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El tendido del 8 tendrá un hueco vacío cuando se celebre la próxima feria de Almería. Allí, en la barrera de un tendido con mucho pedigri en el que se sentaba junto a él Rafael Morales, de la Peña El Taranto; Antonio Molina, que hizo sus pinitos como novillero; Antonio Sevillano, Marcos Rubio, Paco Papis y un gran número de aficionados, aunque realmente sus abonos en el centenario coso de la Avenida de Vilches estaban en el Tendido 4.
Su casa es un museo auténtico del que carece la afición taurina almeriense porque no ha habido festejo celebrado en Almería en el que no estuviera Fernando Díaz Gálvez, que ha fallecido hoy casi a la hora del sorteo, a las 12.30. Creció al cobijo de una familia que tenía un puesto de charcutería en el Mercado Central, en la que trabajó desde niño. Pero su trabajo también fueron los toros. De niño, como la mayoría de los de su edad, jugaba al toro en los aledaños del coso taurino, al que, antes de que su padre, en 1934, le regalara un abono, trataba de entrar y conseguía acceder sin entrada.
Desde 1934, con una cámara Kodac, y desde 1963, con un tomavistas, no hay festejo en el que no haya estado presente Fernando Díaz, un taurino de pro, cabal, que cuando hablaba lo hacía sin querer dar lecciones, pero que sí sentaba cátedra en cada comentario, un libro abierto en el que figuran, a través de su memoria y de sus documentales, archivos para la historia con imágenes de Manolete en las tres ferias consecutivas en las que estuvo en el coso almeriense, 1942, 1943 y 1944; Juan Belmonte, Antonio Bienvenida, Antonio Ordóñez, Manuel Benítez 'El Cordobés', Curro Romero, Rafael de Paula, Paquirri…
Tenía su liturgia. Recorría el camino hacia el coso taurino almeriense con los 'bártulos', entre los que estaba la merienda, la cámara de fotos y un gancho de la carnicería que regentaba en la plaza de abastos, que lo utilizaba para colgarlo en las cadenas de la barrera hasta que empezaba la corrida. Ahí lo colgaba todo menos la cámara. Con una camisa celeste, entraba al albero con la cámara en mano y era el primero en hacer las fotos del paseíllo. Luego volvía a su asiento en el tendido para instruir a sus vecinos de localidad, en Almería o en Roquetas de Mar. Instantáneas que forman un archivo histórico de oro de la tauromaquia en Almería, que terminó de existir cuando la prohibición de tomar imágenes por los derechos de imagen se impuso.
Aún así, su casa es un museo de toreo puro como él era. Su cuerpo descansa en el Tanatorio Portocarrero, su alma estará en el albero del coso taurino almeriense.
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