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José Antonio Muñoz
Granada
Lunes, 12 de abril 2021, 01:01
Vicente Blasco Ibáñez fue uno de nuestros mayores embajadores culturales. Hollywood adaptó algunas de sus novelas –'Los cuatro jinetes del Apocalipsis', con una versión muda ... en 1921, de Rex Ingram, y una sonora, en 1962, de Vicente Minelli; 'The torrent', a partir de 'Entre naranjos', en 1926, de Monta Bell; 'Mare Nostrum' del mismo año, de Rex Ingram, de nuevo–... Pero ninguna de sus obras ha tenido tantas adaptaciones al cine como 'Sangre y arena'. Hasta cuatro, de muy diverso pelaje: la de Fred Niblo en 1922, con Rodolfo Valentino; la de 1941, de Robert Mamoulian, con Rita Hayworth y Tyrone Power; la de 1989, de Javier Elorrieta, con una jovencísima Sharon Stone, y la primera de todas, la más importante por dos motivos: porque en ella el propio Blasco Ibáñez hizo su única incursión como director en el cine, y porque en su metraje –restaurado por la Filmoteca Valenciana–, se muestra la Granada de 1916 de una forma muy especial.
En el libro 'Granada en el cine', editado con la colaboración del Patronato de la Alhambra y el Generalife, se describen los lugares granadinos que aparecen: el Hotel Alhambra Palace, en aquel tiempo recién inaugurado, que muestra su arquitectura neonazarí; la Puerta de la Justicia, lugar de cita de los amantes; el vecino Pilar de Carlos V, donde se produce uno de los momentos más curiosos de la película, en el que según las cartelas que se insertan en el metraje, «las gitanas bailan en homenaje a Doña Elvira»; la Torre de la Vela, donde se produce otro de los momentos claves de la película: el primer beso entre Gallardo y Doña Elvira...
Según el experto en cine y director del Cine Club Universitario, Juan de Dios Salas, «esta 'Sangre y arena' tiene la particularidad de que constituye el único trabajo cinematográfico dirigido por Blasco Ibáñez, aunque compartió con Max André las tareas de realización. Es probable que el papel de André tuviera un carácter más técnico, mientras que el del escritor fuera más conceptual». La película, que dura prácticamente una hora después de ser restaurada en Valencia y Praga, se pudo ver en Granada en pantalla grande en el, por desgracia, desaparecido Festival Granada Paradiso, en 2017.
Sobre su calidad como película, Salas afirma que «es preciso tener en cuenta que estamos en una época de consolidación del lenguaje fílmico. Un año antes se ha hecho 'Intolerancia' y dos años antes 'El nacimiento de una nación'». Destaca la visión de esa Granada de principios del siglo XX como uno de sus principales atractivos, y el esfuerzo antropológico que supone mostrar a las gitanas bailando junto al Pilar de Carlos V, tras el encuentro de los dos amantes. «La aparición de las gitanas está absolutamente fuera de la trama, no aporta nada, pero Blasco Ibáñez y André la incluyen para mostrar el ambiente en el que se desarrolla la historia de amor que sostiene el argumento. Desde el punto de vista técnico, esa escena tiene un rodaje circular, tipo 'tondo', muy llamativo para la época, como pequeños cuadros en movimiento, que no aparecen en las versiones posteriores, más imbuidas del estilo hollywoodense de ir a la acción sin distracciones», asegura.
Destaca el experto Juan de Dios Salas igualmente el momento del metraje en que ambos protagonistas se besan por primera vez, en lo alto de la Torre de la Vela. «Doña Elvira despliega su paraguas para protegerse del sol, y los directores lo utilizan como pantalla para, haciendo uso del trasluz, mostrar a través de la tela blanca ese primer beso, antes de un segundo enseñado ya sin tapujos».
La 'Sangre y arena' de Blasco Ibáñez despliega una serie de tópicos, no muy descarados, y se esfuerza en contar de forma completa una historia en la que tiene un papel fundamental la fiesta de los toros. El escritor valenciano no era taurino; más bien, todo lo contrario, ya que en muchas ocasiones lanzó diatribas contra la tauromaquia y todo lo que representaba. Y esa opinión contraria a la fiesta nacional está presente en varios intertítulos en los que destaca la reacción que la muerte del torero genera en el público: «Tras la barrera, una bestia sangrienta; la muchedumbre, enloquecida», reza una de las cartelas. Llama la atención, pues, que siendo una obra que pretende reflejar el ambiente que rodea al mundo de los toros, su concepción sea tan marcadamente antitaurina, al contrario que otros títulos como 'Tarde de toros' o 'Currito de la Cruz', por citar dos ejemplos.
Desde el punto de vista narrativo, Juan de Dios Salas destaca la corrección de la historia, a pesar de que falten más de 800 metros de la cinta original. «De las cuatro versiones rodadas de la novela, esta no es la peor, aunque la de Fred Niblo, de 1922 y con Rodolfo Valentino, tenga mucha más calidad. Para mí, la mejor, sin duda, fue la rodada por Rouben Mamoulian en 1941 con Rita Hayworth y Tyrone Power, por el uso que hace de los cuadros de pintores españoles de los siglos XIXy XXpara componer las distintas escenas. Aquí, fundamentalmente, interesa contar la historia. Desde luego, sí es superior a la de Javier Elorrieta con Sharon Stone, que es muy mala».
La película, que se puede ver íntegra en la página web de la Filmoteca Valenciana, restauracionesfilmoteca.com, es un ejemplo de cine realista en el que se observa la vida como con un microscopio, una técnica fílmica que convive, desde los orígenes del séptimo arte, con el deseo de estimular la fantasía del público.
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