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El gran poeta Soto de Rojas escribió en 1652 un críptico donde definió a la perfección la esencia de los cármenes de Granada: «Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos». ¿Qué hay detrás de esos muros encalados del Albaicín o la colina del Mauror? Hay maravillosas viviendas donde solo se oye el silencio y el murmullo del agua, pero también una extraordinaria diversidad natural. Este es, en esencia, el epítome de 'Flora de los cármenes de Granada', el libro que sus autores, Merche S. Calle y Juan Enrique Gómez, presentarán este miércoles al ponerse el sol en el Aljibe del Rey.
Un trabajo resultado de treinta años de investigación resumido en las 440 páginas de un volumen único por dos motivos. El primero y principal, porque detalla 274 de las 400 especies vegetales que habitan en esos 'paraísos cerrados' de Soto de Rojas. «Hemos tenido que dejar fuera más de cien porque si no esto sería un tochazo», dice Merche entre risas. Y el segundo porque es el primer tratado concreto sobre la extraordinaria biodiversidad que hay en estas construcciones características de la capital granadina, herederas de las viejas viñas árabes. Tan solo hay un par de referencias asimilables anteriores. 'Jardines de Granada', de Prieto Moreno, más centrado en la arquitectura. Y otro focalizado en el Carmen de la Victoria.
«Hemos seleccionado –explica Juan Enrique Gómez– aquellos espacios que son visitables porque son públicos o pertenecen a fundaciones». Aunque los 'patrones' son similares en lo público y en lo privado. En todos los cármenes predominan trepaderas como las Uñas de Gato –Polichandra unguis cati– para evitar las miradas hacia el interior. En todos hay variedades propias de zonas ajardinadas, pero también hortícolas, como los cítricos. En todos se busca la utilidad, con flora que espanta los mosquitos, por ejemplo –la Hierba Luisa o el Ajo Silvestre–.Y en todos se observa el efecto de la moda y de las semillas o esquejes que se venden en caca época en los viveros.
Y es que, tal y como se desprende 'Flora en los cármenes de Granada', los jardines evolucionan como evoluciona el tiempo. Las plantaciones se han ido adaptando, poco a poco, al cambio de clima.Cada vez llueve menos y hace más calor.«Por eso ahora es más habitual en las macetas la presencia de cactus», comenta Merche. «Hay otra razón no menor –terciaJuan Enrique–, antes se regaba con el caudal que provenía de las acequias; ahora con lo que sale del grifo, por lo que el coste de mantenimiento se ha disparado para los propietarios». Poderoso caballero es don dinero, escribió don Francisco de Quevedo en su famosa composición satírica.
Entre esas 274 plantas más comunes censadas por Merche y Juan Enrique, periodistas ambos y fotógrafos ambos, hay algunas más frecuentes. Es el caso de los cipreses. «Allí donde veas grupos de tres o cuatro juntos, allí hay un carmen». Se sembraron sobre todo a finales del XIX y principios de XX como contrapunto a los naranjos de Sevilla, un árbol que difícilmente subsistiría en las condiciones ambientales de Granada. Resisten las heladas y crecen rápido –en veinte años alcanzan el cénit de su desarrollo–. En el Carmen de la Victoria, perteneciente a la Universidad de Granada, aún se conservan algunos centenarios. Un patrimonio de extraordinario valor.
Tampoco faltan los espectaculares Rosales de Pitiminí, que en primavera desbordan por las paredes. Se usan fundamentalmente para la cubrición de pérgolas y cenadores, pero también para la separación de ambientes. No tienen espinas, no llaman la atención por su aroma y sus flores son pequeñas de tonos blancos y amarillos. Tampoco falta el púrpura de las glicinas.La que hay en la tapia trasera del Carmen de la Victoria es, sencillamente, espectacular. Rosales, boj, esparragueras, madroños, pilistras, aucubas, nísperos... conforman un espectacular paisaje de olores y colores. Los vergeles de Granada.
'Flora en los cármenes de Granada', editado por la Fundación Agua Granada en colaboración con Entorno Gráfico, cuenta con 730 fotografías en 440 páginas. Dispone, además, de una sección de fauna, con descripción de los pájaros, los insectos, los batracios, los peces y los reptiles que han encontrado en los parterres, estanques, patios y balcones el lugar ideal para vivir. El prólogo, una auténtica delicia, ha corrido por cuenta de José Tito Rojo, una de las personalidades más reconocidas en la restauración de jardines históricos.
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Inés Gallastegui | Granada
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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