Feria de Granada

El legado de las 'perdices' del Corpus

Ninguno de los dos llegan a la treintena de edad, pero llevan más ferias encima que muchos. Toda la vida han visto a su padre y a otros familiares vendiendo 'perdices' en la feria de Granada. Un trabajo que implica trasnochar, abrasarse manos y cara, o cargar sacos y bombonas de butano día sí, día también. Un sacrificio que han aprendido desde niños.

«Mi padre lleva más de media vida con el puesto en el Corpus. Este año ha sufrido unos problemas físicos que le han impedido trabajar. Así que ha aprovechado para cedernos el sitio y que vayamos tomando el relevo. Se quiere jubilar y nosotros nos quedaremos al frente», comentan a IDEAL. Sirven la patata clásica: aceite, sal y pimienta. También la combinan con salsas y varios complementos. Siempre al gusto del cliente. Algo que está suponiendo un problema.

«Ya tuvimos lío el año pasado. No nos dan facilidades para instalar un pequeño kiosko con refrigerador y nos ponen pegas para vender alimentos que no están conservados al frío. Al final vendemos la 'perdiz' sin salsa, que no se vende tan bien», critican. Además, los paperos denuncian las arquetas inundadas junto a sus puestos entre otros problemas de salubridad. «No tenemos nuestro espacio en condiciones para la venta», añaden.

A pesar de todo, los jóvenes paperos cogen las riendas con ilusión. La misma con la que su padre se ganó la vida hace más de 30 años. Un oficio sacrificado para el disfrute de todos los granadinos.