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Roca Rey, en un poderoso pase de pecho al segundo de la tarde. Alfredo Aguilar

Rey impresiona, El Juli derrocha maestría y Rufo vuelve a reivindicarse

El peruano, el madrileño y el toledano se reparten seis orejas en otra tarde triunfal

Francisco Martínez Perea

Viernes, 9 de junio 2023, 23:28

«Hoy hay guerra, hoy saltan chispas, seguro», comentaban algunos aficionados antes de que Julián López El Juli, Roca Rey y Tomás Rufo hicieran el paseíllo en la Monumental de Frascuelo para llenar de contenido, esta vez sin amenazas de lluvia y en tarde de ... meteorología favorable, la segunda de abono de la feria granadina, anunciada con toros de Juan Pedro Domecq y desarrollada con ambiente de gala en los tendidos. Chispas que, como la mayoría esperaba y deseaba, cobraron rango de densas y luminosas llamaradas a medida que el madrileño, el peruano y el toledano fueron desplegando sus respectivas y ricas tauromaquias, cinceladas las tres a golpe de arte, valor, orgullo, raza, entrega y maestría, cualidades que son patrimonio y privilegio de las auténticas figuras.

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Con la competencia asegurada y tres gallos de pelea en el ruedo, uno de ellos incorporado a última hora por la cogida en Madrid de Sebastián Castella, solo faltaba que los toros de la mítica ganadería gaditana, de cuya sangre se han nutrido y lo siguen haciendo la mayoría de los hierros de bravo, estuvieran a la altura de su fama y permitieran que los contrastados estilos de los espadas alcanzaran su máxima dimensión.

Una dimensión que dio El Juli con sus dos toros, el primero de cierta boyantía y embestida franca, pero de escaso motor, y el otro con más picante. A los dos los entendió a la perfección y a los dos los toreó con apabullante firmeza y extraordinaria torería. El recibo capotero, limitado a varias verónicas en uno y excelente en el otro fue el preludio de faenas de altos vuelos, con pasajes de toreo imponente, largo, templado y profundo. La solvencia del maestro madrileño, su sentido de la ligazón, su mando y sabiduría, se hizo presente en series con las dos manos que calaron en los tendidos, rendidos ante la demostración de poderío del espada, cuya madurez sigue sin estar reñida ni con las ganas ni con la ilusión por seguir siendo una figura indiscutible. Una estocada entrando a ley puso en sus manos la primera oreja de la tarde, con ruidosa petición de la segunda y una media tras pinchazo le bastó para sumar un segundo apéndice que le aseguró la puerta grande.

Un Rey en el trono

Andrés Roca sigue siendo el Rey que pregona su segundo apellido. Impresiona el peruano por su pasmosa facilidad para minimizar lo que está al alcance de muy pocos y por su clarividencia en la estructuración y desarrollo de sus faenas. También, claro, por su personal forma de entender el toreo, ciertamente tremendo, pero no tremendista.

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Porque Roca Rey, que afrontó su compromiso de ayer con una cornada envainada por la cogida sufrida el jueves en Toledo, emociona y cautiva por su valor sin límites y por su capacidad para improvisar, pero también por la plasticidad de las suertes y por su ambición. Ha asumido su condición de primerísima figura, no le pesa la responsabilidad y es capaz de sorprender cada tarde y firmar faenas como la realizada al segundo, un toro exigente por bravo y con el que encandiló al público y rayó a la perfección.

Buen encierro en conjunto de Juan Pedro Domecq, con varios toros importantes

Desde que se abrió de capa y hasta que acabó con la vida de su oponente de certera estocada todo fue una sucesión de fuertes emociones. Verónicas mecidas y sentidas, chicuelinas, quite por tafalleras invertidas con gaoneras, pases cambiados por la espalda, naturales, circulares, remates imposibles y, además, todo ello con un asentamiento y una estética propia de artistas consumados.

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Faenón del peruano, que poco pudo hacer con el quinto, un toro manso y flojo, protestado ruidosamente por el público y mantenido en el ruedo acertadamente por la presidencia. La condición no acarrea nunca devolución, salvo que se vulnere el reglamento.

Pese al fiasco de ese quinto toro hay que preguntarse, visto lo visto, dónde está el techo de este torero, si es que lo tiene. No escatima nada, sabe lo que quiere y cómo conseguirlo y, además, por su juventud, divino tesoro, tiene por delante una larga carrera y toda una vida para seguir creciendo y deleitando.

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Rufo, hondura y valor

El toledano Tomás Rufo, que entró en la feria por la vía de la sustitución para cubrir la baja del francés Castella, ratificó con nota alta todo lo mucho y bueno que dejó ver el pasado año en su presentación en Granada. Hace el toreo fácil, tiene clase, tiene valor y maneja los trastos con solvencia. Sus dos faenas, condicionadas por el juego desigual de sus toros, tuvieron en común el clasicismo, la firmeza y la hondura.

A su primero lo toreó primorosamente de capa y con la muleta supo exprimirle todo su fondo de bravura. Firmó varias series largas y profundas, se gustó en el toreo fundamental y mantuvo un tono alto en todo su trasteo, que alcanzó su máxima expresión cuando, rendido ya el toro, bravo como sus anteriores hermanos, hizo monumento del natural y se gustó en los derechazos que abrocharon la inspirada faena, magníficamente rematada con la espada.

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Con el que cerró plaza, toro encastado en manso y bronco, Rufo volvió a dar forma y fondo a un trasteo de mucha exposición y enorme mérito. El arrimón final y el valor seco demostrado terminaron por enardecer a un público que pidió con fuerza el doble trofeo al grito de torero, torero tras despenar al toro de una gran estocada. Solo se concedió una, pero ello permitió que los tres espadas salieran a hombros por la Puerta Grande.

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