El artista Juan Manuel Brazam, en uno de los dormitorios de la Casa Patio del Zaida, con uno de sus trípticos como fondo. ALFREDO AGUILAR

Brazam, como en su propia casa

La galería de arte Menfis, ubicada en la Casa Patio de Álvaro Siza, acoge un total de 75 obras del alhameño con la belleza de Japón como fondo

Lunes, 23 de octubre 2023, 23:43

En arte, hay ocasiones en las que el continente rivaliza en importancia con el contenido, otras en que lo opaca y otras en las que lo enriquece y completa. La exposición del artista plástico alhameño y coleccionista Juan Manuel Brazam (1942) en la Galería de ... Arte Menfis, instalada en el Casa Patio del Zaida de Álvaro Siza –esa que fugazmente fue sede de una de las empresas beneficiarias del 'boom' del ladrillo antes de disolverse como un azucarillo– pertenece a esta última especie. «He expuesto en castillos, iglesias, instituciones universitarias, museos... Pero nunca me había encontrado con la oportunidad de hacerlo en un espacio tan mágico como este, una casa contemporánea donde las habitaciones se han decorado como si fueran un verdadero hogar», comenta Brazam. En las paredes de esta emblemática construcción se encuentran 75 obras de este autor, con la belleza de Japón como fondo y su habitual tratamiento de los volúmenes y el color como bandera estilística.

Publicidad

«Cada pieza se ha colocado en el espacio donde mejor podía encajar. Esta labor de 'colgar' las obras es muy distinta en un lugar como la Casa Patio del Zaida que en una sala de exposiciones al uso, donde los criterios museísticos o conceptuales son más canónicos. Puedes ver una pieza espléndida en un dormitorio, o tres en fila en una sala de juntas», destaca. De ello tiene buena culpa Joaquín Forero, director del espacio, quien ha trabajado codo con codo con Brazam. Algunas de las obras mantienen la muy clásica estructura de tríptico presente en muchas de las piezas de gran formato creadas por el artista. En este caso, como en un haiku, cada una de las partes del tríptico es un verso, una idea, un rincón, un ápice de esa belleza que supera espacio y tiempo y que constituye el objeto de la muestra.

Una de las obras de gran formato expuestos. A. A.

El interés de Brazam por Japón se remonta décadas atrás, pero la chispa que encendió esta exposición fue el regalo de un marchante de arte, quien hizo llegar al alhameño un repertorio de papeles japoneses de seda en todas las tonalidades posibles. «Debía haber unos 200, con una paleta cromática del blanco al negro», recuerda. «Son preciosos. Sin embargo, estuvieron rondando por mi casa sin rumbo fijo, aquí y allá, hasta que descubrí que el paisaje evocado por esa amplísima paleta era igualmente amplio». En las diversas plantas en que se reparten las habitaciones de la casa, Brazam juega con las formas geométricas y las transparencias. La pureza no existe, por más que en ocasiones sea la que llame la atención del visitante en primera instancia. Las sensaciones, como las flores, se derraman sobre ellas creando una atmósfera única.

Formatos

Los formatos son variados, del pequeño al grande. «La espiritualidad forma parte de la historia de Japón, y la búsqueda de la belleza nace de una reflexión de índole casi religiosa. Todas las piezas se sitúan en un marco temporal de apenas dos años, entre 2018 y 2020. Para observarlas, nada mejor que un día luminoso, aunque incluso en uno gris como el de ayer se puede apreciar su especial consistencia. 'La belleza en la cultura japonesa' –así ha titulado Brazam esta colección– la recrea, paradójicamente, quien jamás estuvo de manera física en aquel país, «aunque sí he viajado con el corazón, a través de la literatura, el arte y el cine. Por cuestiones de edad, ya va a ser complicado que vaya hasta allá, así que he decidido traer ese arte acá». También está en sus obras Florencia, una de sus 'alma mater' creativas.

Publicidad

Los cuadros se integran en los más variados espacios. A. A.

En las piezas se muestra un mundo vivo pero no semoviente, el vegetal, enmarcado en paisajes que se antojan imposibles. No hay animales, ni personas. Tampoco hay pintura figurativa como tal, salvo en un par de obras. Son las texturas las que mandan, y su capacidad de seducción. Es un peldaño más en esa búsqueda en la que se embarcó Juan Manuel Brazam hace décadas, y que aún, afortunadamente, no ha llegado a puerto.

Mientras, el artista sigue mirando hacia afuera. Hacia la guerra de Ucrania, «ese terror rojo genocida», que aparece en el tríptico que ha colgado en el Cuarto Real de Santo Domingo y podrá visitarse desde muy pronto. Y también hacia el aún incierto futuro de su colección, donada en buena parte al Ayuntamiento de Granada. «Me siento como el Estragón de 'Esperando a Godot'», dice muy gráficamente. «Estoy esperando una cita, pero no sé el lugar, ni con quién me voy a citar, ni para qué. Y al mismo tiempo, encontrándome a la espera, no sé qué hacer con el tiempo que me toca esperar». Reconoce contactos con el actual equipo de gobierno municipal, pero no se resigna a que en la Casa del Almirante, lugar designado para mostrar su legado, solo haya dos salas montadas y aún hoy cerradas al público.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad