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El mundo de la cultura está plagado de números dos que han cosechado grandes éxitos a lo largo del tiempo. Y si no que se lo digan a David Bisbal con su segundo puesto en el primer Operación Triunfo. O a Russell Crowe en 'Gladiator', papel que le valió un Oscar, tras rechazar Mel Gibson interpretar al gladiador Maximus. Sin embargo, el 'Número dos' que nos muestra David Foenkinos y que da título a su última novela, editada por Alfaguara y traducida del francés por Regina López Muñoz, es muy diferente a los ejemplos citados.
El autor parisino arranca la historia en 1999 y nos presenta a Martin Hill, un niño de apenas diez años con gafas negras y redondeadas que vive feliz en Londres con su padre recientemente divorciado pese a que los últimos meses habían sido algo complicados. Su vida da un vuelco inesperado cuando acude por azar a la productora cinematográfica en la que trabaja su progenitor y allí se cruza con David Heyman, el cual se encuentra inmerso en la búsqueda del actor que interpretará al joven mago del número 4 de Privet Drive.
Si algo caracteriza a la narrativa de Foenkinos es la delgada línea roja que separa la comedia del drama en sus historias. Historias que pueden ser consideradas como un iceberg, ya que ocultan mucho más de lo que se ve en superficie. Como ya hiciera en su día con 'Hacia la belleza' o 'La delicadeza'. Lo que comienza de forma pausada, tranquila y con tintes divertidos se transforma en algo dramático, cruel y asfixiante, ya que el protagonista tras ser descartado para encarnar a Harry Potter en la gran pantalla se introduce en un abismo tan oscuro como las profundas aguas por donde navega la parte escondida del bloque de hielo.
A su alrededor todo le recuerda al éxito de su rival y la existencia que podría haber llevado, llegando por momentos a confundir la realidad con la ficción. David Foenkinos, ganador del Premio Goncourt entre otros, se convierte con esta obra, que una vez más se apoya en el arte para salvar a su protagonista y también un poco al lector, en un hechicero de la palabra; creando un 'expecto patronum' con sus letras que permita canalizar las emociones positivas y hacer ver que en la vida se trata de ser mejor, y no de ser el mejor.
La prosa ágil y atractiva de 'Número dos' atrapa desde la primera página, haciendo difícil parar su lectura. Una lectura que aunque pueda inducir a confusión por el punto de partida de la trama y la maravillosa ilustración de la portada, obra de David de las Heras, es seria, sensible y afronta la derrota como un elemento común más dentro de nuestra existencia. Y es que en más de una ocasión, todos hemos sido, somos o seremos un número dos.
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