Guille Milkyway cambió la economía por la música con el proyecto en el que ha desarrollado su expresión artística, La Casa Azul. R. I.
«He usado La Casa Azul para narrar mi día a día y poder desahogarme»
Guille Milkyway | Músico del grupo La Casa Azul ·
La Casa Azul cerrará la primera de las noches de Pulpop Festival. Guille Milkyway, alma máter, del grupo, relata su recorrido a IDEAL
david roth
Almería
Jueves, 1 de septiembre 2022, 23:10
Guille Milkyway, el nombre detrás de La Casa Azul, es sin duda el artista efervescente, el que ha conseguido derribar las barreras del comercialismo, para llevar a todos los oídos el bubblegum, el sunshine-pop, el europop y todos esos estilos que merodean en torno a las melodías más hermosas y los arreglos perfectos. Todo un artista que esta noche ofrecerá un despliegue musical en el Pulpop Festival a las 00:10 en la Plaza de Toros de Roquetas de Mar.
–No hay futuro', su nuevo single, ¿coge ese título de esta situación de caos, crisis, guerras, pandemias que tenemos?
–Un poco sí, alude inevitablemente a esa sensación de que todo se acaba y de que parece que nos llevan a una situación, a un camino sin salida y la canción, a pesar del título y el planteamiento muy dramático, hablando del fin de los tiempos, tiene una intención optimista en su interior. En esa frase de «tiene que haber algún lugar», el anhelo de que por mucho de que nos digan, que todo parece que se derrumbe, hay un lugar donde eso nos sucede y cada cual lo encuentra donde puede. Yo sé dónde me encuentro. Apela a ese espíritu de cierta esperanza.
–Con la pandemia se fraguaba ese fin de la música en directo como la conocíamos. Dos años después, podemos seguir celebrando festivales como este Pulpop en plena normalidad. ¿Es un alivio recuperarlo?
–Es un alivio necesario, imprescindible y total y absoluto. Hemos vivido un momento terrorífico, obviamente para nuestro sector, pero para todos. El hecho de encerrarse, normalizar conceptos o frases como distancia social, me parece un horror. Hemos cometido muchos errores, o han cometido algunos, que no hemos querido utilizar este tipo de conceptos. Se han intentado normalizar cosas que ni en situaciones extremas deberían ser demasiado normales, así que sí, es un alivio poder volver a respirar y volver a ver a gente feliz y compartiendo la vida.
–¿Es su primera actuación en Almería?
–Hemos estado varias veces, a pesar de que hace muchos años que no. Era una plaza que a veces parecía inaccesible para nosotros y para varios grupos de nuestra generación y nuestro entorno. Antes de que tocáramos allí, yo había ido a la costa, sobre todo a pasar momentos de descanso, y cuando empezamos a poder tocar allí fue una alegría.
–Siempre se ha hablado de que el crecimiento del grupo ha sido progresivo, controlado. ¿Había algún miedo a ser absorbido por la industria?
–En parte sí, soy muy temeroso de esa selva del business. Pero ha sido muy natural, ha sido orgánico porque ha sucedido así. De alguna manera ha primado nuestro espíritu, hablando en boca del grupo y de mi sello Elefant Records, de no perder la razón de todo esto, que es sentirnos realizados, ser felices y hacer las cosas como queremos. Entonces, cuando ha habido momentos estos años que había riesgo de cierto descontrol, ha ido bien poner un poco de pausa y de distancia a todo porque nunca hemos tenido una ambición por llegar a algún sitio en especial. El afán es poder vivir de lo que hacemos, sentirnos realizados y, en la medida de lo posible, hacer feliz a la gente. Sí que hay cierto temor a la industria, pero a la vez una seguridad de que los pelotazos te quitan más de lo que te aportan.
–¿Monta Elefant Records para tener control absoluto sobre su propia música?
–A ver, lo de control absoluto suena hasta feo. Es la esencia de la expresión artística, poderte expresar con total libertad. Siempre que eso está mediatizado, habrá un elemento por encima tuyo que te intente guiar en lo que se debe o no hacer o alguien que opine de manera externa sobre tu hacer o tú obra. Nos hemos acostumbrado a estas estructuras complejas en las que opina mucha gente, todo se hace por algún motivo y que hay una planificación. No todo tiene una razón de ser y eso está muy alejado de lo que es el arte, por pequeño que sea, como es el nuestro. En este caso, mi sello es el ejemplo claramente de salvaguardar la libertad del artista. Así nació el sello y así morirá, si es que algún día muere.
–En su momento estuvieron cerca de entrar a Eurovisión. ¿Cómo influyó esa Gala de 2007 en la trayectoria del grupo?
–Todo tiene incidencia. Aquello a fin de cuentas me sirvió para darme cuenta de que está muy bien esa manera naíf de enfrentarse a la industria, pero uno, sin quererlo ni beberlo, se encuentra en un embrollo para el cuál no está preparado. Fue mi caso, me sobrepasó la proyección mediática y pienso como soy, no es mi lugar. Se necesita talento para ese tipo de cosas y si yo tengo alguno, ese no es. Eso sí, tuve la fortuna de conocer a Raffaella Carrà, que había admirado toda mi vida, solo por ese tipo de cosas mereció la pena. Fue una ventana para que mucha gente nos conociera de golpe, para bien o para mal, a raíz de esa participación.
–Hábleme de esa oleada de público joven que lo ha redescubierto recientemente. ¿A qué cree que se debe?
–Hay factores, algunos muy claros, como que tu música salga en según qué series o, que en el 2017 la Revolución Sexual cerrara la gira de OT. De golpe genera una empatía en un público que hasta entonces no te conocía. Pero vuelvo al tema de antes, cuando uno se muestra de manera natural y como quiere, eso va sucediendo. De golpe pasan cosas puntuales al hacer lo que necesites como artista y el público llegará o no por elementos azarosos y puntuales. Ahí está también el trabajo del sello. Es muy gratificante, porque ahora algunas canciones se perciben y se interpretan de una manera distinta a la que estaba concebida en un inicio, y eso está guay.
–¿A dónde se dirige La Casa Azul?
–[Risas] Pues ni puta idea, pero es algo que tampoco me he planteado nunca. Una cosa que siempre tuve claro desde el inicio es que quiero continuar muchos años con el grupo. Si puedo hasta que me muera. Y ese es el único camino que te sé decir, tirar para adelante, porque es mi vida y me expreso a través de él. Supongo que me llevara por caminos parecidos a los que me lleve la vida, porque al final he usado mucho La Casa Azul para narrar mi día a día y para poder desahogarme. Si es el planteamiento más formal, estético y artístico, eso va cambiando con el tiempo y hay algunas ideas que ya iremos viendo si se pueden llevar a cabo.
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