Rafael tenía 39 años, vivía en la localidad de Maliaño y era un apasionado del deporte y su familia. E.C.
Crónica negra

«A Rafael le dieron anestesia para un caballo... y falleció»

La familia del cántabro fallecido cuando se sometía a un injerto capilar en Bilbao celebra la reapertura del caso: «Nadie puede perder la vida por ponerse 4 pelos»

David S. Olabarri

Domingo, 3 de diciembre 2023, 10:50

Rafael y su chica no sabían que iban a ser padres cuando el 26 de abril de 2019 decidió someterse a un transplante capilar en la clínica de Dermitek, en Bilbao. Este hombre de 39 años tenía una vida bonita: un buen trabajo y una ... pareja que le amaba. Presumía de sus cuatro hermanos, que le adoraban, y de la sensación de libertad que disfrutaba cada vez que salía a correr por la montaña o del cinturón negro de taekwondo que acababa de conseguir. Rafael era de esa clase de personas que mantiene unidas a las familias numerosas. Lo único que le inquietaba a este vecino de la localidad cántabra de Maliaño era que su cabeza estaba empezando a «clarear».

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Rafael se lo pensó mucho antes de someterse a un transplante de pelo. Consultó los servicios que ofrecían muchas clínicas. Se informó en medios especializados. Pero se acabó de decidir por la clínica de Bilbao cuando vio un anuncio en el que aparecía el exjugador del Athletic Ismael Urzaiz, según explica su familia en una conversación con EL CORREO. Le pedían casi 5.000 euros, pero irse fuera de España le daba pocas garantías. Lo que Rafael primaba era la seguridad.

Es la primera vez que los hermanos de Rafael conceden una entrevista a un medio de comunicación. Han estado callados todos estos años porque no tenían fuerzas para revivir todo aquello y querían llevar el proceso de forma discreta. Tampoco quisieron hablar cuando, en un primer momento, la Justicia archivó su demanda en base a un informe forense que ha «quedado en entredicho». Ahora, la Audiencia de Bizkaia ha ordenado reabrir el caso y ha pedido que se amplíe la autopsia que en su día se realizó a Rafael en base a los informes periciales aportados por su familia. Hablan ahora porque quieren justicia, quieren que se les escuche. Exigen que no vuelva a pasar algo así. «Nadie puede perder la vida por ponerse cuatro pelos. A nuestro hermano le dieron anestesia para un caballo para poder hacerlo todo más rápido», denuncian.

Rafael viajó hasta Bilbao el 26 de abril de 2019, se despidió de su pareja y se introdujo en el centro médico. Eran las ocho y media de la mañana. Se colocó boca abajo en una camilla para comenzar la intervención. Allí le esperaba un médico. Según su familia, desde el primer momento empezaron a acumularse una serie de irregularidades. No le hicieron pruebas previas. El doctor que le iba a hacer el injerto de pelo era el mismo que le aplicó la anestesia. No tenía el apoyo de alguna enfermera o auxiliar. Tampoco le habían puesto una vía para poder suministrarle medicamentos y no estaba monitorizado. Pero hay más. Según se demostró en el juicio, la enfermera que supuestamente le leyó el documento con los posibles riesgos de la operación y que le recogió el consentimiento ni siquiera estaba en la clínica aquella mañana.

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Las alarmas saltaron apenas tres cuartos de hora después de entrar en el quirófano. Ya le habían dado 16 pinchazos de una solución de lidocaína. El médico que le estaba operando vio que a Rafael se le había caído el móvil de la mano. Empezó a convulsionar y poco después entró en parada cardiorrespiratoria.

El doctor pidió ayuda y trataron de reanimarle allí mismo. La primera ambulancia que llegó era de soporte vital básico. Es decir, insuficiente para la gravedad del estado de salud de Rafael. Llegó una segunda unidad que le llevó al hospital de Basurto. Después fue trasladado al hospital de Valdecilla, en Cantabria. Cuando llegó apenas tenía un 1% de actividad cerebral. Al día siguiente se certificó su fallecimiento. «En el hospital nos dijeron 'a vuestro hermano le han matado. Nadie se muere por eso'», subrayan sus hermanos.

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La primera autopsia apuntó al síndrome de Brugada como causa de la muerte, pero ni su hija ni sus hermanos lo padecen

Síndrome de Brugada

La familia no denunció en un primer momento. El primer informe forense del hospital dictaminó que Rafael había muerto por el síndrome de Brugada, una afección cardíaca que puede traducirse en muerte súbita. Les dijeron que se trataba de una afección hereditaria y les recomendaron que se hiciesen pruebas por prevención. La sorpresa -y la indignación- surgió cuando los resultados de los otros cuatro hermanos y de su hija, que acababa de nacer, dieron negativo.

Fue entonces cuando se decidieron a denunciar. La primera reclamación judicial por homicidio imprudente fue archivada en base a ese primer dictamen forense. Pero la familia ha seguido peleando y ha presentado informes periciales que, entre otras cosas, insisten en que Rafael tenía todavía rastros de lidocaína (anestesia) 20 horas después de la intervención. En base a estas nuevas evidencias, la Audiencia ha ordenado reabrir el caso y realizar una ampliación de la autopsia. Dermitek no ha querido dar su versión de lo ocurrido.

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Cronología

  • 26 de abril de 2019: Rafael se somete a un injerto capilar en la clínica de Dermitek en Bilbao. Empieza convulsionar y entra en parada cardiorrespiratoria. Rafael fallece al día siguiente en el hospital de Valdecilla, al que llega con un 1% de actividad cerebral.

  • Archivo del caso: Un juzgado de Bilbao archiva el caso en base a un informe forense que apuntó a una muerte súbita como causa del fallecimiento.

  • Reapertura: La Audiencia ordena en noviembre de 2023 la reapertura del caso y ampliar la autopsia en base a los nuevos datos apuntados por informes periciales.

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