![Amor, pornografía y actores vestidos de negro en el Festival de Títeres](https://s3.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/202105/20/media/granada/titeres.jpg)
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Andrés molinari
Granada
Viernes, 21 de mayo 2021, 00:23
Los actores totalmente enlutados son la vida y el alma de los títeres. Sus cuerpos deben intuirse pero raramente verse, y así nuestra vista y nuestra imaginación discurrirán mejor sobre el cartón piedra o la goma espuma creyendo que son la piel de hombres ... pequeños y deformes.
Dos espectáculos han coincidido en esta negritud para abrir el escueto festival que, como cada mayo, nos ofrece el Teatro Alhambra. El grupo Corsario nos trajo a Granada su 'Celestina Infernal', muy en su afán de escenificar todos los clásicos españoles. Una versión tan peculiar como discutible, con interesante uso de varios recursos escénicos y un notable dispendio de decorados, algunos de ellos de innegable atractivo. Por ejemplo esa cocina de Celestina, que recuerda los mejores bodegones hispanos, o esa pose de la vieja junto a Melibea desnuda que casi revive la Danae de Tiziano. Mucho menos afortunado el jardín en el que osa entremeterse el halcón de Calixto.
En un constante subir y bajar de interés y de calidad escénica, encontramos una amanita oportuna, un fuera y dentro del tabladillo y una desbordante imaginación en los seres no humanos, siempre cornúpetas, ya sean de artiodáctilo de aquelarre ya de demonio escapado de los pies de Miguel. Sin embargo cuando aparece la pornografía nuestro interés dimite de tan zafia explicitud, ya que siempre prefiere las sugerencias a los coitos y felaciones, aunque sean entre muñecos.
Mucho más amoroso y también más discreto el espectáculo 'Hubo', creado por la compañía El Patio. Una historia ambientada en un pueblo con casas de corcho, nieve de borra blanca y árboles caducifolios, que nos cuenta el encuentro siempre tierno, la muerte siempre triste y la procelosa navegación de un ser humano en el océano de los días que le quedan por vivir, siempre en soledad. Narración bien contada, con varios ambientes escalares y una música adecuada a cada sentimiento. A veces se grisea el hilo narrativo en la neblina de la incomprensión, pero es tanto y tan entrañable el gesto de los actores vestidos de negro, y tan bien usado el diccionario de objetos, desde la boina hasta la maleta, que pronto volvemos a enhebrarnos a ese mar de tela color pergamino y ese barquichuelo salido de la pizarrilla para quedar varado en la playa que es el escenario.
El Festival este año ha comenzado en un tono muy menor. Esperemos que hoy, la compañía de Díaz Reboredo suba un poco el nivel.
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