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Sergio Lorenzo
Cáceres
Sábado, 25 de noviembre 2023, 09:25
En el año 1893 así describieron los periodistas a Petra L. C., una mujer de 36 años, que era juzgada en la Audiencia de Cáceres acusada de haber asesinado a su tercer marido:
«Morena. De buena estatura. Cara ovalada y poblado entrecejo. Ojos oscuros. ... El conjunto todo es agradable» ('La Correspondencia de España')
«El tipo de doña Petra, por su exterioridad no es repulsivo. Aún se vislumbran los primores que en sus buenos tiempos le dieron fama de hermosa. Negros son sus ojos y negra su cabellera, pero o sabe fingir bien o es muy aventurado asegurar la negrura de su alma, pues en ese color debe envolverse la de quien realiza crimen tan horripilante» ('La Reforma de Cáceres')
«Doña Petra es de regular estatura, más bien gruesa que delgada, de irreprochables formas y singular belleza; su presencia decide desde luego en su favor, pero a las primeras palabras que con ella se cambian, se nota un descoco y una desvergüenza sin igual. Está tranquila y no se le ha visto verter una lágrima» ('El Correo')
A los periodistas les cautivó la imagen de esta mujer para la que pedían la pena de muerte, al igual que para dos criados suyos que le habían ayudado a terminar con la vida de su tercer marido. Hay que decir que la bella Petra había tenido nueve hijos (tres con cada marido), de los que vivían siete cuando ocurrió el crimen.
Según contaban los rotativos de esa época, alrededor de 1877 Petra era viuda de su primer marido y se fijó en un acaudalado propietario y rico comerciante de Valverde del Fresno José L.. Se aseguraba en el pueblo que Petra comenzó a ser infiel a su marido con dos jóvenes, siendo uno de ellos Juan, sobrino del esposo. Comenzó la relación de amor con el sobrino en 1883, cuando él tenía 15 años.
Al año siguiente su marido murió de una manera extraña. En Valverde del Fresno se afirmó que le había envenenado, pero ella no fue detenida. Se convirtió en una rica viuda, y al año de haber enterrado a su segundo esposo, en 1885, se casó con Juan, el sobrino. Ella tenía 28 años, él 17.
En los primeros años del matrimonio vivieron felices gastando la fortuna de ella. Pero Petra empezó a cansarse del joven Juan L. D., porque le era infiel y se dedicaba a jugar en el casino. La gota que colmó el vaso fue cuando perdió 8.000 pesetas de entonces en el juego.
Ella decidió acabar con su tercer marido, pero lo tenía difícil. Él había tomado medidas, dormían en habitaciones separadas, él con un revólver bajo la almohada y, cuando comía en casa, antes le hacía probar los platos a Petra por miedo a que le envenenara.
Según se vio en el juicio, el día escogido por Petra para acabar con Juan fue la madrugada del 28 de abril de 1892. La noche del 27 él llegó de jugar en el casino y se metió en su habitación a dormir. Pasadas las doce de la noche Petra puso en marcha su plan con la ayuda de dos criados a los que les había prometido 500 pesetas por su ayuda: Uno era un hombre de 51 años, José M. A., casado y con cuatro hijos; el otro era un joven de 21 años soltero, Natalio M. S. apodado 'El Ratas'.
Petra se cercioró de que su marido estaba dormido, y armados con dos hachas y un cuchillo de picar carne acabaron con su vida. Se dijo en el juicio que en el primer golpe de hacha, la víctima se despertó y dijo: «¡Ay, Petra! ¿Qué haces?»
Recibió 26 hachazos y cuchilladas. Una vez muerto le vistieron, le pusieron una bufanda y un sombrero, y lo dejaron a menos de cien metros de la casa, en la calle del Horno.
Los criados se fueron y Petra se dedicó a limpiar la sangre que había en la habitación del marido; pero era tal la carnicería que habían hecho que decidió llamar a la criada que tenía en la casa, una joven con una discapacidad intelectual: Ramona M. G. de 23 años. Le dijo que tenía que ayudarle porque sino les iban a meter a las dos en la cárcel y que le pagaría bien por su silencio.
A las cinco de la madrugada fue descubierto por un vecino el cadáver en la calle del Horno. Un hermano del fallecido no se creyó que alguien hubiera matado a Juan para robarle y se hubiera ensañado con él de tal forma. Fue a ver a su cuñada y no le gustaron las explicaciones que le daba ni lo que vio. Pidió al juez de Hoyos que abrió la investigación que registrara la casa de Juan. Encontraron sangre en cortinas y en la pared, y al poco que presionaron un poco a la criada contó todo.
En el juicio la criada, que también era acusada de ser cómplice, no fue capaz de decir palabra, mientras que su ama y los otros dos criados aseguraron que eran inocentes. Petra causó sensación cuando dijo que los culpables eran dos vecinos del pueblo que habían matado a su marido para robarle, diciendo sus nombres.
Los abogados defensores dijeron que había que parar el juicio y volver a empezar la investigación; pero el fiscal y el acusador particular desmontaron la treta. El abogado contratado por el hermano del fallecido era el prestigioso abogado Juan Muñoz Chaves, destacado político.
Al final el tribunal, después de ciertas complicaciones con la decisión enrevesada de los miembros del jurado, impuso las condenas que pidió el famoso abogado: Cadena perpetua para Petra y para cada uno de los dos criados, y para la criada la absolución.
En 1913 Alfonso XIII indultó a Petra. Para entonces la que había sido una bella viuda negra tenía 57 años y estaba arruinada, al haberle subastado el Estado sus fincas y olivares.
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