Si usted 'guglea' la frase «arquitectos de la Catedral de Granada», el buscador le devolverá nombres como los de Diego de Siloé, Alonso Cano, Enrique Egas o Francisco Hurtado Izquierdo. Pero falta uno. Se llama Ambrosio de Vico y su concurso fue clave en la ... conformación de la imagen del templo que ha llegado hasta nuestros días. Él, ensombrecido por Siloé o Cano, fue quien tomó la decisión de que la torre se quedara solo en tres cuerpos y no en los seis que estaban proyectados por problemas de sostenibilidad.
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Hace cuatrocientos años que falleció De Vico –vivió entre 1543 y 1623– y por este motivo un grupo de profesores e historiadores del arte, con el impulso del Ayuntamiento de Albolote, ha reivindicado su figura con un ciclo de conferencias, una exposición y un libro titulado 'Ambrosio de Vico, un arquitecto granadino entre siglos', donde diez especialistas abordan diferentes aspectos de su vida y su obra coordinados por Miguel Ángel Sorroche, profesor del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Granada.
«El sello de Ambrosio de Vico se encuentra en multitud de edificios porque recibió el encargo del obispo Pedro de Castro de ejecutar los programas constructivos de iglesias que no estaban terminadas o que resultaron afectadas por acontecimientos como la Revuelta de la Alpujarra entre 1568 y 1571», explica Sorroche. Sus obras cumbres fueron Santa María de la Alhambra y el templo de Nuestra Señora de la Encarnación de Albolote –de ahí la implicación del consistorio alboloteño–, pero su trabajo en la Catedral fue absolutamente decisivo.
De Vico remató la capilla mayor, hizo el segundo piso de la Puerta del Perdón, cerró la nave del crucero –se le echó en cara que recurriera a soluciones góticas– y afrontó el problema que tenía el campanario. «Había que quitarle peso porque la cimentación no aguantaba», comenta Sorroche. «De Vico fue quien determinó que había que desmocharla, además de plantear otras soluciones». Se acometió un pozo en la base para que en caso de terremotos, tan frecuentes en Granada, las ondas sísmicas no tuvieran continuidad.
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Miguel Ángel Sorroche
Profesor del Historia del Arte de la UGR
Según comenta Sorroche, Ambrosio de Vico era un señor realmente brillante. Y eso no pasó desapercibido para Pedro de Castro. «Fue cantero, aparejador y arquitecto, por lo que tenía gran conocimiento de todo el proceso constructivo». De hecho, la única imagen suya de la que hay constancia –sin estar demostrado al cien por cien–, es la de un grabado en la que se observa a varios hombres picando en el valle de Valparaíso cuando se produjo el hallazgo de los libros plomos y las reliquias. Se le ve con gorro, barba y vara supervisando la faena.
Ese fue, precisamente, uno de sus grandes encargos. Intervino en la primera fase de la Abadía del Sacromonte. En la iglesia –realmente planteó todo el frontal– y en el acomodo de las cuevas donde se colocaron los restos de los santos. Además del Sacromonte, De Vico asumió el redibujo integral de Santa María de la Alhambra a partir del planteamiento realizado por Juan de Herrera, cuyo nombre estará asociado 'in saecula saeculorum' al majestuoso Monasterio del Escorial. «Por razones presupuestarias –comenta Miguel Ángel Sorroche– descartó la idea inicial de que Santa María de la Alhambra fuera levantada en piedra y finalmente se optó por ladrillos con cajones de mampostería».
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Un modelo parecido al de la Iglesia de la Encarnación de Albolote, una construcción que sí fue realizada de principio a fin por Ambrosio de Vico, que tiene muchas similitudes con SantaMaría de la Alhambra y que este año ha sido el epicentro de todos los actos conmemorativos preparados con motivo del cuarto centenario de la defunción de Ambrosio de Vico. «Albolote –dice Sorroche– poco a poco está poniendo en valor un patrimonio de enorme interés como el Chaparral, las tres villas romanas y, dentro del casco histórico, Santa María de la Encarnación, que bien merece una visita para conocerla y para conocer, al mismo tiempo, todo lo que hizo un personaje como Ambrosio de Vico».
Un personaje que, además de la recuperación en su época de innumerables parroquias de la Alpujarra como las de Bayárcal y Carataunas o de la Costa –amenazadas por berberiscos, ingleses y holandeses–, también ejecutó múltiples campanarios como el del Salvador, en el Albaicín, o el de Iznalloz, posiblemente el de más calidad de todos. Y es que hablamos de un momento de la cristiandad, tras el Concilio de Trento, en el que la fe no solo había que 'verla', sino también sentirla. De ahí la importancia del tañido de las campanas y de sus significados.
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Aunque una de las principales aportaciones de Ambrosio de Vico a la historiografía son sus famosos planos de 1613 donde muestra cómo era la trama urbana de Granada con referencia a los sitios de mayor relevancia –la mayor parte de ellos asociados al emperador Carlos V–.
Detrás de los grandes nombres que conforman la Historia hay otros más 'pequeños', como el de Ambrosio de Vico, sin los que resultaría imposible entender Granada tal y como la entendemos hoy día.
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