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Natalia Salvador (Granada, 1985) quería dibujar, pero el mundo le había insistido tanto en que vivir del arte era imposible que terminó creyéndolo. Optó por el diseño gráfico, las páginas webs y la publicidad. «Que no tienen nada de malo, es un buen trabajo, pero a mí me faltaba algo», dice, sentada en su estudio, con Pipo, su perro labrador, a los pies de la mesa. En 2017 le diagnosticaron a su madre un cáncer y el universo se tambaleó. Una tarde, Natalia se sentó con ella y le contó cómo se sentía, que quería cambiar el trabajo, que quería dibujar porque era su vocación sincera pero que no se atrevía. «Me dijo que no fuese tonta. Que fuera a por mis sueños. Al poco falleció y yo pensé que le iba a hacer caso». Y volvió a dibujar.
Desde hace 39 años, la fundación L. Ron Hubbard, impulsada por el propio escritor de ciencia ficción y fundador de la Cienciología, organiza en Hollywood un certamen internacional para descubrir a nuevos talentos del relato y la ilustración: 'Escritores e ilustradores del futuro'. Salvador se presentó con varios trabajos, entre ellos uno titulado 'El último en decir adiós'. «La ilustración representa el momento en que murió mi madre –relata la artista, emocionada–. Yo estaba con ella, sujetándole la mano, en su casa. Oí a mi perro llorar y pensé que se estaban despidiendo». Ese adiós fue una de las razones por las que el jurado del concurso la seleccionó como una de las doce ganadoras de este año.
El certamen de 'Escritores e Ilustradores del Futuro' tiene doce ganadores. Cada autor recibe un premio inicial de 500 dólares y participa en la edición de un libro en el que unos ilustran las historias que los otros escriben, un trabajo por el que ambas partes reciben un pago extra. El 8 de abril se celebra en el Taglyan Complex, en Hollywood, una gala en la que se anunciarán los ganadores absolutos de la edición (un escritor y un ilustrador), que recibirán un premio adicional de 5.000 dólares. «Además, a todos los seleccionados nos pagan el viaje y la estancia durante una semana allí, en Los Ángeles, para que podamos participar en una serie de talleres artísticos».
Aunque todavía quedan varios meses para irse viaje, desde que su nombre apareció entre los doce finalistas del premio se han abierto varias puertas. «Me ha surgido un proyecto fantástico sobre hadas, un libro juvenil escrito en verso, otra portada para otro libro... Estoy muy contenta». Salvador ya no tiene duda y cuando le preguntan a qué se dedica responde alto y claro: «Soy ilustradora. Y me encanta la fantasía».
En casa de Natalia Salvador cohabitan, en paredes y estanterías, Tolkien, AC/DC, Stephen King, Queen, Terry Prachett, Iron Maiden, Asimov, Guns and Roses, Sapkowski... y con todos ellos, bien mezcladitos, 'El Pollo Pepe', '¿A qué sabe la luna?' y otro puñado de cuentos infantiles. «Es lo que tiene vivir con una niña de tres años, que sus cosas y las nuestras se mezclan», ríe la ilustradora.
Los tres trabajos que mandó al certamen 'Ilustradores del Futuro' dicen mucho de su autora y de su gusto por la fantasía. Se titulan 'Sé mi rana', un cuento mágico; 'Guardián del tesoro', una aventura de piratas; y 'El último en decir adiós', una entrañable historia de espíritus. «El premio está pensado para ilustradores noveles, que no tengan mucha obra publicada. Ahora nos enseñan a trabajar con un director de arte, a seguir un proceso, a cumplir tiempos... Está siendo muy interesante».
Desde que Salvador decidió dar un vuelco a su vida, ha ilustrado varios libros juveniles, expuesto en salas y locales y participado en la antología de relatos e ilustraciones solidarias 'Doñana es Arte'. «Pero dibujar llevo dibujando desde el principio, desde que era una niña y mi hermana y yo guardábamos los lápices y las ceras en una caja de cartón. Nunca llegué a dejar de dibujar. Era mi camino: de la ESO a Bachillerato de Arte y luego a Bellas Artes. Luego me fui a Madrid porque la gente me decía que no se podía vivir del arte... Hasta que volví y mi marido, José Antonio, y mi madre me animaron a retomar mi vocación».
En el último año, Salvador ha realizado varios cursos especializados, incluida una mentoría internacional con un reputado director de arte. «Al poco de empezar con él me llamaron de Estados Unidos y yo pensaba que era mi hermana, que vive allí. Pero no, era para decirme que había ganado el concurso. Me puse muy contenta», sonríe, mientras estruja la cabeza de Pipo entre sus manos.
¿Cuál es el gran sueño? «Vivir de esto. Me he dado cuenta de que hacer otras cosas no me llenan tanto. No puedo estar ocho horas trabajando en algo que me dé exactamente igual y conformarme con que luego me pagan. Necesito más. Por inquietud artística o por curiosidad o por lo que sea». ¿Y qué te gustaría ilustrar? «Me encantaría hacer libros de la colección de Barco de Vapor, que son los que yo leía de pequeña. Y me gustaría muchísimo participar en los libros de arte de 'Spectrum' e 'Infected by Art' (dos publicaciones que recopilan las mejores ilustraciones del género fantástico del mundo)».
El 2 de abril marcha a Hollywood, como las estrellas del cine, a pasar una semana en el Hotel Roosevelt y, con un poco de suerte, a ganar el certamen a ritmo de David Bowie. «Es mi favorito –dice, señalando un disco que cuelga de la pared–. Me lo regaló mi madre, Carmen. Carmen, como mi hija». Y Pipo levanta la cabeza.
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