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María Dolores Martínez
Lunes, 20 de junio 2022, 02:07
La corrida de rejones encargada ayer de poner punto y final al abono de la Feria del Corpus era ya sobre el papel una clara apuesta a caballo ganador. O, mejor dicho, a caballos, caballeros, ganadería y novillero ganadores porque al cartel le sobraban razones ... para no dejar indiferente a nadie y, además, propiciar que esta gran feria taurina tuviera el broche soñado.
Por un lado, la presencia de dos grandes figuras del arte de Marialva: Rui Fernandes y Diego Ventura, en el momento de máximo esplendor de su carrera y, por otro, el esperanzador relevo generacional que ya protagonizan en el mundo del caballo y del toreo a pie Sebastián Fernández y Marco Pérez.
En el caso del rejoneador granadino, con el interés añadido de verlo presentarse ante sus paisanos en la Monumental de Frascuelo, dentro de una imparable y creciente trayectoria, y en el del novillero salmantino Marco Pérez –que ha encandilado, por su precocidad, a los profesionales del toreo y aficionados dentro y fuera de nuestras fronteras– por verle hacer el paseíllo en su primera feria española, tras el éxito alcanzado en su primera comparecencia europea en el festival de Granadown. Sin duda, un choque de fuerzas explosivo, al que se unían igualmente otros componentes de traca: los toros de Fuente Ymbro y el añojo de Jandilla, cuya calidad y transmisión ponían en bandeja el mejor de los epílogos.
La presencia de los astados de Ricardo Gallardo en esta corrida representaba una apuesta y novedad significativa, habida cuenta de que el hierro de Fuente Ymbro, muy cotizado, no se suele prodigar en este tipo de espectáculos y su historial de corridas para rejones se puede contar con los dedos de una mano. Y la apuesta fue todo un acierto porque la terna de rejoneadores se repartió ocho orejas.
Lo de Diego Ventura es de otra galaxia. Está pletórico y sobrado el sevillano y cada una de sus actuaciones convierten la plaza en un auténtico hervidero de emociones. Comenzó puntuando fuerte con su primero, al que cortó las dos orejas, pero la lió, y bien gorda, en el quinto, no solo por otra faena de altísimo nivel sino porque se le negó el rabo pedido con mucha fuerza por el respetable. Paseó dos nuevos trofeos en olor de multitudes con el ganadero Ricardo Gallardo.
Desde que apareció en escena en su primero estuvo arrollador a portagayola manejando la garrocha.
Capítulo aparte merecieron las banderillas con Fabuloso y la manera de citar y clavar con Nazarí antes de colocar tres cortas y un rejón de rápido efecto. Con el quinto armó la tremolina y, muy especialmente, cuando toreó muy cerrado con Lío y puso la plaza boca abajo a lomos de Bronce, que manejo magistralmente sin cabezada.
Con las cortas y Guadiana, los tendidos eran ya la locura antes de rematar por todo lo alto su gran tarde
Rui Fernández solo pudo pasear trofeo en el que abrió plaza. La labor del portugués tuvo vibración y supo llevar cosido a su astado, que lució con elegancia en el galope de costado. El toro tuvo motor y transmisión y, además, supo rematar con el rejón de muerte tras adornarse con un ramillete de cortas con Seven Up. Con el quinto anduvo desigual, también con los aceros y solo recibió una ovación.
Sebastián Fernández lució a gran altura en tarde de mucho compromiso. Sabía que tenía que darlo todo y lo demostró desde que se fue a portagayola para recibir garrocha en mano a su primero, que brindó a su padre, maestro y rejoneador del mismo nombre. Al de Fuente Ymbro le faltó motor y obligó al granadino a llegarle muy cerca y apurar en los embroques para clavar con garra y suficiencia. La oreja fue de peso como de ley fueron los dos apéndices que logró del sexto con el que volvió a salir hecho un león y se sintió en toda su dimensión. Emocionante su vuelta al ruedo en medio del cariño del público.
Estaba cantado que Marco Pérez iba a ser la guinda más golosa del serial y, ciertamente, todo cuanto hizo el novillero salmantino fue de auténtico dulce. Tenía metido el triunfo en su cabeza y a portagayola se fue como declaración de intenciones. El añojo de Jandilla se fue de la suerte pero Marco lo enceló pronto y pese a ser arrollado lanceando con el capote le recetó unas verónicas que empezaron ya a emocionar los tendidos.
La nobleza del astado, que brindó a Diego Ventura –posteriormente lo pasearia a hombros por el ruedo– propició que todo cuanto hizo esta figura y fenómeno en miniatura rozará la perfección. Impecable su colocación, su inteligencia y elegancia en una faena que arrancó hasta palmas por bulerías. Se fue detrás de la espada como una exhalación y a sus manos fueron dos orejas.
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