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Ángel Mengíbar
Miércoles, 15 de junio 2022, 21:17
La garganta se reseca de más bajo el sol que calienta el Corpus. Entre cante y baile, el cuerpo pide gasolina para aguantar la ruta de casetas. El rebujito se alza como una de las opciones predominantes para los granadinos, que tampoco renuncian a otras ... bebidas.
María Dolores y sus amigas se disponen a entrar al ferial con los deberes hechos. Dice la tradición que todo buen granadino debe tomarse un chato de vino. «Vengo de Jaén y en mi pueblo (Sabiote), como en Granada, es fundamental beberse un chatillo antes de entrar a la feria», le explica a su pandilla, algunas de Granada, otras foráneas.
Bajo los muñecos pisando uva de Los Tres Maños, no son las únicas que realizan el ritual. Carlos pide tres chatos mientras Vero empuja el carrito de su bebé y lleva de la mano a Estrella María. Todos brindan por el Corpus y la salud. Incluida la mayor de las pequeñas. «El suyo es sin alcohol», aclara el padre. «Es una bebida refrescante antes de ir a los columpios con las niñas».
Pasada la portada del ferial, las casetas son el destino principal de los que buscan juerga hasta la madrugada. Mientras que el sol aprieta, el rebujito es el mejor aliado. «Lleva manzanilla, Seven Up y menta. Imposible que no te guste», explica Cristina mientras sirve un par de vasos en Viva la Pepa. La caseta celebra su 60 aniversario en la feria granadina. 60 años, a litro de rebujito por segundo... No salen las cuentas.
«Se trata de una bebida ideal para combatir el calor en la feria. De todas, es mi favorita», asegura esta camarera de Cádiz, tierra de rebujito donde las haya. «Pero en Granada no cambia la cosa». Si se acompaña con un buen queso, el Corpus sale a devolver.
Entre tanto baile sobre el albero, es lógico que pueda apetecer un chapuzón en la Costa Tropical para completar la tarde. La playa queda un poco lejos, pero Motril está a un paso. El palito de ron es un clásico de la Casa de Motril. Entre todo el gentío que la abarrota, Manuel es la calma ante la tempestad. Coge su jarra y unos cuantos vasos y empieza a despachar palitos sin tos ni son en la barra. Es un profesional.
«Llevo muchos Corpus a cuestas. La verdad es que venir a la feria y no probar el palito no hay madre o cura que lo perdone», bromea. Lo que encandila a los clientes es «su dulzor». Luis, América, Pedro y Teresa piden una jarra. Son maestros y acaban de salir del María Zambrano para disfrutar de la feria. Después de 'batallar' toda la mañana con los pequeños, un palito de ron sabe a vacaciones de verano.
Juntos se lo pasan en grande y brindan por el fin de curso. Todo un año de trabajo se compensa con un buen refrigerio en el Corpus de Granada. «¡Que viva la feria!». Y también se beba.
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