noventa en el ferial, la tuvieron los propios caseteros. Fueron los años dorados para este movimiento social, cuando el recinto de Almanjáyar superaba el centenar de casetas y había, incluso, lista de espera de grupos de amigos para levantar sus propias casetas en el Corpus. Aquellos años a las casetas tradicionales se entraba solamente si se llevaba una invitación y cualquier noche era habitual ver largas colas en sus puertas.
Aquellos años nacieron costumbres caseteras que, con el paso de los años, han desaparecido en la mayoría de los casos, siendo la más peculiar de todas los disfraces. Aún hoy, décadas después, los caseteros se acuerdan, con mucha añoranza, de ver a los socios de La Pedrería vestidos de majorettes, a los de La Castañuela improvisando una corrida de toros, o la celebración de fiestas temáticas las noches de los días más 'flojos' del ferial. Desde fiestas ibicencas o caribeñas, a otras árabes o flamencas, en las casetas ha habido de todo. Algunos años, incluso, las socias de casetas como Los 17, decidían hacerse trajes flamencos para ir todas vestidas igual a la feria. Y no faltaban los 'bautizos caseteros', disfrazando de bebés a los nuevos socios. Hoy en día han desaparecido, casi completamente, esas notas de color y solamente las mujeres con trajes de volantes y los caballistas con sus atuendos tradicionales dan un toque pintoresco a las calles del recinto.
Este año que no hay feria son muchos los recuerdos que afloran en la mente de los caseteros, entre ellas curiosas costumbres como las 'batallas' entre los socios de La Volaera y La Ruina. Un año, incluso, los socios de La Volaera se presentaron subidos en un tranvía para visitar a sus buenos amigos caseteros.
En la caseta El Farol nunca faltó el buen humor y las ganas de disfrazarse o imitar programas de televisión. Sus socios igual se vestían con indumentarias caribeñas que con trajes de legionarios para participar en la degustación de 'leche de pantera'. O en la caseta La Alboreá, durante muchos Corpus, se inauguraba la feria con el salto de la reja. Los socios, algunos disfrazados, entraban escalando la cancela. La tarde de 'palomitas y fandangos' de La Algazara, concursos gastronómicos o de canta y baile en muchas casetas, eran actos tan habituales como las cenas de socios o las fiestas infantiles para los más pequeños. Muchos años no faltó, incluso, misa. Fue la caseta Viva la Pepa la primera que celebró una. Finalmente, desde el arzobispado se prohibieron estas celebraciones religiosas en la feria. Algunas casetas llegaron a montar, incluso, coros rocieros.
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Otro acto perdido, y que en su momento no faltaba en muchas casetas, era la entrega de distinciones a entidades o personas que se habían destacado por su apoyo a la feria o la ciudad. Generalmente jugaban con el nombre de la caseta, y así se entregaban el 'Machaco de oro', la 'Bien Plantá, 'Estribo de oro', 'Gitanillo de oro' de El Aljibe, 'La Pañoleta de la Amistad', 'Porque si' de La Polvarea, 'Masmola de oro', etc. Recuerdos de la feria.
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