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Santa Marta, el dragón, cabezones, charanga y mucha gente con ganas de Tarasca, en Mesones.

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Santa Marta, el dragón, cabezones, charanga y mucha gente con ganas de Tarasca, en Mesones. PEPE MARÍN

La maravillosa cabezonería de la Tarasca

Miles de niños grandes y pequeños se saltaron el cole para disfrutar de una de las tradiciones más divertidas de Granada: Santa Marta, el dragón, los gigantes y los cabezudos

Miércoles, 29 de mayo 2024, 15:53

Cuenta la leyenda que cada miércoles de Corpus Santa Marta se pasea por las calles de Granada a lomos de un dragón milenario. La heroína, una suerte de princesa empoderada salida de una película de Disney y vestida a la última moda, va acompañada de otras criaturas mágicas como gigantes y cabezudos que parecen personajes de un cuadro de Goya -o de 'Ataque a los Titanes', para los modernos-. Un emocionante y divertido pasacalles que ningún niño pudo ver porque había clase. Bueno, ningún niño cuyos padres trabajasen y no tuvieran manera de hacer que sus hijos se saltaran el colegio. Es decir, que todos los niños -miles y miles- que pululaban por la Plaza del Carmen, Reyes Católicos o Mesones para ver la Tarasca hicieron pellas. Los otros, los que estaban en clase, se preguntaban ¿por qué Fulanito y Menganita pueden ir y yo no? Y, lo más importante, ¿por qué no se hace por la tarde? ¿Por qué esa cabezonería de hacerla por la mañana en un día lectivo? Ah, el misterio.

Lo cierto es que la Tarasca fue maravillosamente divertida. Qué ambiente tan alegre y formidable a lo largo de todo el recorrido, una fiesta que no bajó ni un momento los brazos gracias al ritmazo de las charangas Llena que nos vamos, Los apaches y Vaso largo, que estuvieron espléndidos. Tanto como los payasos y acróbatas que, pese a la abrumadora solana, no perdieron la sonrisa ni un segundo. Oda especial para los portadores de cabezones y gigantes, que se merece la cerveza más grande y más fresquita del ferial.

Golpes y risas. PEPE MARÍN
Imagen principal - Golpes y risas.
Imagen secundaria 1 - Golpes y risas.
Imagen secundaria 2 - Golpes y risas.

Pese a que el pasacalles comenzaba a las doce del mediodía, los curiosos fueron agolpándose en la plaza desde antes de las once. «Vengo con mi abuela a ver la Tarasca, que me trae todos los años», contaba emocionada Eva, de 9 primaveras. Dentro del ayuntamiento, las identidades secretas de los cabezudos dejaban que algunos niños se probaran sus cabezas. «Llevo un par de años saliendo y es muy divertido, la verdad. Hace calor, pero merece la pena», decía Edu, el Gitano Cabezón. A su lado estaba Eusebio Rodrigo, jubilado de 80 años y amante de la fotografía. «Llevo 50 años haciéndole fotos a la Tarasca, al Corpus y a la Semana Santa. ¡No me lo iba a perder!».

En la puerta del Ayuntamiento, cuatro amigas reían nerviosas mientras observan las reacciones de la gente. Son Arantxa Orantes, María Rosales, Marta Cano y Noelia, el equipo que ha vestido, maquillado y peinado a la Tarasca. «Estamos muy orgullosas, la verdad. Hemos hecho una Santa Marta guerrera, una mujer salvando al pueblo», afirmó Orantes.

¡A la calle!

Ambiente durante el desfile. PEPE MARÍN
Imagen principal - Ambiente durante el desfile.
Imagen secundaria 1 - Ambiente durante el desfile.
Imagen secundaria 2 - Ambiente durante el desfile.

En cuanto los payasos, acróbatas y músicos pusieron sus enormes pies en la Plaza del Carmen, la fiesta corrió cuesta abajo y sin frenos. Miles y miles de granadinos se repartieron por Reyes Católicos, Gran Vía, Cárcel Baja, San Jerónimo, Romanilla, Trinidad y Mesones. Un ambiente que se hizo especialmente mágico en las calles más estrechas, donde los golpetazos de los cabezudos sonaban de escándalo. «¿A que no me das?», retaba Marco, de seis años, presumiento de gorra de Spider-Man. Como él, otro montón de zagales que creían en sus habilidades para esquivar los golpes. Pero no. Los cabezudos son muy cabezudos y siempre dan a su objetivo. Ni siquiera Guillermo, de 8 años, pudo evitar el ataque. «Vengo con mi escopeta de juguete, para defender a la abuela», dijo muy serio.

Esta era la primera Tarasca de Míriam, de 5 años, y la de Sofía, de 8. Ana, a punto de los 9, sí que ha venido más veces y siempre la ve en Mesones, que estaba a rebosar. «Me recuerda a la cabalgata de los Reyes Magos», dice la pequeña. Y tiene razón, hay mucha ilusión por las calles. Solo que en vez de paraguas para coger caramelos, hay señoras y señores -pocos, la verdad- que mencionan a las madres de los cabezudos con términos malsonantes por golpear a sus hijos con los globos. Que hay que tener ganas para ir a la Tarasca a decir palabrotas e insultos.

Pero que no decaiga el buen rollo, que fue lo que reinó durante todo el recorrido. Qué bonito el tramo final, abarrotado de familias. Entre tanta y tanta gente destacaba Loli, casi llegando a Puerta Real, una niña de 81 años que esperaba sentada en una silla con una mirada eterna. Puede que la memoria le falle, maldita sea, pero su sonrisa templada y sincera erizó el vello de media Granada.

La Tarasca llegó a la Plaza del Carmen a ritmo de 'A quién le importa', canción que bailaron pegando brincos Arantxa Orantes, María Rosales, Marta Cano y Noelia, las culpables de que Santa Marta haya salido tan guapa este año. «¡Conseguido! Esto solo se puede entender en Granada, ¿verdad?», decía Orantes.

Y sí, la Tarasca es esa tradición tan nuestra, tan de Granada. Porque, ¿qué puede tener más malafollá granaína que sacar dragones, gigantes y cabezudos mientras los niños están en el colegio? Esos niños se merecen un monumento. Va por ustedes.

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