Ángel Mengíbar
Martes, 28 de mayo 2024, 22:01
De casta le viene al galgo. Isidro y Diego cumplen la regla, aunque ellos no sean muy conscientes todavía. A sus 5 y 6 años de edad, manejan al caballo igual o mejor que sus juguetes. Proceden de una familia ecuestre afincada en Las Gabias, ... lo que les permite ser alumnos aventajados sobre el albero. Sobre todo, por la tierra del ferial de Granada. Pasean por sus calles causando furor entre los feriantes, que no pueden creer lo que ven. Párvulos haciendo sombra al mismísimo Curro Jiménez. Tan solo les faltan las patillas... Aún no les han salido.
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Sombrero plano, chaquetilla, fajín y espuelas. No les falta detalle a los pequeños que maravillan al Corpus desde su entrada triunfal por la falsa Puerta de la Justicia. El sol abrasa a primera hora de la tarde, pero no impide la marcha de las bestias por la calle La Zambra. Sobre sus lomos, dos chiquillos. Cada uno con su flamenca. Y a los familiares se les cae la baba. «Nuestra vida son los caballos. Nos dedicamos al mundo de la hípica y la doma. Nos viene de familia e intentamos transmitirle la afición a nuestros hijos», explica a IDEAL el padre del pequeño, Isidro Taboada.
Como buen entrenador, corrige las maniobras del infante para mejorar su marcha con el corcel. A su lado se encuentra Pedro Córdoba, padre de Diego. Ambos progenitores son compadres. Unos apasionados de los caballos y del Corpus. «Recuerdo cuando nuestros padres nos traían con los animales a la feria. Es una tradición bonita que no queremos que se pierda. No basta solo con montarse y probar. Hay que aprender dando unas lecciones. Nosotros competimos», detalla.
Junto a Diego e Isidro, Marieta y Ariadna también disfrutan del paseo desde las alturas. Prácticamente les doblan la edad, pero la confianza en los jinetes es plena. Ataviadas con su traje de flamenca completan la estampa que nadie se quiere perder. Medio Corpus entre caseteros y público general sale a su paso por las calles del 'Real'. Móviles al cielo y 'flash' a discreción. «¡Están pa' comérselos!», se escucha entre el trote de los caballos. Son los auténticos protagonistas de la tarde. Y las madres, encantadas.
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«Son muy pequeños e impresiona verlos subidos en un animal tan grande. Nos da respeto, pero lo llevan bien y estamos con ellos en todo momento. Como madres nos toca sufrir, pero también disfrutamos viéndolos. A ellos les encanta», comenta Encarni Morales, progenitora de Isidro. Después de un bonito recorrido, toca arriar los caballos y refrescar la garganta en la caseta Aires de Fiesta. También para ellos. «El bienestar de los caballos es máximo. Los cuidamos mucho. Los traemos bebidos y comidos. Y ahora volverán a hidratarse antes de volver a casa», aseveran los compadres. Porque el respeto forma parte de la tradición.
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