Julia Navarro
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Julia Navarro
«Estoy preparada para el fracaso». Lo dice desde su sostenido e indiscutible éxito Julia Navarro (Madrid, 1953), escritora que cuenta por millones los lectores de sus libros. Vuelve a la arena con 'El niño que perdió la guerra' (Plaza & Janés), su novena novela. Es una historia sobre totalitarismos, inmigración y desarraigo que dedica a quienes se atreven a decir no. La protagoniza uno de los críos enviados a la Unión Soviética para evitarles el horror de la derrota de nuestra incivil guerra y que conocieron el implacable rostro de la dictadura roja. La autora cree que la palabra aún es un arma eficaz contra las dictaduras.
-Acallar a los disidentes es esa ambición totalitaria que aborda esta novela.
-Sí. Por desgracia la historia se repite. De distintas maneras, si, pero los tiranos persisten. Hubo autócratas y dictadores en el pasado, los hay hoy y los habrá en el futuro. Sean de derechas o de izquierdas, todos quieren acallar el pensamiento crítico, someter la libertad de expresión y poner el arte a su servicio. Hay intelectuales y artistas que se prestan y toman la pancarta del régimen casi siempre por miedo o por terror.
-El péndulo de la historia parece tender a la autocracia. ¿Peligra la democracia?
-Vive momentos complicados, incluso en muchos países donde parece que estaba asentada. Hay mucho autócrata disfrazado de demócrata. Que haya elecciones en algunos países no garantiza la democracia, como vemos en Venezuela o en Rusia.
-¿Los hijos pierden siempre las guerras de los padres, como le ocurre a Pablo Sanz, su protagonista.
-Así es. La pierde sin combatir. Como muchos de los refugiados que huyen de la guerra en Malí, Siria, Gaza o Ucrania. Los niños españoles llevados a Rusia se vieron atrapados entre el yugo soviético o el franquista. Sin elección. Conocí varios casos y para todos el desarraigo era lo más doloroso, a pesar de tener una segunda vida o una segunda madre, como Pablo, que conoció el gulag y la incipiente democracia española a su regreso.
-Un desarraigo ultradestructivo que está en todas sus novelas.
-Trato de ponerme en la piel de los demás. ¿Qué sería de mí si mañana me sueltan en Afganistán, me obligan a vestir un burka y a vivir con un idioma y unas costumbres que desconozco?. Enloquecería. Te quiebras si pierdes tus raíces, tu entorno, tu cultura, tu idioma y tus códigos. Dbes desaprender todo para volver a aprender. Es un drama. La integración no es inmediata. No es fácil. No se hace apretando un botón.
-La historia de la humanidad es la de las migraciones. ¿Qué hacer hoy?
-La gente ha huido siempre del hambre, la guerra y la violencia. No va a parar ahora. Hay que recibir y tratar con dignidad a las personas que llegan a Europa y España esquivando la muerte. Y hacerlo respetando los derechos humanos, lo que exige una política de estado que no existe. Los seres humanos no son el pimpampum de los políticos. Hay mucha hipocresía y demagogia con este tema. Ningún político pueden dar lecciones humanitarias, porque ninguno lo está haciendo bien. Hablamos de vidas. No pueden estar en el limbo. Europa debe actuar aquí y en sus lugares de origen; interpelar a países como Marruecos cuyos niños se juegan la vida para huir.
-¿España es un país racista como denuncia Vinicius?
-No lo es. Desde luego que hay racistas. Pero la mayoría de la sociedad tiene una actitud de respeto hacia quienes sufren dificultades. Colaboro con una ONG y veo a familias que ayudan activamente en la integración de inmigrantes.
-Por su novela desfilan Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva, poetas rusas acosadas por Stalin, como los escritores Bulgákov, Pasternak, Mandelsthan, Platónov o Bábel.
-Stalin las cercó y se ensañó con ellas. Sobre todo con Ajmátova. Machacó a su entorno y a su familia. Torturó a la gente a la que quería para quebrantarla. Es la quintaesencia de la crueldad.
-Enfrentarse al poder siempre sale caro ¿Más en Rusia?
-En Rusia, en la Alemania nazi y en toda partes. En el franquismo se pagó con la cárcel y con la vida. Aunque sean pocos, quienes alzan la voz y dicen no abren las rendijas de libertad de las que nos beneficiamos todos.
-A esos 'héroes del no' de ayer, hoy y mañana les dedica la novela.
-Deberíamos decir no muchas más veces en la vida. También a los nuestros, no solo a los enemigos. Es más difícil, pero si no lo haces, transiges con los desmanes y errores de tus seres más afines ideológicamente y te conviertes en su cómplice. Hay que decir no a los nuestros para que sigan siendo los nuestros. El silencio de los corderos es letal. Da alas autocráticas a los gobernantes.
-¿No es ingenuo pensar que la palabra es un arma efectiva contra el totalitarismo?
-No. Mientras alguien se atreva a decir no, los dictadores tendrán miedo. Temen a la gente que piensa, con criterio e ideas propias. Temen más a la palabra que a las armas. La palabra aún es efectiva contra las balas y los cañones.
-¿La experiencia es un grado para para una escritora de éxito?
-Las inseguridades siguen ahí. Con cada novela me examino y empiezo de cero. Es como si fuera la primera. El éxito de las anteriores no garantiza nada.
-¿Está preparada para el fracaso?
-Desde luego. He visto caer a mucha gente desde muy alto y de un día para otro. En especial en la política. Hay que estar preparado para fracasar. El éxito es efímero y puede desvanecerse en nada. No su muy bien qué es el éxito y no soy consciente de tenerlo. Me dan cifras de venta fabulosas, sí, me reúno con los lectores…Hago lo que me gusta y eso me satisface. Pero también hacía lo que me gustaba cuando era periodista.
-¿Cómo se lleva con las redes sociales?
-No me llevo. Hay una parte profesional que gestionan mis editores. No vivo en el mundo virtual. No me interesa.
-¿Qué le parece el drama de esos jóvenes siempre apantallados?
-Cuidado, que no son solo los jóvenes. Veo a gente pegada al móvil en el gimnasio y en la iglesia. Las pantallas son la droga de nuestra era. Han creado una adicción peligrosa. Y ojo, que estoy a favor de las nuevas tecnologías.
-La inteligencia artificial, para unos un monstruo para otros una maravilla ¿llegará a escribir algo como 'el Quijote'?
-Quizá llegue a escribir novelas como las mías, pero estoy segura, o quiero estarlo, de que no podría escribir 'el Quijote'. Cuando los hombres juegan a ser dioses la humanidad está en peligro. Avancemos, investiguemos e innovemos. Pero no juguemos a ser dioses.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.