Atrapada en su crucigrama
Andrés Molinari
Domingo, 12 de enero 2025, 23:37
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Andrés Molinari
Domingo, 12 de enero 2025, 23:37
El crucigrama es un pasatiempo basado en una cuadrícula, huérfana de letras, que el jugador ha de preñar cumpliendo significado y direcciones. Llega al Teatro Alhambra el monólogo Prima Facie, de Suzie Miller, con adaptación de Juan Carlos Fisher. El escenario es un crucigrama, con ... su red de cuadriláteros en el techo, para las claraboyas, y en las paredes, para los armarios. Atrapada en esa red de paralelepípedos, sin fenestra ni salida, la actriz Vicky Luengo dispendia verbos y adjetivos que ahítan nuestra noche y trata de encontrar el significado a palabras como ley, justicia, machismo, humillación, mujer, violencia, paradigma…
Horizontales y verticales, esa es la osamenta del crucigrama. Una abogada, todo verticalidad y éxito en los tribunales; estirada, locuaz, ágil y sagaz, protagoniza la primera parte de la función. Aturde con su cháchara procesal, su verbo como un turbión, su arraso como una dana. Merodea entre una silla aséptica de tapicería y una mesa ortopédica de ruedecillas. El borrón de cada frase hace presagiar el aburrimiento por reiteración. Pero sólo es un recurso escénico perfecto: aturdir antes de sorprender.
Donde la abogada artillera nos azoró, ahora la mujer horizontal aparece violada y dolorida. Donde hubo adrenalina y saliva, ahora gotean sudor y lágrimas. Vicky rellena un crucigrama de dos horas con un viraje portentoso: sobreactúa en verticales y nos eriza el vello en horizontales. Sobre todo cuando se tumba en la mesa blanca: rendida, humillada, desamparada hasta por la propia ley que ella defiende como vocación confesa.
Cómplice con su director, Vicky pasa de menuda y juncal a desvalida de enrojecidos ojos, más por no comprender que por sufrir. Su valía actoral nos hace ver a su madre en casa, sus compañeros en la oficina, su dormitorio colmado de horizontales y verticales, su violador en la sala del juicio, su alma humillada por una ley redactada por hombres.
Una mujer violada no es un pasatiempo, aunque el paso del tiempo, como explicita esta pieza teatral, la hiere aún más que aquella coacción pretérita, porque la nube de los días teje los tules de la duda, que hacen grisear la memoria del quebranto. En todo caso, la humillación de la mujer violada es tal, que sólo se parecería a un sudoku en el que todos sus escaques estuviesen ocupados por el número cero.
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