![CULTURAS Historia | Enamorarse del pasado para preservar el legado abulense](https://s2.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/202210/07/media/cortadas/mausoleo%20abla-kCp-U180295079092iWD-1248x770@Ideal.jpg)
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ARACELI PÉREZ FERNÁNDEZ
Jueves, 6 de octubre 2022, 23:30
La segunda jornada dedicada al pasado del municipio de Abla, en el Museo Arqueológico, contó el miércoles con la presencia del catedrático granadino Andrés María Adroher Auroux y de María Juana López Medina, profesora de Historia Antigua en la Universidad de Almería, que se centraron ... en el periodo de ocupación ibérica del actual territorio que conforma Abla.
La intervención de Adroher se centró en las nuevas aportaciones que la arqueología ha dado con respecto a la comprensión del pasado ibérico abulense. El arqueólogo enfatizó que los estudios seguían siendo muy escasos, fruto de la ausencia de intervenciones arqueológicas. Aseguró que «Tenemos un enfoque disociado a la hora de ver las culturas del pasado».
Esto sucede debido a que las denominaciones con las que hoy conocemos a los íberos (turdetanos, oretanos, bastetanos, contestanos) son una suerte de nombres otorgados por la administración romana una vez han conquistado los territorios que eran dominio previo del poder cartaginés.
En el siglo II a.C., una vez Cartago es derrotada por los ejércitos de Publio Cornelio Escipión, los romanos organizaron el territorio conquistado de acuerdo a una serie de regiones que estructuraban unidades económicas. Bastetania, por tanto, no es una unidad cultural mediante la cual se entendía la población de una misma zona, sino un espacio de redistribución dentro de las redes de comercio de la zona. Dentro de ella, la población más importante era Basti, lo que otorga la denominación de 'Bastetania' a toda una suerte de núcleos que no gozaban necesariamente de ninguna conexión entre sí.
Adroher comentó que «el oppidum ibérico de Abula se encuentra en la zona superior del cerro, con una estructura circundada por una muralla que no era expresamente defensiva», «Las fortificaciones también son una suerte de frontera entre aquello que está ordenado, donde hay seguridad y el exterior salvaje y desordenado», explicó.
El investigador granadino señaló la existencia de santuarios ibéricos al aire libre tras documentar una serie de fragmentos de platos rotos. «Una vez realizados los ritos religiosos, estos elementos dejaban de formar parte del mundo profano y pasaban al sagrado, lo que los inutilizaba para la vida común», señaló.
Compromiso con el patrimonio
Interesante fue su reflexión final, donde animaba a los vecinos de Abla a comprometerse más con el rico legado que conservaba el municipio, algo que «se perderá si no hacemos que nuestros jóvenes lo encuentren apasionante».
Por su parte, la doctora López Medina dedicó su conferencia al periodo transitorio entre la última fase ibérica del yacimiento y la paulatina asimilación al mundo simbólico romano del mismo. «Tras la derrota de los púnicos, todo el territorio bastetano pasó a formar parte del ager públicus romano, a quienes pagaban tributo», subrayó. No obstante, la situación de los abulenses no distaba mucho, pues habían sido tributarios de la república cartaginesa años antes, tras la conquista del sur peninsular a cargo de la familia barca (237-218 a.C). Con la paulatina integración de los oppida ibéricos dentro del sistema de civitates romano, algunos asentamientos como el de Montagón, muy próximo a Alba, dejaron de ocuparse. A su vez, los habitantes del cerro contiguo comenzaron a poblar las zonas llanas contiguas a la ladera, siguiendo el patrón de asentamiento tradicional romano. Como López Medina afirmó, «esto era beneficioso para los romanos, porque permitía evitar que al concentrarse en altura se produjeran revueltas como la del 197 a.C. en el levante peninsular».
Desde finales del siglo II hasta los comienzos del la primera centuria antes de Cristo, el municipio romano de Alba desarrolla una serie de edificaciones y espacios de carácter público como el foro. A su vez se desarrolla la necrópolis, situada a las afueras, tras la muralla. La docente afirmó que «los íberos continuaron explotando la comarca del mismo modo que en épocas anteriores, dedicándose a la agricultura, explotación metalúrgica y ganadería».
Sin embargo, la influencia de las costumbres romanas se iría infiltrando con el paso de las décadas en el imaginario colectivo, del mismo modo en que en la actualidad nuestro vocabulario integra cada día más palabras en inglés.
Dejó la investigadora un dato muy curioso al término de la ponencia: «La explotación minera del Sureste fue tan intensa que han quedado testigos de ella en las columnas heladas de Groenlandia. Hasta la Revolución Industrial del XIX, no se superarían estas cifras».
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