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El toreo impactante del colombiano Andrés Roca Rey, por su firmeza, valor y quietud, fue uno de los hechos más sobresalientes del tercer festejo de abono.
Dos gallos de pelea  y un maestro en ejercicio

Dos gallos de pelea y un maestro en ejercicio

Impresiona el valor de Roca Rey en su presentación en Granada

F. MARTÍNEZ PEREA

Sábado, 28 de mayo 2016, 02:05

El maestro Ponce llegaba a su tradicional cita con el ciclo ferial del Corpus granadino avalado por muchas tardes memorables y seguro que con el ánimo fortalecido por las emociones, un día antes, de su apoteosis en Toledo. El francés Sebastián Castella lo hacía para dejar constancia, una tarde más, de su condición de figura, acreditada igualmente en muchas de sus comparencias en la Monumental de Frascuelo. Y el colombiano Roca Rey, inédito todavía ante el público granadino, para refrendar los éxitos logrados en su todavía muy corta trayectoria profesional algunos tan resonantes como el reciente de Madrid y demostrar que el valor sigue siendo un componente básico de su toreo, pero no el único. Sobra decir, por tanto, que el cartel del viernes de feria reunía alicientes máximos y que lo lógico hubiera sido que el coso capitalino registrara mucha mejor entrada de la que se produjo, que no fue más allá de la mitad del aforo, algo que anima a pensar, entre otras cosas, que los efectos de la crisis tienen todavía las manos largas y que muchos aficionados se ven en el trance de optar por uno o dos festejos, sobre todo cuando, como es el caso, la feria coincide con el final de mes y los bolsillos se resienten de las sacudidas de muchos compromisos.

Pero vayamos al grano. Enrique Ponce no necesitó desempolvar las esencias de su rica tauromaquia porque siguen tan limpia y frescas como el primer día y porque su afición, su maestría y sus ganas no están sujetas a las servidumbres del paso inexorable del tiempo. Su reloj artístico sigue marcando con precisión suiza y sonido de traca valenciana, el tic tac de las más puras esencias: dominio, poderío, sabiduría y, además, voluntad de hacer todo aquello que corresponde a cada momento, a cada situación y a cada toro. Superadas las bodas de plata de su alternativa, el de Chiva sigue derrochando ilusión y afición y, lo que es aún mejor, afrontando cada tarde como si en ella se jugara su carrera. Ciertamente admirable.

Lo que ya no resultó tan admirable, sino todo lo contrario, fue la condición del astado que abrió plaza, de embestida desclasada, desrazada y un tanto descompuesta. Pero Ponce, que brindó la muerte de este toro a Aurora Carbonell, la viuda del cantaor Enrique Morente, hace posible lo que no lo parece y consiguió inventarse una faena de gran mérito, dificultada, además por las rachas de viento. No solo logró ordenar la embestida del burel, sino que le sacó algunas series templadas y de exquisita estética en un largo trasteo que provocó un aviso presidencial y que culminó de estocada entera. Un milagro más del valenciano, que fue fuertemente ovacionado tras petición minoritaria de oreja.

Milagro que tomó formas de plasticidad solemne en el saludo capotero al cuarto, prodigio de despaciosidad y gusto. A cámara lenta también el quite a pies juntos, de sublime cadencia. El toro, muy noble, pero justo de fuerzas, colaboró igualmente cuando, ya muleta en mano, inició una faena ebria de torería. Una faena medida, sin forzar más allá de lo necesario, dosificando los tiempos y exprimiendo hasta límites insospechados el menguante celo de su oponente. Ponce en estado puro, en oficio de maestro. Entregado, fácil, sabio y con una disposición propia de lo que es, un figurón del toreo que sigue disfrutando y haciendo disfrutar en los ruedos. Una pena que pinchara esta faena, porque el valenciano hizo méritos sobrados en la tarde de ayer para compartir el triunfo de sus compañeros.

La anécdota y el triunfo

Sebastián Castella tuvo que lidiar como primer oponente un sobrero de Albarreal por devolución del titular de El Torero. Y no lo tuvo fácil porque el burel, aparentemente dormido a la hora de embestir, exigió del francés su habitual toreo de imposición y cercanías, con fuertes toques y mucha firmeza. Las series cortas subieron de tono con la diestra y el arrimón final ayudó a que se pidiera una oreja, concedida, tras matar de estocada desprendida de rápido efecto.

El francés corrió la misma suerte con el quinto titular, que también fue devuelto por flojo. Lástima, porque el toro prometía y Castella lo había cuidado convencido de que podía servir. Además, después de pedir permiso para matar al burel devuelto, que se resistía a volver a los corrales, instrumentó varias series de enorme calado en los tendidos, con el toro acometiendo con enorme codicia y sin evidenciar los supuestos defectos que impulsaron al presidente, Mariano de Damas, a sacar el pañuelo verde. En ocasiones los usías deberían darse un tiempo prudencial antes de tomar ciertas decisiones. No siempre las caídas de los toros obedecen a taras físicas o falta de fuerza. Simples calambres pueden inducir a errores y los calambres, pasado algún tiempo, suelen desaparecer. En cualquier caso, fuera o no reglamentario había pedido permiso y puede que estuviera en su derecho de poner en suerte al toro tras un pertinente trasteo lo de Castella fue un exceso y una falta de respeto a la presidencia.

Así pues, los dos de Albarreal para Sebastián, que superó la contrariedad con enorme profesionalidad y tirando de recursos técnicos y artísticos para redondear su tarde. Además, el segundo sobrero repitió con clase de salida y pudo cuajarlo con el capote y mantuvo después su buen son y calidad, de ahí que el francés fuera sentando poco a poco las bases de una faena de mucha ligazón y firmeza. Sometió admirablemente a su oponente, le dio espacio, lo cuidó y administró con inteligencia su fuerza. Una faena muy de su estilo y que culminó con un espadazo en todo lo alto tras un pinchazo inicial. Cortó la oreja que le faltaba para salir a hombros junto al colombiano.

Roca Rey puso de su parte al público con un recibo capotero de enorme quietud y extraordinaria variedad, con verónicas a pies juntos, chicuelinas muy ceñidas y una larga. La misma impresionante quietud que demostró en el inicio de faena con tres pases cambiados por la espalda escalofriantes. El colombiano supo aprovechar la movilidad, clase y transmisión del toro de El Torero para construir una faena basada fundamentalmente sobre el pitón derecho, el mejor, en la que hubo tandas muy intensas y lucidas, quedándose siempre en el sitio para ligar. Pases de todas las marcas y disposición extrema de Roca Rey, que se dejó tocar con los pitones la taleguilla en un final de faena de alto voltaje, refrendado con una gran estocada entrando a ley. Petición clamorosa y dos orejas para sellar de la mejor manera su estreno en Granada. Imposible mejor presentación.

Con el sexto toro, de El Torero, Roca Rey no bajó el listón. Salió también a por todas desde un primer momento, con larga cambiada, chicuelinas y una espectacular tafallera de recibo y, muleta en mano, inició la faena rodillas en tierra conun soberano circular que se hizo eterno. El toro, alegre y repetidor de salida y con cierto fondo de clase, se apagó pronto, pero el colombiano trató de buscarle las vueltas con un toreo de gran valor y firmeza en la corta distancia. Muy emocionante, por la pasmosa quietud del torero, el arrimón final. Las cantadas virtudes del joven matador quedaron de nuevo suficientemente acreditadas y sumó una oreja más que sumar a las dos logrados en su primero tras un metisaca y una estocada entera. Roca Rey conquistó Granada.

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