Antonio Cazorla
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Antonio Cazorla
Araceli Pérez Fernández
Jueves, 24 de octubre 2024, 23:25
Antonio Cazorla, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Trent y de origen almeriense, ha vuelto esta semana a la provincia con motivo de la presentación de su nuevo libro 'Los pueblos de Franco. Mito e historia de una colonización agraria en España, 1939-1975', editado por Galaxia Gutemberg. Dicha presentación fue oficializada en el Centro Cultural Fundación Unicaja por Óscar Rodríguez Barreira, doctor de Historia Contemporánea y profesor de la Universidad de Almería.
Como ya referimos en el coloquio llevado a cabo hace dos años, el almeriense procede de uno de los barrios más antiguos de la ciudad, La Chanca-Pescadería. En el encuentro mantenido la pasada mañana, Cazorla hizo referencia a algunos de los proyectos que se vienen realizando con motivo del impulso socioeconómico de este barrio, tales como la asociación La Chanca-Pescadería a mucha honra, iniciativa liderada por Manuel Campoy. Además, mantuvimos un interesantísimo debate acerca del estado de la ciencia histórica a pie de calle, del que se extrajeron conclusiones comunes como la necesidad de explotar el potencial de la divulgación histórica o la acuciante necesidad de realizar proyectos museísticos más comprometidos con el pasado más reciente de nuestro país.
Si bien la entrevista mantenida con el catedrático hace dos años nos permitió conocer la inspiración que antecede a sus obras, así como su carrera y trayectoria personal, hoy queremos ahondar en el propósito que fundamenta la creación de su más reciente trabajo, y en los porqués que justifican la elección de dicho tema. De nuevo, se ha insistido en la necesidad de referenciar tanto la memoria de nuestros mayores así como la historia social, la historia pública de la que Antonio Cazorla Sánchez es un nombre propio plenamente consolidado en el panorama historiográfico hispano.
–En una entrevista anterior, mencinó que la curiosidad es esencial para un historiador. ¿Hubo algún descubrimiento en sus investigaciones recientes sobre la colonización agraria que desafió lo que pensaba originalmente?
–Sí, mucho. Hay dos problemas acerca de la cuestión de la colonización agraria. El primero es que queda desconectada del contexto, ¿de dónde viene todo eso? De este modo, queda presentada como obra benéfica de la dictadura, ignorando en realidad que forma parte del programa de contrarrevolución agraria que proviene de la propia Guerra Civil. El mismo organismo que va a hacer la colonización agraria, el Instituto Nacional de Colonización, tiene un nombre previo durante la guerra y se crea en 1939, siendo heredero y contando con el mismo personal que el Servicio Nacional para Reforma Social y Económica de la Tierra, que se crea durante la guerra para devolver la tierra a los terratenientes, aquella que se ocupa antes y durante la GC, unos seis millones de hectáreas. Otro tema en el que no se ha puesto mucho énfasis y que me parece fundamental, y es que en realidad, la mayoría del dinero del INC acaba en manos de los grandes terratenientes.
–Entonces, ¿ese dinero vuelve al mismo sitio?
–Bueno, el mecanismo es curioso. Cuando se utiliza la palabra expropiación en realidad la toma de la tierra por parte del Estado no se está produciendo de ese modo. El Estado no le quita la tierra a nadie en contra de su voluntad, hay muchas formas de evitarlo. El estado lo que hace es que te llega y, supongamos que tienes 1000 hectáreas, y te dice: «Mire, le vamos a expropiar». En ese caso, te recomiendo que esa misma tarde organices una fiesta, porque has ganado la lotería sin comprar billete. El mecanismo funciona del siguiente modo. Tú tienes 1000 hectáreas y el estado te dice: «Le voy a expropiar y voy a transformar la tierra en regadío». El valor de todo lo que se transforma en regadío se multiplica por cuatro, incluso hasta 10 veces su valor. Como parte del acuerdo de expropiación, tú solo debes darle al INC un cuarto aproximado de tu tierra. El resto te lo puedes quedar, con lo cual de una cuarta parte se genera un 300% de beneficio aproximadamente, sino más. Ahí es donde va el dinero destinado por el INC, ya que a los campesinos prácticamente no les llegaba nada. Los campesinos pagan todo y con interés. La inmensa mayoría de las hipotecas contraídas por estos no termina de pagarse ni siquiera con el fin de la dictadura.
–El conocimiento producido por los historiadores no termina de llegar al público general. ¿Cómo podemos transmitir los datos y hechos constatados científicamente al resto de la población de modo que desmitifiquen determinadas ideas promulgadas por la dictadura franquista?
–Los historiadores luchamos contra muchas cosas. La primera, y a modo de autocrítica, es la falta de buenos libros de divulgación. La divulgación no está reñida con la calidad en absoluto. Tampoco ha habido mucho interés por los sectores públicos en enseñar la historia, porque esta es siempre problemática. Fíjate en el tipo de museos que se edifican en Almería: el Murec, no sé qué tiene que ver realmente con Almería, o los museos de la vega o la guitarra. Se hacen museos que evitan la historia.
–Se podría decir que son museos poco comprometidos ideológicamente, ¿no?
–Bastante poco, de hecho son ciertamente neutrales. Por poner un ejemplo, fíjate en la musealización de los refugios de la Guerra Civil, donde nos hemos encontrado hace un momento, es muy deficiente. Cuando ves el vídeo que en ellos se proyecta, no sabes quién está bombardeando a qué ni por qué. La versión institucional, el vídeo introductorio, no te dice quién está bombardeando a quién. Los únicos que aparecen bombardeando son los alemanes, qué malos eran los nazis, que lo eran. Eso sí, te habla de la quema de iglesias. Se trata de una falsa neutralidad, de una inercia institucional. En España tenemos una gran deficiencia de museos de historia. Incluso, lo que hay es deficiente: en el museo de historia de Madrid el siglo XX desaparece. Pero es que, incluso en el museo del ejército en el Alcázar de Toledo no se recoge apenas nada sobre el asedio.
–Sin embargo, en los últimos meses, con el centenario del levantamiento de Los Coloraos, hay un intento de puesta en valor de la Historia Contemporánea, al menos en el caso de Almería.
–Hay una apropiación de la memoria de Los Coloraos. Está bien que nuestra democracia vea en ellos un referente, pero es necesaria una buena dosis de autocrítica en referencia a lo que ocurrió con Los Coloraos en Almería. Estaría bien, al menos.
–¿Qué opina de que haya personas que, aún no siendo historiadores, realicen trabajos vinculados a esta ciencia?
–Es necesario, al menos, un asesoramiento por nuestra parte. En muchas ocasiones, si bien los trabajos no son del todo malos, no te cuentan exactamente todo lo que necesitas saber, ocultan según qué hechos.
–Además del trabajo con fuentes escritas, ¿ha podido visitar en persona alguno de estos pueblos?
–Yo he visitado una treintena de estos pueblos. He llegado visitando dichos pueblos hasta Navarra.
–¿Qué opina de que muchos de los habitantes de estos pueblos guarden un buen recuerdo de la colonización agraria y, por ende, de Franco?
–Sí, me consta. Sucede porque les ha ido muy bien. Tienen derecho a tener las memorias que quieran, pero el caso de Almería es muy particular. En Almería el INC reparte tierras a unos 600 campesinos, solo. Ahora mismo en Almería hay unas 33.000 hectáreas de invernadero. Eso quiere decir, teniendo en cuenta que recibieron una media de 2 hectáreas, que menos de un 5% de las tierras de cultivo almerienses proceden de la colonización. ¿Qué sucede? Que estas personas llegaron allí en unas condiciones terribles, vivieron unos años horribles, y después progresaron mucho, sobre todo a partir de los años 70. Y les fue bien. Entonces, tienen esa visión de que Franco les ha dado todo eso, de que les ha permitido todo eso. Cosa que es falsa, porque ni Franco les dio nada, de hecho, les quitó mucho, ni se debe a ello su progreso. Su éxito se deben a dos factores: la casualidad, el hecho de que se descubrieran una serie de técnicas muy apropiadas para cultivar ahí (enarenado e invernadero) y en segundo lugar una enorme autoexplotación familiar. Cuando el INC, muy tarde, empieza a hacer algo ahí (por ejemplo, declara el campo de Dalías como zona de interés en 1941) no hace nada durante década y media a pesar de que la gente se muere de hambre. Cuando empieza a tomar acciones, el INC proyecta que, en esas dos hectáreas que recibe cada colono, plante cebada, remolacha y algodón.
–¿Algodón en el campo almeriense?
–Sí, sí, sí. Esos eran los cultivos originales para el campo de Dalías. Por supuesto, eso fracasa, entre otras razones por la salinidad del agua. En esos momentos, los años 50, se introduce una técnica ancestral, la del enarenado, que ya era conocida por los campesinos de la costa de Granada. Eso da lugar a un cambio completo del modelo productivo: las parcelas son más pequeñas, por ende más productivas, los colonos pueden comprar las tierras que se encuentren en aparcería en dos o tres años, lo que provoca que progresen muy rápidamente. Eso lleva a una lectura de la realidad basada en la experiencia propia, con la cual, cada uno tiene la suya. Hay que tener en cuenta que los casos de Almería, Granada y parte de Murcia son excepciones dentro de un proceso mucho más amplio.
–¿Por qué cree que el modelo de los pueblos de colonización es exitoso en comparación con la reforma agraria planteada durante la Segunda República?
–Los pueblos de colonización no son exitosos en absoluto. Primero, por las dimensiones. En toda España, en los pueblos de colonización van a vivir un máximo de 30.000 personas. Esa cantidad es la misma que emigra de Jaén en un año a Barcelona. ¡Qué éxito es ese!
–Sin embargo, se ha vendido el proceso como una fórmula exitosa.
–No lo ha sido. Actualmente, dos tercios de los pueblos de colonización están en un claro proceso de regresión demográfica. Entre otras cuestiones, porque cuando se diseñan estos pueblos no se tiene en cuenta a la segunda generación de habitantes. No hay tierra para los hijos, hay tierra solo para los padres.
–Claro, eso es lo que sucede en muchos de los pueblos del poniente almeriense, por ejemplo.
–Eso teniendo en cuenta que son zonas de alta productividad agraria. Imagina en otras zonas de España, más aisladas. A final de cuentas, La Mojonera, San Agustín o Las Norias de Daza están más o menos a media hora de Almería, pero imagina que estás en un pueblo de Teruel, de Extremadura o de Navarra, donde no hay otra cosa que una agricultura que no crece, donde no hay más tierra. Los jóvenes, si o si, se tienen que ir. Lo que cambia el campo español, no es la colonización agraria, son dos cosas. Uno, la emigración masiva de millones de criaturas y dos, la introducción de nuevas técnicas capitalistas en el campo.
–El turismo también es un factor a tener en cuenta, ¿verdad?
–No tanto, pero sí. Muchos campesinos se irán del campo a las zonas de costa para trabajar como camareros. Por tanto, no es un éxito. En Almería sí podemos afirmar que es un catalizador del éxito agrario posterior. Lo que hace la colonización agraria en Almería, como te decía, es hacer el agua más disponible, pero para ello no era necesaria la acción del INC. El éxito de la agricultura almeriense no se debe al INC, se debe a la iniciativa particular. El INC aporta dos cosas: técnicos que perfeccionan las técnicas de enarenado e invernadero, y algo muy importante, el regadío. Pero para todo eso no hacía falta el INC.
–En ese caso, ese 5% del que habla, ¿estaría idealizando su pasado?
–Efectivamente, pero como te digo, lo idealizan porque a ese porcentaje les ha ido bien. En otras zonas de España no recuerdan el proceso de colonización de la misma manera. Otras personas no ponen énfasis en el éxito del proceso, sino en los esfuerzos llevados a cabo en el mismo, en la solidaridad enorme que hubo entre los vecinos.
–Personalmente, ¿ve preocupante que ciertos sectores de la sociedad consideren como gracioso realizar determinados cánticos o alusiones a que 'con Franco se vivía mejor' sin ni siquiera haber vivido en dicha época?
–Ocurre porque no lo han vivido. No lo saben. Ten en cuenta que la gran eclosión del enarenado en Almería sucede en los años 60 y la del invernadero sucede en los 70, a finales de la dictadura. ¿Y todas las décadas de hambre y miseria? ¿Qué pasa con la vida en las chozas, con las personas que vinieron de las Alpujarras y llegaron a pueblos que no estaban terminados? Vivieron en cortijos abandonados, con perdón, como animales. Todo eso se ha olvidado.
–¿Podemos afirmar en ese caso que en aquella época hubo un miedo institucionalizado tal que hizo a la población conservar el trauma como pudieron y tratar de pasar página?
–Lo que hay en esa época son unas expectativas muy bajas. Al campesinado el franquismo no les da nada, es más, les quita los salarios agrícolas. Un obrero del campo en la posguerra está ganando de un tercio a un cuarto de lo que necesita su familia. Se muere de hambre. Le han quitado la posibilidad de una reforma agraria, le han quitado la tierra. Las expectativas son muy bajas. Si llega el INC y dice que unos cuantos van a recibir tierra, muchos consideran esto como un avance, porque es la única posibilidad que tienen de progresar. Lo que pasa es que en el caso de Almería no es el INC lo que lo hace posible, sino el enarenado y el agua.
–¿Hay alguna relación entre el número de hijos por familia y la adquisición de tierras?
–Sí. Daba más puntos para ser colono. Para ser colono debes estar casado y, en teoría, saber leer y escribir, cosa que no es verdad. Además, debías tener buenos antecedentes políticos, osea se, no haberte metido en follones durante la guerra. Se revisaba el expediente del marido, era el que debía estar limpio de todo tipo de problemas. Hubo algunos que se escaparon y, aún siendo rojos, pudieron acceder a la colonización. He consultado los expedientes políticos y puedo constatar eso. Además, el hecho de que algún familiar hubiera sido fusilado no era un inconveniente para acceder a las tierras. En Almería por ejemplo no había bastantes candidatos a la colonización, por lo que comenzaron a ser más laxos con los requisitos.
–Entonces, ¿podríamos decir que esta iniciativa es un intento por parte del franquismo de ofrecer una cara más amable al exterior?
–Al interior, el exterior no importa. Es un régimen que está realizando una transformación ordenada y positiva del campo español, una justicia social que llamaban ellos. Es una metáfora de lo que el franquismo decía ser y no fue.
–Digamos que esa narrativa, quieras que no, acababa pasando a la memoria de sus descendientes.
–Sí, si les fue bien, pero no necesariamente. Por ejemplo, cuando llegas al pueblo de Llanos del Caudillo, lo primero que encuentras es un cartel que dice: Llanos del Caudillo contra la violencia de género y por la igualdad. Llegas a la plaza de la mayoría de estos pueblos y se llama Plaza de la Constitución, te metes en muchos de los pueblos y los nombres de las calles son Federico García Lorca, Rafael Alberti, Antonio Machado. Las memorias no son uniformes, y de hecho, muchos de estos pueblos han tenido alcaldes socialistas y comunistas. Los pueblos de colonización no están llenos de franquistas agradecidos, hay de todo.
–Saliendo un poco del tema y volviendo al tema de la curiosidad, ¿qué le impulsa a investigar sobre la colonización agraria y no sobre cualquier otra temática?
–Fue un comentario de una persona muy querida, que me empezó a hablar de la arquitectura de los pueblos de colonización. Efectivamente, a menudo es preciosa y de ella se ha escrito mucho. Y si, la arquitectura está muy bien pero, ¿Qué hay de su historia? La historiografía que yo conocía de este tema era alguna muy buena, pero ya había envejecido y se encontraba muy incompleta, no ofrecía una visión global. Faltaba su integración en la historia general del franquismo. Por eso quería escribir una visión que yo espero que sea completa y fácil entender de los aspectos principales de la colonización, trayendo a colación temas de los que no se suele hablar al abordar este tema como son la pobreza, la represión, los intereses creados en torno al proceso. Aquí se escriben tesis doctorales sobre las verdades benéficas del señor que impulsó la colonización en el Campo de Dalías y no se hace referencia a los intereses personales que había detrás.
– Anteriormente ha mencionado el valor de la memoria oral como fuente para su investigación. ¿Ha podido contactar con descendientes de colonos o con los propios colonos?
–Ahí es donde tu generación y la inmediatamente anterior habéis hecho un gran trabajo. En los pueblos de colonización las personas jóvenes han hecho historias orales de sus pueblos. Antes de que murieran los colonos iniciales, les hicieron entrevistas. Hay decenas de libros maravillosos con las voces de estos campesinos. Es cuestión de acceder a la Biblioteca Nacional y conocer estos testimonios. Yo no he tenido que entrevistarlos, ya estaba todo hecho.
– ¿Cree que hay algún paralelismo o alguna lección que se pueda extraer de toda esa historia de la colonización para abordar problemáticas como la situación del mundo rural?
– Creo que ese discurso de que Franco hizo cosas buenas hay que desecharlo. ¿A que no defenderías a tu vecino si este fuera acusado de haber matado a varias personas? No dirías que era bueno porque siempre saludaba, pero con Franco sigue sucediendo, después de violar durante cuarenta años los derechos civiles, sociales y políticos de los españoles. ¿La lección sobre el campo? A ver, las fuerzas que actúan sobre el campo a veces son mucho mayores que las políticas concretas. No soy pesimista con respecto al abandono del campo, yo creo que se produce una revalorización del campo a medida que las clases medias urbanas con dinero consideran adquirir una segunda vivienda, ya que resulta agradable. En ese sentido, creo que es poco lo que se puede hacer. Desde luego hay que mejorar los servicios públicos, el acceso a la banca y a la sanidad, pero no creo que se pueda hacer mucho más. Los pueblos de colonización de Almería han sido sobrepasados económica, urbanística y poblacionalmente por el desarrollo masivo del capitalismo agrario. San Agustín, Campohermoso, todos estos pueblos no eran más que un puñado de casas y es incomparable a lo que hay alrededor. Se trata de pueblos que están casi fosilizados, cuya población apenas crece, y en ello sería importante conservar el patrimonio. Insisto, 30.000 casas no cambian la historia social de la Historia Contemporánea de España.
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