El periodista y escritor Pedro Ontoso. El Correo
Entrevista

«Enrique Casas siempre tuvo a gala su origen y sus raíces»

Pedro Ontoso | Periodista y Escritor ·

El que fuera subdirector de El Correo publica 'Enrique Casas. Un socialista entre balas', biografía del político accitano asesinado por la banda terrorista ETA

José Antonio Muñoz

Granada

Martes, 11 de enero 2022, 20:46

El periodista Pedro Ontoso (Barakaldo, Vizcaya, 1956) ha sido hasta hace unos meses subdirector del diario El Correo, perteneciente al grupo Vocento. Profundo conocedor de la realidad política y social vasca, vivió de cerca 'los años de plomo', cuando la banda terrorista ETAcometió la mayor ... parte de sus asesinatos. Entre ellos, el del senador socialista de Guadix Enrique Casas, uno de los que conmocionaron más profundamente el panorama político. En 'Enrique Casas. Un socialista entre balas' (Fundación Ramón Rubial), cuenta su historia.

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–¿Quién era, a grandes rasgos, Enrique Casas?

–Era una persona excepcional. Todos los que le conocieron y con los que he tenido oportunidad de hablar lo dicen. Inteligente, resistente, correoso, rocoso, muy equilibrado, también paciente, negociador, sereno, honesto y muy humano. Para los socialistas, era el mirlo blanco que esperaban, porque sin ser uno de los históricos del partido (llegó al País Vasco en 1973), enseguida entró en el Comité de Dirección por su alta capacidad organizativa y de planificación. Le llamaban 'El Tanque', porque empujaba y podía con todo.

–¿De dónde surgió su compromiso político?

–Cuando se marchó a Alemania para estudiar Física Nuclear, tuvo mucho contacto con la socialdemocracia, pero también conoce a su mujer, Bárbara, que venía de Suecia y conocía también la socialdemocracia. Ydescubrió entonces que eso era lo que quería para España, una sociedad libre e igualitaria. Nada más llegar al País Vasco, se implica en política por esto mismo.

–Enrique Casas fue un ejemplo de político a pie de calle, muy alejado de los de hoy, acostumbrados a lanzar soflamas desde el sofá o a que las lancen otros por ellos en las redes.

–Nunca fue un hombre de despacho, es cierto, a pesar de que era un gran negociador. Era capaz de organizar el partido desde la calle, se pateaba todas las agrupaciones de Guipúzcoa, que era su territorio, tomaba cafés en los bares, y en esa época tan dura de los años de plomo, estaba con ellos en los plenos –a veces, desarrollados en condiciones infames y dramáticas– y en las manifestaciones. Su carisma le hacía ser muy querido entre la militancia.

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–¿Sus peores momentos como político, antes de su asesinato, fueron los funerales de sus compañeros?

–Es probable. Tras la muerte de Franco, con los primeros ayuntamientos democráticos, los socialistas consiguieron ganar en plazas tan emblemáticas como Irún. Él era un constitucionalista nato, y siempre pensó que la paz debía construirse desde la Constitución. Los entierros debieron ser momentos muy duros para él, como duro fue para todos que el obispo de San Sebastián, Monseñor Setién, negara la posibilidad de que su propio funeral se celebrara en la catedral.

–Dice Idoia Mendía en el prólogo de su libro que ya hace 10 años que ETAdejó de actuar. ¿Usted siente que realmente es así, o todavía está presente?

–En estos días, a pesar de que la izquierda abertzale había renunciado oficialmente a los recibimientos a etarras, los 'ongi etorri', lo cierto es que se están volviendo a producir. Sortu, los herederos de ETAque aglutinan a sus exmilitantes, tras la muerte de Troitiño, que tenía a sus espaldas 22 asesinatos, le han despedido como a un héroe. Antza fue recibido con aplausos. Y en la nueva dirección de Sortu va a tener un papel fundamental David Pla, el último jefe conocido de ETA. Sin duda, la organización aún está presente.

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–¿Qué significó Andalucía y sus orígenes para Enrique Casas?

–Su nacimiento cerca de Guadix y sus primeros años de vida en la plaza de las Palomas fueron muy importantes, porque él recordaba a sus maestros de por entonces. Todos sus antepasados eran granadinos, además. Por ello, siempre que podía volvía a Guadix, y les hablaba a sus hijos de su infancia en las cuevas. Su periplo posterior hizo de Enrique Casas un ciudadano del mundo, aunque siempre conservó su ser granadino y andaluz, y lo recordaba en los mítines. Por eso, no entendía de nacionalismos exclusivistas, ni de posiciones radicales. Fue un hombre de paz, y ello fue lo que le costó la vida.

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