Cayetano en el inicio de faena rodillas en tierra al toro que cerró plaza.

Las esencias las destapó Pepe Luis

Inspiradísimo el diestro sevillano en tarde con la música sinfónica también de protagonista

F. MARTÍNEZ PEREA

Viernes, 16 de junio 2017, 01:59

Fue la de ayer, ciertamente, una tarde peculiar, con orquesta sinfónica en sustitución de la banda tradicional y tres espadas en el ruedo que sobre el papel podían ayudar a que el experimento surtiera el efecto esperado. Poner música a la inspiración y el arte de diestros como Pepe Luis Vázquez, 'Morante de la Puebla' y Cayetano no era algo en absoluto extravagante, aunque para muchos aficionados, celosos de la más pura liturgia taurina y defensores de los rituales clásicos, les costara aceptar que la poderosa y sutil voz de una soprano o los sones armoniosos de una orquesta sinfónica fueran el acompañamiento idóneo de algunos pasajes más o menos brillantes, más o menos arrebatados y más o menos intensos del toreo ejecutado sobre el albero de la Monumental de Frascuelo, y de otros momentos de la corrida que abrió el corto serial de este 2017.

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Cabía esperar, porque formaba parte del guión original de la corrida, que la nostalgia de pasadas esencias y esplendores aflorara para muchos en detalles sueltos de Pepe Luis Vázquez porque al veterano torero sevillano, sacado del ostracismo de muchos años de ausencia de los ruedos y cuya nueva aventura se ha limitado a un par de corridas -la de ayer era la segundas y última de esta temporada- poco más podía exigírsele. También cabía esperar que el arte único de 'Morante de la Puebla', tan genial como personal, diera motivos sobrados para que la citada orquesta impregnara el ruedo de magia a los sones de alguna de las piezas seleccionadas para la ocasión. De igual modo que era previsible que Cayetano Rivera, en gran momento y con mucho que ofrecer artísticamente, se sumara también a la fiesta musical con su particular partitura de toreo puro y sentido.

Música, sí, puede que demasiada, y toreo de esencias para llenar de contenido una tarde concebida para marcar un hito en la historia del coso capitalino y demostrar que el llamado arte de Cúchares, además de grande por diferente, es también un referente cultural de primer orden y, como quedó demostrado ayer, una manifestación artística capaz de generar emociones nuevas y de inspirar momentos sublimes en perfecta armonía con otras modalidades que poco o nada tienen que ver con su particular mundo. Unos, la orquesta, con la perfecta combinación de todos los instrumentos -percusión, cuerda o viento- y los otros, capote o muleta en mano, con el corazón y los sentimientos.

Corazón y sentimientos que alcanzaron cotas altísimas durante la actuación del más veterano de la terna, de Pepe Luis Vázquez, sin duda el gran suceso de la tarde. Un Pepe Luis que desenterró la tauromaquia añeja de otros tiempos y, con ella, todo un derroche de torería. Sorprendió desde el primer momento su naturalidad y relajación. Su forma de interpretar el toreo con capote primero y muleta después, con aparente facilidad, sin alardes innecesarios, apelando siempre al sentimiento. Toreo , templado, cadencioso, profundo, medido, sin estridencias. Toreo de otros tiempos, eterno que llegó a los tendidos en forma de aperitivo durante la lidia del noble y extraordinario Cuvillo que rompió plaza -el que seguro había soñado el torero para tarde de tanto compromiso- y que se convirtió en auténtico atracón de torería y gusto con el no menos formidable cuarto, toro que la presidencia supo mantener en el ruedo pese a las airadas protestas del respetable -fue duramente castigado en varas y por momentos blandeó- y al que el veterano diestro sevillano le dio la mejor de las réplicas posibles. Faena pasional e intensa, con pasajes de extraordinaria belleza, ebria de armonía. Faena para el recuerdo, sí, que pudo ser apoteósica con un mejor y más rápido remate con la espada. El descabello le impidió ayer a Pepe Luis salir por la Puerta Grande de la Monumental de Frascuelo con tres orejas en el esportón.

La cara y la cruz de Morante

En tarde tan llena de sones hubo otra música que pareció celestial, con Morante de la Puebla como solista. El sevillano, capaz de lo imposible e inalcanzable, hizo del toreo sueño en el recibo capotero al noble segundo, excelso por plasticidad, cadencia y belleza. Y también deleitó al personal, ya con la franela, en su desigual pero intensa faena de muleta, prodigio de templanza y despaciosidad, con naturales de ensueño, redondos eternos, adornos primorosos y torería a raudales. La cara amable del torero de La Puebla, premiada con una oreja, la primera concedida este año en el ciclo ferial granadino. Porque la otra cara, la que no tiene justificación alguna, también llegó de la mano de tan consumado y contradictorio artista. 'Morante', entregado en el recibo capotero y aparentemente dispuesto, brindó la muerte de su segundo oponente a Pepe Luis Vázquez y todo hacía indicar que a la música sinfónica podía sumársele también el cante grande que suele reservarse el sevillano para las grandes ocasiones. Nada más lejos de la realidad. De manera incomprensible, con desprecio absoluto para el respetable, tiró por la calle de en medio y mandó al desolladero a su oponente sin más. Sencillamente lamentable.

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El tercer espada, Cayetano, que siempre encuentra en la Monumental de Frascuelo el escenario ideal para reivindicarse como artista y dejar testimonio también de su valor sereno, estuvo de nuevo a la altura de las expectativas, aunque solo en el que cerró plaza, con el que sacó mucho de la casta Rivera y también dejó ver la denominación de origen Ordóñez en una labor maciza, de gran entrega y no exenta de calidad. Confirmó con este toro, que tenía muchas teclas que tocar, que ha superado ya las carencias técnicas de anteriores temporadas y posee la madurez necesaria para consolidar y enriquecer su rica tauromaquia. Con su primero no llegó a acoplarse en ningún momento, tal vez contagiado por la controversia suscitada en los tendidos con la interpretación de la Granada de Agustín Lara a cargo de la soprano Angelina Mergelina, que mereció sin duda un mejor reconocimiento, como también lo mereció la Orquesta Sinfónica Ciudad de Atarfe, magníficamente dirigida por José Antonio Guerrero.

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