Un instante de la representación de Pharsalia. A. M.
Crítica

Antonio Ruz: latidos bajo el plexiglás

Todo comienza con la mujer recién creada y Adán abrazándola, emergiendo de unas dunas ambarinas

Andrés Molinari

Sábado, 19 de octubre 2024, 13:33

Gran espectáculo de danza para abrir temporada en el Teatro Alhambra. El cordobés Antonio Ruz nos ha traído a Granada su aplaudida creación titulada 'Pharsalia', una interesante orgía de imágenes y compulsiones que toma la batalla entre César y Pompeyo como pretexto nominal y ahonda ... en esa insistencia eterna en la necedad humana que es la guerra. Aunque yo, mejor, leo un relato judeo-cristiano, desde el Génesis al Apocalipsis, pues todo comienza con la mujer recién creada y Adán abrazándola, emergiendo de unas dunas ambarinas, aún sin el séptimo día, y termina con sonrisas de haber alcanzado todos el paraíso, bandera salvífica al viento, también de plexiglás, ondeada como en la Bastilla y luego oxeada sobre las cabezas del público, como si lo bautizara en una nueva fe, con su ondeo largo y un optimismo celestial nada convincente.

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Me quedo con los latidos dentro de la oruga traslúcida. Allí el coro baraja con las parejas sus gestos de pavor o de ternura, su despilfarro de correndillas y de caídas, su imitación al robot con mirada láser. La milicia va dejando paso a la esencia humana. El uniforme castrense queda reducido al pantalón y los leggings negros mientras los pechos amagan su trasparencia. La luz, tan generosa como estudiada, verdea la oruga incipiente y crea cometas sobre el plexiglás envolvente. Todo un placer para la vista, salvo el uso innecesario de la estroboscópica, siempre más molesta que bien diagnosticada.

Dejando a un lado el delicuescente bautizo de la danza con nombres clásicos, reponiéndome de un instante de zumbido molesto y transverberando con mi mirada el forro de plástico, aplaudo este espectáculo plagado de buenas sombras, ideas espléndidas y momentos magistrales. El barroco, con sus largas y reiterativas frases, seduce a creadores de vestuario y bailarines. La lucha evoca y la extenuación se hace arte. Todos parecen motas dentro de una pompa sin jabón a la espera del soplo de un niño.

A fin de cuentas todos vivimos como grumos en un fluido. Nuestro movimiento browniano, en este disolvente que es el mundo, se hace arte cuando lo expresa un creador como Ruz. Luego, nuestra vida es esperar que el grumo se disuelva y al final desaparezca.

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