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F. MARTÍNEZ PEREA
Domingo, 22 de junio 2014, 01:31
No era, sobre el papel, la corrida de mayor atractivo para el gran público -sí lo tenía para los aficionados- ni la que, por tanto, podía repetir otro lleno en la Monumental de Frascuelo, aunque sí hubo una gran entrada porque solo el abono garantiza dos tercios largos del aforo. Pero lo cierto es que la corrida de los sevillanos, uno de Salteras y los otros dos de Gerena, no defraudó en absoluto, sino todo lo contrario. Y es que al magisterio artístico de un Manuel Jesús 'El Cid' con la moral y la ilusión recuperada y las ideas claras, se sumó el empuje de un Manuel Escribano que salió dispuesto a justificar de la mejor manera su inclusión en los carteles -entiéndase con ofrenda de todo lo mucho que es capaz de hacer- y un Daniel Luque que está en un momento dulce, centrado, con el oficio ya aprendido y, además, con una gran ambición y madurez.
Así pues, un ilustre veterano, con recursos para alcanzar altas cimas artísticas, y dos auténtico gallos que no se dejan ganar la pelea y que están donde están porque atesoran valores importantes. Uno, Escribano, curtido en corridas duras -triunfó el pasado año en Sevilla ante los miuras, éxito que lo sacó del ostracismo y lo puso a funcionar en ferias y plazas de renombre- pero no encasillado en ellas y el otro, Duque, con un bagaje ya importante, con todas las condiciones -arte, valor, técnica y personalidad- para llegar donde se proponga y fortalecido en todo tras su reciente éxito en Madrid, donde consiguió por fin abrir la Puerta Grande de Las Ventas en una de las últimas corridas del ciclo ferial de San Isidro.
La terna, por tanto, prometía una tarde de buen toreo y fuertes emociones. Y, para que eso fuera posible, un encierro de Núñez del Cuvillo, ganadería que ha conocido grandes éxito en Granada y que siempre suele aportar toros propicios para el pleno desempeño artístico de los espadas.
Y ciertamente ocurrió lo que muchos esperaban, pero ya al final del festejo, cuando Daniel Luque, otra vez en Granada, se tropezó con un gran toro de Cuvillo, el único por cierto a la altura de la fama de esta ganadería, ya que los otros cinco, aunque con diferencias, dejaron mucho que desear. El primero, aunque con mucha clase, fue muy flojo; el segundo no tenía la menor transmisión; el tercero, noble y a más, tampoco terminó de empujar lo esperado; el cuarto, además de flojo, fue muy desrazado; el quinto, mansurrón, tuvo un comportamiento muy informal y el sexto... ese sí, fue un gran toro.
DOMINGO
La llamada feria de José Tomás, convertida también en la de 'El Fandi', José María Manzanares, Rafael Cerro y Manuel Escribano, que también han abierto la Puerta Grande de la Monumental de Frascuelo, se cierra hoy con una corrida de rejones en el que uno de los grandes atractivos es la presentación en Granada capital de la francesa Leo a Vicens, que está cosechando grandes éxitos en plazas españolas y francesas desde que tomara la alternativa en Nimes, ciudad de la que es natural. La joven rejoneadora es, por tanto, uno de los reclamos del festejo de esta tarde, pero no el único, ya que en el ruedo van a competir con ella un veterano ilustre, Fermín Bohórquez, y un todavía joven, pero con amplio bagaje ya, Leonardo Hernández, sin duda uno de las grandes figuras del momento en esta especialidad. También constituye un aliciente para los aficionados la presencia de una ganadería como la de Luis Terrón, que el pasado año lidió una magnífica corrida, tanto por juego como por presentación.
Un gran toro que se encontró en Granada con Luque, como ocurriera en 2009 en aquella corrida memorable en la que alternó con José Tomás, compitió con José Tomás y finalmente, también en el último acto, indultó a 'Miraflores', que igualmente llevaba el hierro de Núñez del Cuvillo.
Para 'Cristalero', el astado que cerró plaza, se pidió también el indulto, pero Ana Belén Álvarez, que presidía la corrida, puso cordura a la euforia desatada y ordenó a Daniel Luque que matara al toro después de enviarle dos avisos. Era ciertamente un gran toro, pero no de indulto. Un toro al que el joven diestro sevillano le hizo una faena extraordinaria, intensa de principio a fin, con suprema torería, con pasajes bellísimos y apelando siempre a la pureza. Ya el recibo capotero fue todo un lujo. Preciosas las verónicas y extraordinaria las dos medias. Enorme el quite por gaoneras y de extraordinaria vibración toda la faena de muleta, con el torero sintiéndose y en ocasiones rompiéndose. Toreo largo y profundo, de exquisito temple y mucha ligazón. Redondos interminables y trazo limpio en los naturales de mano baja, algunos inmensos. Trincherillas, pases de la firma y, lo que es mejor, todo puro, en cercanías, sin la menor duda. El toro, exigente por bravo, repetidor, merecía una réplica como la de Luque y el público tomó partido por el torero y también por el toro, algo que suele ocurrir cuando acontece algo extraordinario en el ruedo. Quería un sector de público el indulto para 'Cristalero' y el matador sevillano se dio coba a la hora de entrar a matar. Se hizo cómplice de esos deseos y provocó una y otra vez la embestida del bravo ejemplar de Cuvillo pese al primer recado presidencial. Desde el palco se le insistió en que ejecutara la suerte suprema, pero Luque, en actitud lamentable, seguía a lo suyo, desafiando las indicaciones del palco. Sonó el segundo aviso y fue entonces cuando el torero tuvo que perfilarse para entrar a matar, cosa que hizo con tanta contundencia como acierto. Una estocada en todo lo alto y los honores de la vuelta al ruedo para el burel. Y para Luque, dos orejas ganadas a ley por una faena redonda, intensa y vibrante. Una faena digna de la figura en que se ha convertido este joven maestro de Gerena, que volvió a encontrarse en Granada, plaza para él de sonoros éxitos, con un Cuvillo que ayudó a que la tarde tuviera un epílogo triunfal y emotivo.
Con el tercer toro pudo también cortar el doble trofeo Daniel Luque, que superó con mucha inteligencia la falta de transmisión del burel y terminó por firmar una faena con calado en los tendidos, sobre todo cuando regaló sus 'luquesinas' en un palmo de terreno. El pinchazo y posterior bajonazo emborronó la labor del diestro, premiado pese a todo con una oreja.
Manuel Escribano, que se presentaba en Granada, abrió también la Puerta Grande después de dejar claras desde el principio sus credenciales de torero de raza. Recibió al segundo toro a portagayola -estuvo a punto de llevárselo por delante- y repitió la suerte con el quinto, con idéntico resultado, aunque se desquitó con este último recetándole a continuación hasta tres largas cambiadas, la última de ellas casi en el centro del ruedo. Escribano se mostró, además, como un capotero fácil y variado, como un magnífico banderillero -el par al quiebro sentado en el estribo a su primer toro fue espectacular, al igual que el del violín al quiebro al quinto- y muleta en mano demostró que posee fundamentos artístico y técnicos sobrados. Sus dos faenas tuvieron variedad y torería y momentos de excelente toreo. Las bernardinas al quinto, los trincherazos a sus dos toros, los pases del desprecio y los cambiados por la espalda formaron parte de un amplio repertorio que sorprendió gratamente. Una oreja de cada toro le permitió acompañar a Luque en la salida a hombros, aunque la estocada al quinto, tras pinchazo, fue muy defectuosa.
Manuel Jesús 'El Cid' fue el menos favorecido en el sorteo de los lotes y bien que lo lamentó el de Salteras, que estuvo por encima de sus dos oponentes y que mostró una enorme decisión en todo momento. Al toro que abrió plaza, que tenía tanta clase como escasas fuerzas, 'El Cid' le hizo todo lo que pudo y siempre con gusto, pero el público -sorprendentemente frío hasta muy al final de la corrida- no tuvo demasiado en cuenta su esfuerzo porque el toro no transmitía nada y, además, perdió en varias ocasiones las manos. Con el cuarto, que además de flojo tenía muy poca raza, el esfuerzo fue aún mayor. Trató de buscarle las vueltas, lo intentó por todos los medios y en todos los terrenos y hasta consiguió algunas series de enjundia, pero no logró caldear el ambiente ni con su arrimón final. En cualquier caso, el respetable le tributó sendas ovaciones como reconocimiento a su entrega.
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