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Javier Martínez
Valencia
Lunes, 8 de enero 2024, 10:17
Nada en la vida de Paqui Hernández hacía presagiar que tuviera motivos para abandonar a sus tres hijos de corta edad en la noche de Reyes de 2004. Después de 20 años de olvido y sospechas, la familia de la mujer desaparecida en Mislata ya ... ha perdido la esperanza de encontrarla con vida.
Sus tres hijos ya son mayores de edad: tienen 20, 25 y 27 años. José, Jessy y Fany tuvieron una infancia dura. El pequeño tenía solo unos meses de vida cuando Paqui desapareció, pero sus hermanas guardan vagos recuerdos de momentos de felicidad. Escucharon muchas mentiras sobre su madre. Crecieron entre penurias. Vivieron un tiempo con sus abuelos mientras su padre estaba encarcelado como presunto autor de un crimen sin cadáver.
Conchi Hernández siempre sospechó de su cuñado, igual que la Policía, y los primeros años llamaba todos los meses al teléfono del Grupo de Homicidios para preguntar cómo llevaban las investigaciones. «Mi hermana está muerta. Ella jamás hubiese abandonado a sus hijos. Ha pasado mucho tiempo y no creo que aparezca nunca el cadáver, pero todos sabemos lo que pasó. El problema es que no hay pruebas y no podemos demostrar lo que pensamos que hizo», afirma Conchi.
Un año después de la extraña desaparición de la vecina de Mislata, la Policía Nacional detuvo a José M., el marido de la víctima, como presunto autor del crimen. Los investigadores del Grupo de Homicidios sospechan que el esposo de Paqui urdió un plan para hacer creer a sus vecinos y a su cuñada que la víctima había abandonado el domicilio familiar para irse a vivir con un supuesto amante.
Según esta hipótesis, José M. pretendía que nadie sospechara que su mujer estaba muerta y, por ende, dificultar las investigaciones policiales. Al principio, Conchi, la hermana de Paqui, creía que se trataba de una desaparición voluntaria tras recibir varios mensajes de móvil de alguien que se hizo pasar por la víctima.
«José puede firmar por mí y cobrar el paro. Él sabe cuidar muy bien de los niños», señala uno de los SMS que figuran en el sumario y que Conchi guardó en su teléfono durante mucho tiempo. Según la investigación policial, otro de los mensajes que habría enviado el inculpado afirma: «Conchi, si te preguntan por mí, tú pasas. A nadie le cuentes nada y menos a mis amigas de La Fe».
Y un tercer SMS describía al hombre con el que se habría marchado, presuntamente: «Tiene 46 años y es empresario. Estoy bien. No trabajo. Me da igual lo que digan. Cuida de mis niños». Pero ninguno de estos mensajes fue enviado por la mujer desaparecida, según las investigaciones policiales.
Tras la detención del marido de la mujer desaparecida, la hermana de la víctima estaba convencida de que su cuñado cometió el crimen. El sospechoso, que había trabajado como vigilante en varias empresas de seguridad, negó haber matado a su esposa, pero ingresó en prisión tras incurrir en contradicciones durante su declaración. La jueza consideró que los indicios que le inculpaban eran suficientes para dictar una auto de prisión provisional.
La Policía registró de forma minuciosa el domicilio familiar en Mislata, donde Paqui vivía con sus tres hijos y su marido. Los investigadores se llevaron el uniforme, la porra y los grilletes del vigilante de seguridad para analizarlos en un laboratorio en busca de restos de sangre y otros vestigios criminales. También le intervinieron cuatro teléfonos móviles y un ordenador.
Durante nueve horas, los agentes del Grupo de Homicidios y la Policía Científica buscaron posibles habitáculos en la vivienda, como falsos techos o dobles paredes, ante la sospecha de que José M. podría haber ocultado el cadáver de su mujer en el piso. Hallaron restos de sangre en distintos puntos, pero eran del inculpado, que sufría hemorragias nasales.
Los investigadores también realizaron indagaciones para reconstruir las últimas horas de vida de la víctima, ya que siempre sospecharon que fue asesinada horas antes de la noche de Reyes, y buscaron parcelas donde podría haber enterrado el cuerpo.
Tras no avanzar la investigación policial, la jueza decretó la libertad de José M., dictó el sobreseimiento provisional de la causa abierta por un delito de homicidio y la archivó en 2008. Después de salir de la cárcel, el inculpado volvió a casa con sus tres hijos y luchó para sacar adelante a su familia con la ayuda de los abuelos paternos. Durante un tiempo vendió frutos secos en la plaza Redonda y buscó otros trabajos para llevar más dinero a casa.
En una entrevista concedida a LAS PROVINCIAS en 2005, José M. proclamó su inocencia: «Cualquier día aparecerá (Paqui) y todo el mundo verá que no soy un asesino». También negó haber maltratado a su mujer, aunque admitió un episodio violento que tuvo lugar dos años antes de la extraña desaparición. «Me dijo que me marchara a una pensión con nuestros dos hijos porque ella quería dormir con otro hombre en la casa. Eso me enfureció y la cogí por el cuello, pero no pasó nada», aseguró el sospechoso.
Veinte años después de la extraña desaparición de Paqui, sus hermanos e hijos han perdido la esperanza de encontrarla con vida. Creen que fue asesinada.
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