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F. MARTÍNEZ PEREA
Viernes, 20 de junio 2014, 01:52
«¡Madre mía, qué ambiente!». «¡Qué espectáculo de plaza!». «¡Qué expectación!». «¡Grande José Tomás, que consigue algo así!». «¡Lástima que no se prodigue más!». Estas y otras muchas frases, con el entusiasmo desbordado y el ánimo presto y dispuesto a vivir todo tipo de emociones, formaban parte del paisaje de la plaza minutos antes de que sonaran clarines y timbales para saludar el comienzo de la feria del Corpus 2014, que era también el comienzo de la andadura del fenómeno de Galapagar por los ruedos españoles -andadura corta, pero intensa- tras su reaparición hace unas semanas en México.
Grande el espectáculo, sí, y grande la ilusión de todos, deseosos de rendir su admiración ante el toreo del mito, de vibrar con todo, hasta con el más mínimo detalle, de claudicar ante la demostración portentosa de valor en cada lance, de sacudirse los más íntimos sentimientos a golpe de estética. José Tomás, el deseado, en pleno paseíllo y, sin hacer todavía nada, con la gloria ya alcanzada, que es uno de los grandes privilegios que tienen los elegidos para empresas poco comunes entre los comunes. Fervor desatado en tarde de altas temperaturas, la climatológica y la pasional. Y en medio de todo, tras el paseíllo, una frase casi impertinente: «¡Ojalá no haya más ruido que nueces, que aquí quien manda es el toro y si no está por la labor....» «¡Hombre, no sea usted malage!», le reprochó una señora.
Pareció casi un mal presagio, pero solo eso, afortunadamente. Y eso que el drama, horas después casi se suma al espectáculo. Y con José Tomás como actor estelar de una cogida, espeluznante, que sembró la angustia en los tendidos . Un suceso que no hizo sino engrandecer la propia leyenda del torero, quien tras redondear una faena sensacional al complicado quinto cometió el error de perderle la cara al burel y fue volteado de mala manera. Quedó el madrileño inerte sobre el albero y se temió lo peor. La impresión primera era que tenía una cornada en el costado y que la gravedad podía ser extrema. Los minutos se hicieron eternos hasta que un ruidoso murmullo confirmó lo que nadie podía ni imaginar y todos deseaban: José Tomás, pálido y maltrecho, salía de la enfermería para despachar al toro, en ese momento todavía en manos de 'Finito de Córdoba'. Atronadora la ovación para el genial torero, que no acertó en su primer intento, pero que pudo al fin despenar al burel tras una estocada casi entera y un certero descabello. Demostración, una más, de vergüenza torera y valor por arrobas. José Tomás en estado puro y en ejercicio de lo que es, un auténtico figurón del toreo.
Fue, sin duda, lo más emotivo de una tarde que tuvo ruido, sí, mucho ruido, pero también muchas nueces en la cosecha artística. Y con José Tomás, siempre José Tomás, como protagonista destacado. Porque el madrileño, ya antes de que devolvieran a su primero toro, quiso demostrar que esa su leyenda, plagada de episodios gloriosos y también de dramatismo -la épica siempre ha ido de la mano de este artista único y singular- tiene todavía muchos capítulos por escribir. Todos los que él quiera habida cuenta de que esa su fuente inagotable de sensibilidad y sentimiento, de espontánea inspiración y de estoico valor, sigue siendo un manantial caudaloso. Lo volvió a demostrar, en Granada, en tarde de gran compromiso, ante sus incondicionales, que son todos los que lo siguen, y los que suma cada vez que se viste de luces. Imponente su recibo capotero al castaño de Domingo Hernández devuelto por su manifiesta invalidez. Y no menos imponentes las verónicas a pies juntos al segundo bis, un jabonero de Juan Pedro Domecq con cierta nobleza y clase, pero también algo flojo. Un saludo que tuvo posteriormente el refrendo de una faena sencillamente primorosa por las pausas, por la inteligencia del diestro y por algunos pasajes de toreo purísimo que encandilaron al respetable. Por encima del toro José Tomás, que mató de estocada entera y descabello y paseó la primera oreja de la tarde.
José Tomás
Aunque José Tomás, tras salir de la enfermería para matar al quinto toro de la tarde, de Victoriano del Río, no hizo ademán alguno de dolor y se mantuvo en el ruedo hasta que finalizó la corrida, tuvo que ser sometido a un examen radiológico poco después por recomendación del equipo médico del doctor Pablo Torné. El diestro madrileño fue trasladado al Hospital Clínico de San Cecilio, donde le apreciaron «fractura con desviación de la séptima costilla izquierda», de pronóstico menos grave. También fue atendido en la enfermería al final del festejo de una contusión craneal de la que se recuperó rápidamente y de otra contusión en el hemitórax izquierdo, por la que se le aconsejó el citado estudio radiológico. El pronóstico es menos grave y José Tomás no tendrá problemas para afrontar su compromiso del próximo domingo en León.
Pero la traca llegó con el quinto, un toro complicado que pedía firmeza y que la encontró de principio a fin. Muy quieto, muy firme y muy cerca siempre el torero. Soberanas las verónicas, escalofriantes las chicuelinas y supremos los remates. Rugió ya la plaza. Se barruntaba algo grande después de que el toro de Domingo Hernández, muy serio, pasara por la jurisdicción del varilarguero. Quería el maestro de Galapagar que el burel llegara al último tercio con las fuerzas suficientes y lo dejó entero. Brindó la faena al respetable y comenzó a estructurar una faena de altos vuelos iniciada con tres estatuarios marca de la casa, es decir, enormes. Y después, sin solución de continuidad, todo un recital, Facilidad, firmeza, hondura, estética suprema y dosis masivas de valor sereno. Lío grande del madrileño, que cometió el error, como ya queda dicho, de perderle la cara a su oponente porque los genios también tienen deslices. Y ocurrió lo ya descrito: el toreo hecho épica y José Tomás aclamado por una plaza rendida a su magia y a su gallardía. Palmas por bulerías y emoción, mucha emoción, compartida por el propio espada. Y Granada, una vez más, en el centro de toda esa demostración de torería. Porque José Tomás, salió de la enfermería con una contusión craneal de la que se recuperó rápidamente, pero también con una contusión en hemitórax izquierdo, según el parte médico emitido por el doctor Pablo Torné, quien recomendó al diestro un examen radiológico en el Hospital Clínico San Cecilio, donde le diagnosticaron una fractura con desviación de la séptima costilla izquierda, de pronóstico menos grave.
'Finito' y Cerro
Naturalmente, la corrida tuvo otros dos protagonistas, aunque en papeles más secundarios. Uno de ellos, Juan Serrano 'Finito de Córdoba', tuvo el peor lote y, aunque más entregado que otras tardes y con momentos de enorme torería, especialmente en el inicio y final de su primera faena, no terminó de redondear. Su primer toro, aunque con un pitón derecho que le permitió gustarse en varias series largas y profundas, tenía muchas teclas que tocar y todo su trasteo tuvo altibajos. Con el otro, rajado, quiso más de lo habitual, pero sin que su esfuerzo tuviera calado en los tendidos. Mató mal, además, a sus dos toros.
Rafael Cerro, que está recién doctorado y que apunta cosas muy buenas con capote y muleta -se ve en sus conceptos artísticos la mano de su maestro y mentor, José Ortega Cano- no quiso ser un invitado de piedra en la corrida que ha centrado el interés nacional en los últimos meses y aprovechó como mejor supo y pudo la oportunidad. Demostró valor, demostró ganas, se peleó con sus dos astados -uno, el primero, con bravura y transmisión y el otro también con picante pero con menos clase- y consiguió al final lo que quería: triunfar y compartir Puerta Grande con un fenómeno de la talla de José Tomás, algo con lo que seguro no podía ni soñar hace tan solo unos meses cuando tomó la alternativa en Navalmoral de la Mata, su pueblo natal. El extremeño puede funcionar si maciza su toreo y demuestra siempre las mismas ganas.
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