Toda una vida | Victoria Mir
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Toda una vida | Victoria Mir
La arquitecta que soñó con la AlhambraVictoria Mir se detiene delante de un gran panel donde cuelgan fotos y fotocopias de los principales proyectos que ha acometido en sus cuarenta y tres años de escuadra y cartabón. «Todo esto he hecho», dice con la voz templada. «Aunque esta obra –comenta señalando la imagen de un caserón en el campo– es una de las más especiales para nosotros». Se trata del Cortijo de Buenos Aires, en el Fargue, reconvertido a finales de los ochenta en centro de tratamiento de drogodependencias. Y Victoria habla en plural porque buena parte de sus trabajos los ha firmado junto a José Bigorra, su compañero de despacho y de vida. Se casaron en 1983 y tienen tres hijos.
Victoria Mir de Miguel (Granada, 1957) tiene una impresionante hoja de servicios. No solo es la primera mujer que se dio de alta en el Colegio de Arquitectos de Granada, en 1981, sino que su sello está en algunos de los edificios más señeros de la capital que se han restaurado, reformado y construido en los últimos cincuenta años. Hablamos, por ejemplo, de buena parte de los equipamientos de la estación de esquí de Sierra Nevada, pero sobre todo hablamos de la Alhambra. El monumento que ve todas las mañanas desde la terraza del número 92 de la calle San Juan de los Reyes, donde Victoria y José laboran –la planta baja está dedicada a estudio– y residen –en los pisos superiores–.
La Alhambra ha marcado su trayectoria y la sigue marcando. En pasado porque ella hizo la rehabilitación de cubiertas de espacios tan importantes como el Patio de los Arrayanes o el de los Leones. Y en presente porque ha decidido prolongar su vida laboral –tiene sesenta y siete años– tras adjudicarse el pasado mes de febrero el arreglo de los tejados de la Sala de las Dos Hermanas y la bóveda de los Ajimeces. «No puedo estar más feliz de acabar mi carrera en la Alhambra», asegura.
Victoria Mir, la segunda de cinco hermanos, nació un 2 de mayo de 1957 en Granada. Estudió primero en las Esclavas del Sagrado Corazón de la calle SanJerónimo y posteriormente en el instituto Ángel Ganivet. «Nunca fui una estudiante muy brillante porque no tengo buena memoria y me costaba trabajo retener tantos datos en asignaturas como Historia, pero las Matemáticas y la Física siempre se me dieron bien», relata. Como también se le daba de maravilla pintar con óleo, acuarela o carboncillo, una afición que sigue manteniendo hoy día, aunque plasmando su creatividad sobre seda.
Así que con estas mimbres, no es extraño que, acabado el Bachillerato con diecisiete años, Victoria planteara en casa que quería matricularse en Bellas Artes. Y en eso se quedó la cosa, en un planteamiento. Su padre, Ramón, nunca entendió que la chiquilla quisiera dedicarse a una «carrera de bohemios», y la chiquilla terminó por decantarse por Arquitectura. «Recuerdo una reunión en que uno de mis tíos planteó que como yo y mi prima 'éramos torpecillas', con tan solo doce años, el futuro pasaba por montarnos una tienda, a lo que mi madre, Isabel, respondió que yo estudiaría lo que quisiera y durante el tiempo que quisiera», rememora.
Y así fue cómo con diecisiete primaveras y con todas las ganas de explorar el mundo que había fuera de Granada, entró en 1974 en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla. «Aquello era muy difícil y el primer curso pensé, incluso, que sería incapaz de terminar». Pero Victoria perseveró y perseveró hasta obtener la licenciatura seis años después. De las cien personas que acabaron, tan solo diez eran mujeres. «Ahora este porcentaje supera el cincuenta por ciento», recalca. Ha sido uno de los grandes cambios en el gremio en este último medio siglo.
En 1981 volvió a Granada con la maleta llena de ilusiones y ganas de currar, y en 1982 hizo la primera casa en el número 20 de la calle Cuesta de los Chinos. «Una vivienda complicada entre medianeras». Después, en 1983, se asoció con José Bigorra en el más amplio sentido de la palabra. No solo por compartir faena, sino también biografía. «Nos completábamos a la perfección porque él era más esteta y yo más pragmática y técnica, una combinación que daba un resultado excelente en los planos y que nos permitía cumplir siempre con los plazos, lo que era del agrado de nuestros clientes», narra.
Una comunión, basada en el apoyo mutuo para que ambos pudieran desarrollarse, que continuó hasta 1990 en lo profesional, y que felizmente prosigue en lo personal. José Bigorra, doce años mayor, ya está jubilado, mientras que Victoria alargará su periplo hasta que acabe su último encargo en la Alhambra. «Donde soy muy feliz», confiesa. Una dicha parecida a la que experimenta cuando ella y Bigorra escuchan aquella canción de Nacha Guevara que dice «si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo, y en la calle, codo con codo, somos más que dos».
En el currículum de Victoria Mir, decenas y decenas de proyectos.Entre todos ellos, tres de gran relevancia. El primero, en 1988, fue Riquelme, el palacete de las niñas bien de la calle Tablas. «Había una parte de la finca que tenía un importante valor artístico que había que conservar». Decoraciones murales y pavimentos ataujerados. En el otro ala, sin elementos que conservar, sí que planteó una intervención funcional para la Consejería de Hacienda de la Junta de Andalucía.
Otro de los hitos fue Sierra Nevada, donde VictoriaMir estuvo contratada con motivo de los Mundiales de Esquí de 1993. Remozó edificios como el Boabdil o el Granada, y para Cetursa hizo el Hotel Telecabina y el Enebro en Pradollano, y los restaurantes y almacenes en Borreguiles.
Y por último, la Alhambra, donde ahora regresará para cerrar el círculo. En su haber, las techumbres de Arrayanes yLeones. También, en 2010, el estudio de todas las patologías de las cubiertas. Un cometido que le permitió introducirse en los tabucados y conocer un poco mejor a Torres Balbás. «Es mi ídolo, a él le debemos la restauración científica», afirma.
Victoria Mir observa la Alhambra desde la azotea. Observa el tiempo que vino y el que vendrá. Bajo el cielo de Granada. Una mañana de verano que quería llover.
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