Ponce, Roca y Juan Ortega pasean a hombros sus triunfos en Almería. Baltasar Gálvez
Toros

Almería disfruta con el valor de la técnica, del pellizco y del dominio

La plaza premia tres estilos diferentes de lidiar con puerta grande para una despedida de Ponce en Ponce, para la grandeza de Ortega y el poderío de Roca

Juanjo Aguilera

Almería

Miércoles, 21 de agosto 2024, 23:25

Para gustos los colores y la fiesta de los toros tiene esa capacidad de premiar del mismo modo las distintas formas de interpretar la lidia. La democracia pone el resto, dando igual si se cruza, si carga las suertes, si templa, si arrastra o no la muleta. La democracia del toreo tiene para todos los gustos y permite que quien va a la plaza, al menos en Almería, se divierta, que es en definitiva a lo que acude al centenario coso de la Avenida de Vilches, cada año allá por el mes de agosto, como sucedió en el festejo que abría un especial ciclo de la Feria de la Virgen del Mar.

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La corrida:

  • Plaza de toros de Almería: Primer festejo de abono de la Feria de Almería, con más de tres cuartos de entrada.

  • Toreros: Enrique Ponce (malva y oro), estocada, dos orejas, y pinchazo y estocada, una oreja, tras aviso;Juan Ortega (rioja y azabache), estocada, dos orejas, y estocada, ovación;Andrés Roca Rey (coral y oro), estocada, dos orejas y pinchazo y estocada, una oreja, tras aviso.

  • Ganadería: Toros de El Parralejo, que sustituyeron a la inicialmente anunciada de Daniel Ruiz y de Pérez-Tabernero. Desiguales de presencia y de juego. Notable el segundo.

  • Presidencia: Actuó como presidente Francisco Javier Torres, con el asesoramiento artístico de Ramón Magaña y el veterinario de Miguel Martínez.

La tarde fue de matices, mejor la primera y más 'desentonada' la segunda. Lo que pasó en la primera parte fue completa porque hubo respuesta para todo y para todos en una tarde especial pues suponía la despedida del torero que más sabe exprimir a un toro y que más veces ha hecho el paseíllo en la vetusta pero bella plaza de la avenida de Vilches. A Ponce, que cumple mañana 34 años de su debut en Almería, le embisten hasta los bancos de mármol. Lo logró en sus dos toros, especialmente y con más 'calidad' con el que fue su último toro en Almería, pero el fallo a espadas le quitó merecimientos, incluso superiores a los que hizo para abrir la puerta grande con su primero.

La tarde fue de más a menos porque en la primera parte hubo 'brillo' de un torero con 'estrella' como Juan Ortega, que pellizcó con muchísima clase en la única faena en la que pudo lucirse porque al quinto, que dicen que no hay malo, no pudo ni 'decirle hola'. Al oído sí se lo dijo Roca Rey, tanto al que le permitió abrir la puerta grande como al que cerró el día y en ambas secuencias por poner los pies con tal firmeza en lugares de gran compromiso que ese sólo hecho le da ventaja. El limeño cuajó una faena de mucho poderío a sus dos toros, construidas entre los pitones del toro, casi rozándolos y asustando al miedo y a quienes se dieron cita en la plaza para asistir a una liturgia que, aunque repetitiva, siempre casa con la dificultad de la ejecución.

El sello

Enrique Ponce fue como el 'flautista de Hamelín'. El sonar de 'su flauta' permitió ver una importante entrada en el coso de la avenida de Vilches. Luego, el de Chiva pisó el albero para crear una faena en la que amoldando la embestida de su penúltimo toro en Almería con la suavidad de los lances a la verónica para, tras dos puyas, volver a coger el percal utilizándolo con la suavidad con la que se duerme a un somnoliento. Fiel a su letanía, el diestro de Chiva acopló al de El Parralejo con sus típicos doblones por la derecha, hasta sacarlo a los medios. La doctrina poncista habla de tiempo y velocidad, todo en su justa medida, para componer una faena limpia y templada que dio paso a que el torero afincando en Almería tratara de lucirse al natural. De todas formas, la embestida reservona del castaño impidió su propósito. Por el pitón derecho incidió para ir sacándole el jugo al burel, con tres poncinas que llegaron a los tendidos. Una buena estocada premió a Ponce por ser Ponce, con una Almería siendo Almería.

Vistoso pase de pecho de Enrique Ponce al primero. Baltasar Gálvez

Al cuarto, el de su despedida, el valenciano lo saludó con gusto para componer, con la franela, una faena cuajada a base de temple y sometimiento. Series que fueron saliendo a base de mucho mando, el habitual en el diestro figura del escalafón, con pasajes por ambos pitones, lidiando con mucho gusto y ligazón. Entregado y vaciándose en cada muletazo, acabó casi viendo lo nunca visto, no por las poncinas y sí por ponerse de rodillas. Con el público entregado, el acero no le permitió una respuesta a la medida de sus tardes en Almería, para dar paso a una liturgia de despedida que puso en pie hasta a los 'antiponcistas'.

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Clase

La faena de la tarde la firmó Juan Ortega. El diestro sevillano exhibió su particular forma de torear que le permite ser uno de los espadas con más porvenir dentro del escalafón taurino. El sevillano se abre paso a base de un toreo profundo, con muchísima enjundia, como la que exhibió sobre el albero del coso almeriense. Así, cuajó buenos lances con el percal, con gustosas verónicas y un lucidísimo quite con ceñidas chicuelinas y una plástica revolera. Anuncio de lo que el trianero compuso después con la franela. Regustándose en cada pase, Ortega comenzó la lidia 'acunado' en tablas para torear muy despacio y siempre arrastrando las bambas de la muleta, con una grandiosa despaciosidad y cuajando con mérito la faena soñada –de lo mejor que se ha visto en Almería en mucho tiempo–.

Vistoso Juan Ortega, siempre toreando con clase. Baltasar Gálvez

Sin desprecios, el diestro sevillano cuajó una gran faena, siempre a la distancia, parando el tiempo en cada pasaje de una actuación completa de 'cabo a rabo', en la que el de El Parralejo fue casi una 'mascota', siempre acudiendo al engaño, con limpieza, y yendo también de menos a más en su comportamiento. Al natural, Juan Ortega fue más lento si cabe, con muletazos de principio a fin, rematándolos en la cadera. Tenía las orejas en la mano, pero tenía que matar. Lo hizo echándose encima para dejar el acero en todo lo alto.

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Y pasó del todo a la nada porque el quinto no se lo permitió y el sevillano sólo pudo intentarlo, con una faena con mucha firmeza y al que, pese a cuidarlo, no le permitió el lucimiento que traía en el 'esportón'.

Mucho mando

Los trofeos incentivaron a un Roca Rey que fue el más lucido con el percal, con vistosas caleserinas. El limeño cuajó a su primer toro con pasajes variados en el saludo capotero. Con la muleta se 'agarró' a los estatuarios para iniciar la faena, 'trasladando' al toro a los medios para imponer lo que le hace estar entre los 'no terrenales', pisando unos terrenos que son de su propiedad para hacer una faena larga y 'celebrada' por el dominio en las tandas con la franela, logrando sacar muletazos de raza en los que Roca expuso para cuajarla casi entre los pitones.

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Contorsionista, Roca Rey 'alecciona' a su primer enemigo con poderío. Baltasar Gálvez

La que Roca hizo al sexto no fue diferente a lo ejecutado en el tercero. El limeño se las vio con un deslucido sexto que no le iba a permitir, salvo que apareciera la insistencia. Y esas formas de no transigir, de no amilanarse, le permitieron realizar una faena de sometimiento, con mando y temple a la vez y siempre cerca de los 'puñales' del de El Parralejo, al que le 'arrancó' una oreja de ley, pese a pinchar en el primer intento.

Ponce se va entregando su corazón a un público entregado. Baltasar Gálvez

El último baile

En los albores de la temporada 1997/98, Phill Jackson, apodado como 'El Señor de los Anillos –el entrenador con más títulos NBA, con siete conquistas con los Chicago Bulls y cuatro con Los Ángeles Lakers– y puede que la piedra filosofal sobre la que giraron los majestuosos Chicago Bulls de aquella década liderados por Michael Jordan y con Scottie Pipen, Dennis Rodman, Steve Kerr o Toni Kukoc, la catalogó como 'The Last Dance' ('el último baile') en alusión al último recorrido que harían como equipo. Ayer, Enrique Ponce 'vivió' su 'último baile' en un ruedo que le vio por primera vez hace hoy 34 años. Por eso, porque Almería tiene un cariño especial al de Chivas desde entonces la tarde resultó llena de mil detalles. Un baile primero con 'Lunarrota' y después con Molinero. Los pases ya se saben que los interpreta el público del modo que uno quiere, por ser la tauromaquia un mundo cargado de subjetividad, cuyas faenas dependen de los ojos con los que se miren.

Todo versó en torno a su figura, el saludo, habitual de la afición almeriense para los tres toreros, se dirigió primero al de Chiva que invitó a sus compañeros a salir también a saludar, remisos a quitarle el protagonismo a quien realmente lo tenía.

Rodeado de 'almerienses' –su novia Ana Soria en la barrera del 3 con uno de los capotes de Paseo de la Virgen del Mar– y Curro Vivas y Emilio Magaña, en la cuadrilla, fue conquistando una plaza en la que siempre ha gozado. También ayer. Su primer toro, el penúltimo en un coso en el que tiene el récord de ser el que más paseíllos ha hecho, lo brindó a la plaza. La montera 'barruntó' tormenta, pero Ponce, que le dio la vuelta con la ayuda, convirtió las lanzas en palmas. Éstas echaban 'humo' en el tendido cuando el presidente sacó los dos pañuelos, excesivo premio que descargó de presión al diestro valenciano, con la puerta grande ya segura. Su segundo fue para Ana por «por nosotros y por nuestro amor». Diferente, seguramente, al que Almería le profesa a un diestro que nunca le ha fallado desde aquel 22 de agosto de 1990. Entonces comenzó una unión que sigue viva y que el valenciano tiene en el corazón, a donde se llevó una puñado de albero.

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