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andrés molinari
GRANADA
Viernes, 28 de febrero 2020, 02:05
Algo más que un aniversario celebramos en Granada. Llenar por completo el Teatro municipal no es nada fácil, pues ya sabemos lo catedráticos en desdenes ... que somos los granadinos. Pero la revista Alhóndiga, en sus tres años de vida, ha logrado exorcizar la incuria de los lectores, la somnolencia de los escritores y la apatía de los patrocinadores, que como dijo la directora de la revista, Ana Sánchez, están haciéndose el bien a ellos mismos pues difunden en un medio de calidad y general aprecio sus comercios, sus negocios y su artesanía.
El número decimonono de la revista dedica su corazón al teatro, por eso el lugar de su presentación fue más que pintiparado. En sus páginas centrales rinde homenaje a un personaje crucial para la escena: Isidoro Máiquez, en el 200 aniversario de su fallecimiento en Granada. El bachillerato nos acostumbró a que la valía del teatro está en manos de los dramaturgos. Sin embargo revistas como Alhóndiga tercian con los actores, que son las nubes, que dan forma a la placidez o a la tormenta escritas por Lope, Shakespeare o Molière.
Un actor presentando a otro actor. No cabe mayor acierto. Francisco de Paula Muñoz, último bastión del TEU y ahora incardinado en la compañía Corral del Carbón, recitó, más que leyó, la vida de este cartagenero que vino a vivir sus últimos días en el Campillo de Granada y aquí los Romea le erigieron la columna 'al genio' que hoy adorna la Plaza de los Tiros.
Una vida para el teatro en unas décadas terribles para la historia de España con un Godoy nefasto, un emperador invasor, un monarca inepto pero vengativo y una escena que veía venir el romanticismo a borbotones.
Tras un poema dedicado a los valores conculcados entonces, leído por Miguel Arnas, de nuevo Paco, el gran Paco. Alejado de la forma de hacer tragedia hoy, recordando el estilo y la forma de hacer de Máiquez, interpretó la escena final, y más descarnada, del Otelo de Shakespeare. Al fondo el actor, el cuadro que le pintó Goya y que está en el Museo del Prado, que también hogaño cumple 200 años: coincidencia de coincidencias. A Paco le bastó una silla, como ausente Desdémona, para exteriorizar el brío y el relámpago de los celos, el monstruo de ojos verdes que envenena la saliva de los hombres por el mero trasiego de un pañuelo robado por Yago.
Y una conclusión ya tradicional en estas presentaciones: El trío Albeniz con su humilde grandeza, frío al principio pero con el fuego preciso al final, para poner broche 'de tres picos' a una noche por, para y en el teatro.
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