Alberto San Juan y su apocalipsis en Granada
Andrés Molinari
Domingo, 27 de octubre 2024, 00:01
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Andrés Molinari
Domingo, 27 de octubre 2024, 00:01
Ailberto San Juan vuelve a llenar teatros. Y sus seguidores, una vez más, aplauden con brío y en pie su parla, siempre parecida a sí misma y nunca desnuda de música en directo. El Alhambra, esta vez, se ha colmado de sus entusiastas para oírle ... recitar su reciente espectáculo: 'Macho grita'.
Gracias a que Teatro es sinónimo de hospitalidad, un escenario sin decorado y con las tripas al aire puede alojar, durante hora y media, esta clase de historia de España, con la apariencia erudita que le dan las citas, desde Zambrano hasta León Felipe, pero sesgada hacia 1492 y otros goznes entre siglos que chirriaron de fanatismo e intolerancia. Su barco verbal navega por aguas tópicas y muy manoseadas. Ciertamente se aleja del almibarado y pazguato alivio histórico de las tres culturas en paz sobre suelo ibérico, pero su catalejo empañado por los desconchones de Austrias y Trastámaras, sólo ve expulsiones y exilios, lo que le arriba a islas, como Pasmos, sin más salida que el pesimismo, ciego a proezas, también hispanas, como Meninas y Quijote, que podrían hacerle visajes desde la misma lontananza.
Entre el turbión de historia pesimista de España, entrevera un poco de su vida conyugal y una perorata sobre 'el macho' para que congenie algo del show con el título de la entrada que la gente ha pagado. No está mal. Ahí casi roza, por abajo, el club de la comedia, género más ligero que enjundioso. Arropado por sus músicos, destroza la poesía de Teresa con su gesto encalabrinado, sus jeribeques histriónicos y su bufo con pretensión trágica.
Pero lo peor de su mitin es el uso del 'nosotros' con sentido retroactivo. Yo no me siento responsable de lo que hicieron mis antepasados, bastante tengo con responder de mi propio pasado. Ni de lo malo ni de lo bueno. No atañen a mi corta vida, ni lo apocalíptico, que ambos san Juanes describen, ni lo empíreo, de los siglos áureos. Desde mi aquí y mi ahora, tan sólo puedo denostar o admirar hitos en la Historia de España. Ni yo expulsé a los judíos ni encendí ninguna hoguera inquisitorial, como tampoco concurrí con color a los pinceles de Velázquez ni ayudé a mover la pluma de Cervantes.
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