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Francisco Martínez Perea
Domingo, 11 de junio 2023, 23:46
En la maratoniana jornada del domingo, última sesión de la feria taurina del Corpus, traspasaron la puerta grande en olor de multitudes la gran figura del rejoneo Diego Ventura y nuestro mayor exponente en rejoneo de todos los tiempos, Sebastián Fernández, llamado también a ocupar ... un lugar de privilegio en este particular olimpo.
El cartel cumplió con creces las expectativas más exigentes y llenó de emoción, contenido y gran toreo la jornada vespertina. Los astados gaditanos de Fermín Bohórquez tuvieron movilidad e interés casi en su conjunto y fueron el contrapunto perfecto para que la terna desplegara lo mejor de su rica y personalísima tauromaquia y no bajarán en ningún momento la intensidad de la tarde.
El madrileño Sergio Galán, el luso-sevillano Diego Ventura y el granadino Sebastián Fernández representaron la fusión perfecta de estilos, madurez y conocimientos en el desarrollo técnico de las suertes, además de ser todo un choque de fuerzas por la garra que imprimieron a cada una de sus faenas.
Aunque los tres rejoneadores dieron su mejor versión, el magisterio exhibido por Diego Ventura en la Monumental de Frascuelo volvió a ser punto y aparte. Su toreo es de otra galaxia y los límites entre sus equinos y el toro cuando llega a jurisdicción y clava al estribo parecen inexistentes. No hay lugar en la plaza ni hueco, por pequeño que sea, que se le resista a la hora de darle fiesta a sus toros, encelarlos en la grupa –o quebrar con ella– y tirar de las embestidas con enorme suficiencia y temple, hasta toreando en redondo. Una locura su manejo de la garrocha en el primero, las batidas a pitón contrario y, sobre todo, las tres cortas y las banderillas a dos manos con Tequila. Pese al mal manejo del rejón de muerte y del estoque de cruceta cortó una oreja, pedida de forma unánime por el respetable.
Ventura rizó el rizo con el quinto para cuajar una faena de aún más voltaje emocional. Había armado ya la tremolina cuando dejó sin cabezal y riendas a Bronce para gustarse y adornarse con él, y prepararse para los últimos compases de la faena en la que las cortas a dos manos con Guadiana fueron las protagonistas.
La labor prometía los máximos trofeos, pero el pinchazo hondo y el rejón contrario que necesitó para finiquitar al burel, fue premiada con solo un apéndice, con buen criterio de la presidenta. Eso sí, Ventura no se privó ni de apuntillar a su propio astado.
Al cabeza de cartel, Sergio Galán, le costó meter por vereda al que rompió plaza con los rejones de castigo, a lomos de Alcotán. Cuando sintió el acero el ejemplar de Bohórquez le arreó con fuerza y a partir de entonces la desclasada condición del burel le obligó a recortar terrenos y a hacer el esfuerzo para remontar una faena que alcanzó los momentos de mayor relieve en las banderillas con Capote y las cortas montando a Óleo. El rejón entero no terminó de caldear el ambiente y la recompensa quedó en palmas.
El cuarto salió con mucha más alegría y la mejor condición de este toro le permitió a Galán sentirse y moverse a placer a lo largo de su faena. Primero con Capricho, en el galope de costado, y luego con Bambino, recortando mucho también en los terrenos. Una pena el rejón de muerte defectuoso que precedió al definitivo porque dejó en una solitaria oreja lo que hubiera sido una puerta grande.
Al atarfeño Sebastián Fernández –hay que decirlo por activa y por pasiva– sólo le falta anunciarse en las grandes ferias para su consagración definitiva como rejoneador. Ayer demostró nuevamente ante sus paisanos que no se arruga cuando se anuncia con las figuras del rejoneo y que, cuando esto ocurre, se crece de lo lindo. Salió hecho un león desde que recibió al tercero garrocha en mano y, pese a que el toro no se empleó en ningún momento, sí lo hizo él con todas sus fuerzas hasta levantar al público de los asientos.
Mención aparte mereció su forma de quebrar en la cara con Embrujo, aguantando una enormidad en los cites, y las tres cortas rematadas con el adorno del sombrero, a lomos de Junco. El toro cayó rodado tras pinchazo y rejón entero y a sus manos fueron dos orejas de peso.
Sebastián salió aún más crecido, si cabe, en el que cerró plaza, dispuesto a ser el triunfador numérico de la tarde. Y volvió a verlo claro con un toro que, como él, emocionó, transmitió y le permitió sumar una oreja más, con fuerte petición de la segunda. Todo un orgullo.
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