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José Garrido, en un pase de pecho mirando al tendido al cuarto, al que cortó dos orejas. RAMÓN L. PÉREZ

Un gran Garrido, mucha voluntad y pocos toros

El extremeño salvó la tarde con una faena épica al cuarto, que le volteó de manera aparatosa y estuvo a punto de mandarlo a la enfermería

F. MARTÍNEZ PEREA

Granada

Viernes, 21 de junio 2019, 02:42

Volvieron a sonar, sí, clarines y timbales en la Monumental de Frascuelo, pero en esta ocasión, tras la bocanada de aire fresco que ha supuesto el certamen de novilladas desarrollado durante las jornadas de lunes, martes y miércoles, para saludar el comienzo de los festejos ... mayores de un serial cuyo interés algunos han focalizado en la figura de José Tomás, pero que es mucho más que un nombre, como ayer mismo quedó demostrado. Porque en la primera de abono, con tres de las llamadas figuras emergentes, el toreo al desnudo, sin mitomanías ni cultos al misterio, salió fortalecido a pesar de que los toros de Núñez de Tarifa, mansos y desclasados, se afanaron en dar al traste con el espectáculo. Es evidente que son necesarios -sobre todo en estos convulsos tiempos- diestros que trasciendan el ámbito de lo taurino, como el susodicho, un verdadero genio, pero no es menos cierto que la Fiesta no se entendería, ni se podría mantener, sin esos otros toreros que tiran del carro, que dan la cara en todas las ferias y que, además, también generan emociones y dignifican un arte que no es exclusivo ni patrimonio de nadie.

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Toreros como José Garrido, que todavía no ha sido sentado en la mesa de los elegidos, pero que está en el camino de poder hacerlo si repite faenas como la de ayer al cuarto, emotiva, por momentos épica y con enorme calado en los tendidos.

Tiene Garrido , entre sus muchas virtudes, una que sobresale especialmente: la de manejar el capote como pocos. Sus recibos son pura filigrana, no solo por cómo juega los brazos, sino igualmente por la cadencia de los lances, la variedad, el gusto y la estética que lo envuelve todo. Un capotero excepcional, sin duda, aunque el otro Garrido, el de la muleta, no le va a la zaga. El extremeño, que encara su quinto año de alternativa, ha dejado hace tiempo de ser un proyecto serio para convertirse en una feliz realidad. Ha macizado su toreo, ha pulido su ya de por sí fino estilo y es capaz de protagonizar faenas como la mencionada al cuarto, de enorme enjundia por el fondo y por las formas. El toro tenía su aquel, pero Garrido, lanzado al aire en una voltereta espectacular en los primeros compases del trasteo, supo entenderse con él a base de raza y, lo que es mejor, arrancarle series con las dos manos técnicamente impecables y artísticamente insuperables. Muy firme, poderoso y valiente, cuajó derechazos inmensos, toreó al natural con hondura y largura y abrochó las series con imponentes pases de pecho. Mató, además, de gran estocada y se ganó a ley las dos orejas.

Con el que abrió plaza, el único con clase del deslucido encierro de Núñez de Tarifa, el extremeño no acertó con el ritmo del toro y su labor tuvo demasiados altibajos.

Joaquín Galdós dejó el pasado año una muy buena carta de presentación, pero ayer, con dos toros sin apenas opciones, solo pudo ratificar que se trata de un torero con sobrado valor, de buen estilo y técnica y artísticamente muy bien dotado. Los terrenos que pisa dan crédito a todo lo que hace y, además, no escatima nada, aunque dio la impresión de aburrirse con sus dos toros. Lo mejor de su actuación, la serie al natural al quinto, imponente por la despaciosidad y el temple.

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David de Miranda tenía la difícil papeleta de sustituir a la gran revelación de la temporada, el sevillano Pablo Aguado, triunfador de la Feria de Abril de Sevilla, un torero que tiene perfectamente asimilado, porque así lo siente y lo expresa, que el toreo cuanto más sencillo, mejor. En el guión de la tarde estaba escrito que el tan cacareado 'efecto Aguado' tenía que dar paso al 'efecto Miranda' y el onubense quiso demostrar que no llegaba a esta su primera cita con Granada huérfano de gloria. Porque si Aguado había impactado en la Real Maestranza hispalense, él había hecho hecho lo propio en Madrid, erigiéndose, además, en uno de los grandes triunfadores del serial de San Isidro.

El toreo de David de Miranda no se reduce, como el de Aguado, a colocarse bien y torear despacio, simplificación al alcance de pocos. Él apela a otros valores que también cotizan al alza, como el valor sereno y la entrega máxima. Y, además, sabe ponerse en el sitio y torear con mucha verdad y cierta gracia, aunque ayer no se lo permitieron ninguno de sus dos toros. Le cortó una oreja al sobrero que hizo tercero por una labor tesonera y una fenomenal estocada y con el sexto, que no llegó a entregarse nunca y exigió más de lo que aparentó, cumplió con decoro.

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