Velasco, su amor almeriense y su oración por la Virgen de la Esperanza de Estudiantes

«No me he enamorado desde que Paco se fue. En casa todavía tengo sus fotos puestas. Cuando murió, me di cuenta de cuánto lo querían mis hijos». Concha Velasco (Valladolid, 1939) la chica ye-yé, unió sus signos vitales con Almería el día en el que conoció a Francisco Martínez Socías, Paco Marsó. El amor de su vida y también quien le causó sus mayores dolores de cabeza. Casada con él en 1977, este macaelero, productor teatral y actor ocasional, le dio uno de sus dos hijos, Francisco Romano, y le provocó los mayores angustias y desvelos.

Su único gran amor, como lo definió en varias ocasiones, no fue nunca relevado por otra mora verde, sin embargo su relación se fue al garete por las infidelidades y los problemas económicos derivados de la adicción de Marsó al juego. Su relación acabó en separación definitiva en 2005. Pocos años después, en a primavera de 2010, ambos se divorciaban y tan solo unos meses después Marsó moría en Málaga de una hemorragia cerebral.

«De Paco me enamoré según le vi», comentaba la acriz. Coincidieron por primera vez en 1966, cuando ambos representaban Don Juan Tenorio sobre las tablas de la escena teatral. Cuando se casaron, Concha tenía ya un hijo de una relación anterior con Fernando Arribas. «Lo he contado ahora porque ha fallecido, pero guardamos el secreto porque queríamos guardar su intimidad», comentó hace apenas dos años, en 2021, cuando Arribas ya había fallecido. Habían pactado el secreto mientras viviese.

Marsó también tenía una hija de otra relación. Y durante años, la relación llegó a ser tormentosa. En 1990 hubo una primera separación con amago de divorcio. A esta crisis le siguieron dos más en 1999 y en 2002. En su entorno todo el mundo daba por hecho que el origen de estas crisis estaban en las infidelidades de Marsó. Pero a ello se sumaron su afición al juego y su principal derivada: problemas económicos. «Al divorciarme he ganado que cuando suena el timbre de casa no piense que es una citación judicial», llegó a decir en una entrevista la vedette y actriz vallisoletana. Con el matrimonio separado, Marsó reconoció ser «el culpable de todo». Admitió infidelidades y problemas de ludopatía.

No es la única conexión almeriense de Velasco. La actriz rodó en 1969, antes de casarse con Marsó, la comedia Susana junto a Junajo Menéndez, Ángel Aranda, Florinda Chico y Roberto Camardiel entre otros. La cinta, bajo la regia de Mariano Ozores, se rodó principalmente en Roquetas de Mar, con escenas también en el incipiente destino turístico de Aguadulce.

No obstante, y como actriz de teatro, Velasco ha trabajado sobre las tablas almerienses en un buen puñado de ocasiones. La última de ellas fue en el año 2020, con La Habitación de María. Un monólogo con el que Velasco, ya octogenaria, se despedía de toda una vida de artista. Ese año pudo inmortalizarse otra -y muy desconocida- conexión de Velasco con Almería: fue ella la que costeó la restauración de la corona de Nuestra Señora del Amor y de la Esperanza, advocación mariana a la que rinde culto la Hermandad de Estudiantes de Almería.

Fue todo una providencial casualidad ocurrida en 2002, cuando Marsó y Velasco aún estaban unidos en matrimonio. El hermano mayor de entonces, Antonio Artero, trabajador municipal de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Almería, conversaba con los orfebres sobre el coste de la restauración justo cuando Marsó escuchó la conversación y, tras hablarlo con Concha Velasco, se ofrecieron a costear el trabajo de artesanía.

Hace tan solo tres años, en el 2020, cuando Velasco pisaba por última vez las tablas del Maestro Padilla, Artero y el actual hermano mayor de la cofradía, Antonio Salmerón, hicieron entrega a la vallisoletana de una foto de la talla con la corona ya restaurada gracias a su altruista y benefactora actuación dos décadas antes. Una foto para el recuerdo que subraya la eterna conexión de la artista por excelencia con esta tierra a la que siempre estuvo unida.

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