
Desbordamientos, también en el teatro
Andrés Molinari
Sábado, 22 de marzo 2025, 23:46
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Andrés Molinari
Sábado, 22 de marzo 2025, 23:46
Que la realidad supera a la ficción, no sólo es un dicho, sino también una cotidiana constatación. Precisamente con el nombre de 'Ficciones', la compañía ... Exlímite, muy madrileña, se ha presentado en el Teatro Alhambra, en esta época en la que casi todos los ríos de la Península sobreactúan de lo lindo, abultan su traje de onda y barro, y exageran su interpretación por ambos márgenes, respeto al personaje lírico que la poesía les ha encomendado.
'Ficciones' no es más que un mero desbordamiento. La lluvia recogida por el director Juan Ceacero, para poner en pie este texto de Fernando Delgado, es tan variada que invita a la desmesura. El mayor chaparrón se refiere al caos, que en escena siempre hace reír a incautos y deslumbra a ingenuos con palabras relámpago que citan a Borges y a Rocío Jurado. También caen gotas de Pirandello con un director buscando a sus actores o el escritor, en pantalla, huérfano de personajes. Los goterones más gruesos son los del vodevil, con un sorprendente dispendio de vestuario y un cordón umbilical, sin cortar, con aquel fenómeno que fue ¡Que desastre de función! de Michael Frayn. Aquí es innegable que hay momentos la mar de divertidos y empapados de cierto ingenio.
El aguacero de la pieza espejea teatro del absurdo. Esa mujer que pare sólo la cabeza de su bebé, por la cadera, y en un aparcamiento de Tordesillas, podría ser un argumento feraz y desternillante, pero incrustado entre tanto desbordamiento de cauces, queda tan gris como el humo innecesario o tan astillado como los vidrios rotos de este intento de arte fragmentario.
Los cinco actores a duras penas se creen sus mil personajes bajo la lluvia. Tan sólo un par de ellas tienen momentos en los que realmente parecen mojarse.
A la primavera le sienta bien la lluvia, siempre que su moderación no saque a los veneros de madre y sirva para rellenar los acuíferos exhaustos. Al teatro le sienta bien la modernidad, siempre que aporte riqueza a los hondones del arte y no consista en un constante salir y entrar de los actores, por puertas de vaivén cortinas de plexiglás y ventanucos disimulados. Al teatro, tanto mutis le afea el cutis.
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