Don Pedro Vaca de Castro fue el gran protagonista de la tarde de ayer en la Abadía del Sacromonte. Un obispo que dejó un legado fundamental para entender la Edad Moderna en Granada. Una eucaristía celebrada en la iglesia de la Abadía, la proyección de un audiovisual y una conferencia de la profesora y escritora María Elvira Roca Barea sirvieron para reivindicar la figura de este sacerdote en su cuarto centenario. Formado en Salamanca, Vaca de Castro tuvo un papel fundamental en la historia española de los siglos XVI y XVII. Su padre, Cristóbal Vaca de Castro, pesquisidor en el Perú, fue encarcelado tras una peripecia difícil, como dijo la profesora Roca Barea, lo que le marcó profundamente, ya que tal hecho ocurrió cuando este tenía solo 11 años. La ruina socioeconómica que sobrevino a su familia y la posterior reivindicación de las acciones de su padre le hicieron estudiar Teología y Derecho, y con apenas 22 años, consiguió sacar a este del atolladero judicial en que estaba metido. Obtuvo para él la rehabilitación judicial y la reposición en el cargo de miembro del Consejo Real de Castilla. Ordenado sacerdote en 1561, tomó el primer contacto con Granada un año después.
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En aquel año fue visitador de la Capilla Real, del Real Colegio y la Universidad. Su trabajo, difícil, era ser una especie de inspector de servicios. Desde el primer momento, se ganó fama de bonhomía, y de una rectitud que le granjeó la confianza de Felipe II, quien le puso al frente de las chancillerías de Granada y Valladolid, y luego en 1587, fue nombrado arzobispo de Granada. La Granada a la que llegó Vaca de Castro no era ya la ciudad pujante que fue tras la Reconquista.
Recordó en el documental el catedrático Francisco Sánchez-Montes que el arzobispo se enfrentó a la prostitución y promulgó la rectitud social, suspendiendo incluso, durante un tiempo, la representación de comedias. Buscó convertir a Granada en la 'Jerusalén del sur', impregnada por el espíritu contrarreformista, y con un florecimiento del arte religioso, concibiendo la posibilidad de que el arte moviera a la piedad en la calle, lo que se convirtió en el origen de la Semana Santa tal y como hoy la conocemos.
Impulsor de la Abadía del Sacromonte, construida a ejemplo del Monasterio de El Escorial, y mecenas de la famosa plataforma de Ambrosio de Vico, el primer plano de la ciudad fechado en 1613, Vaca de Castro, o Cabeza de Vaca de Castro, su apellido real, ha pasado injustamente a la historia como el arzobispo que fue engañado por los Libros Plúmbeos, algo que Roca Barea desmontó, alegando que estos fueron «una falsificación casi perfecta que podría haber engañado a cualquiera». Una figura, en definitiva, que merece la pena conocer de cerca.
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